Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Atardecer del 17 de noviembre, en la calle González Longoria de Madrid

por Jorge López Teulón

Dado el cariz que tomaban los acontecimientos al estallar la Guerra Civil, las Salesas del Primer Monasterio de la Visitación de Madrid [sobre estas líneas, foto tomada hacia 1900] alquilaron un semisótano en el número 4 de la cercana calle de Manuel González Longoria, por si las cosas empeoraban, como en efecto sucedió. A este piso-refugio tuvieron que trasladarse las siete Salesas que quedaban de la Comunidad el 18 de julio de 1936, mientras que el resto de religiosas marcharon a Oronoz (Navarra). Tras unas semanas de relativa tranquilidad, fueron denunciadas por ser religiosas. En estos cuatro meses sufrieron varios registros.

Hoy, 17 de noviembre, toca el tercer registro. Por la mañana, las milicias anarquistas se presentan en el “refugio” de las salesas. El registro fue sumamente violento. Las amenazas y los insultos evidencian que el final se acerca. La finalidad fundamental del registro era urgir lo que tenían preparado los anarquistas para el día siguiente. 

Afirma José Luis Gutiérrez García en su obra “Unidas hasta la muerte (Madrid, 1998): “Las Hermanas lo entendieron así. Las mujeres suelen tener en eso, como en tantas cosas, una intuición realista certera mayor que la de los varones”. Mañana será todo seguido: el último registro, la detención y el martirio. 

Cuando los milicianos de la FAI (Federación Anarquista Internacional) se marchaban, dijeron, dirigiéndose a las monjas: “¡Hasta mañana!”. Ellas comprendieron que había llegado la hora del poder de las tinieblas. 

La Hna. Mª Engracia Lecuona una vez se habían marchado los milicianos afirmó ante todas: “¡Lástima de desperdiciar tan buena ocasión de irse al cielo con Nuestro Señor!” Y añadió: “Nos anuncia el Señor que de un momento a otro nos va a dar la palma del martirio”. 

El portero y su esposa, que estaban impresionados, entraron inmediatamente. Manuel, que así se llamaba, rompió el silencio y también, por tercera vez, una por cada registro, las invitó a salir inmediatamente “una a una para ponerlas en consulados”. La Madre Superiora Mª Gabriela, antes de responder a la valiente oferta del portero, reunió a sus compañeras en la habitación y les dijo que tenían libertad plena para salir del piso y buscar refugio más seguro. Y añadió, que había llegado la hora de la prueba última y era necesaria aceptarla de buen grado. La respuesta fue una vez más unánime y la misma de las dos ocasiones anteriores: seguirían allí todas y todas juntas hasta la muerte.

ESTOS SON SUS NOMBRES

BEATA MARÍA GABRIELA HINOJOSA NAVEROS

Nace en el pintoresco e importante pueblo de Alhama (Granada), el 24 de julio de 1872. Para sus padres, Juan de Hinojosa y Manuela Naveros, llega como un regalo del cielo, pues todos sus hermanos son ya mayores. Pronto la bautizan dándole el nombre de Amparo, que luego cambiará por el de Mª Gabriela en la vida religiosa. Al cumplir siete años pierde a sus padres, y su hermano mayor Eduardo, que vive en Madrid, la recibe con gran cariño en calidad de tutor. Como Amparo es de carácter jovial, alegre y afectuoso, hace las delicias de los suyos. Tiene un gran amor a la Virgen y se consagra a Ella.

Es precisamente a los pies de la gruta de Lourdes, donde siente la llamada de Jesús a la vida religiosa. Sólo tiene quince años y responde con un sí, generoso; pero su hermano mayor la encuentra muy joven y decide esperar un poco. A sus diecinueve años entra en el Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, y esta separación le fue muy dolorosa al igual que a toda su familia.

Al entrar al Monasterio, emprendió con fervor su formación religiosa. Muy amante de la Orden y de su vocación, se dejó llenar profundamente de su espíritu, llegando a ser "una regla viva", para con todas sus Hermanas. Tenía una gran devoción a la Eucaristía y que comunicaba a los demás. En 1936 al estallar la revolución, la Comunidad parte para Oronoz (Navarra), y la Hermana Mª Gabriela queda en Madrid, como superiora del grupo, para cuidar del Monasterio junto con otras religiosas. Las últimas palabras suyas que se conservan son: “Estamos rezando, dando gracias a Dios porque nos ha llegado la hora”. Toda su vida fue de alabanza a Dios por todo lo que le había concedido.

BEATA JOSEFA MARÍA BARRERA IZAGUIRRE

Nació en El Ferrol (La Coruña), el 23 de mayo de 1881, y fue la mayor de cinco hermanos. Agraciada, bondadosa, tranquila, siempre está risueña. Desde pequeña quiere ser carmelita y su mayor diversión es vestirse de monja con lo primero que encuentra. Así ataviada va al espejo y se contempla satisfecha, pone los brazos en cruz mira al cielo y se cree otra santa Teresita. Su padre Emilio Barrera, comandante de Marina, satisface todos sus caprichos. Pero su madre, María Izaguirre, sabe unir el cariño a la firmeza, haciendo de contrapeso y corrigiendo sus defectos: es un poco dormilona y no le gustan las faenas de la casa. Ya en el Monasterio se lamentaba de haber sido vanidosa y de abusar de la predilección de su padre.

El 15 de octubre de 1918 entra en el Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, haciendo realidad su entrega al Señor en la vida religiosa. En 1936 fue escogida por la superiora para permanecer en Madrid, entre el grupo de las siete Hermanas. Su familia deseaba llevarla a casa, pero ella rehúsa porque ha dicho con sus compañeras: “Hemos prometido a Jesús las siete unidas no separarnos. Si por derramar nuestra sangre se ha de salvar España, pedimos al Señor que sea cuanto antes”. Al principio de su vida había dicho: “-Yo no tengo madera de mártir”. Ahora, en manos del Artífice divino, ha sido tallada y trasformada en una fiel imagen de Cristo. Su rostro queda totalmente desfigurado por el impacto de las balas, pero Dios la reconoce porque ve en ella Su Imagen dolorida.

BEATA TERESA MARÍA CAVESTANY ANDUAGA

Nace el 30 de julio de 1888 en Puerto Real (Cádiz), aunque vive en la capital de España durante casi toda su vida. Su padre Juan Antonio Cavestany, es un gran literato e insigne poeta. Su madre, Margarita Anduaga, un modelo acabado de mujer fuerte que encuentra en Dios la ayuda para cumplir con sus deberes de esposa y de madre. El Señor les bendice con dieciséis hijos. Teresa tiene una gran personalidad, y aunque el mundo le presenta sus halagos, ella desea entregarse a Dios. Nada la detiene y entra en el Monasterio de la Visitación el 18 de diciembre de 1914. Al tomar el hábito recibe el nombre de Teresa María, y feliz escribe: “-No tengo más que un solo deseo, insaciable, inmenso: ¡el deseo, la sed de Dios! ¡Sólo Dios!”.

En 1936 la superiora la escoge para permanecer en Madrid.

BEATA MARÍA INÉS ZUDAIRE GALDEANO

Nace en Echávarri (Navarra), el 28 de enero de 1900. Es bautizada al día siguiente recibiendo el nombre de Inés. Sus padres Valentín Zudaire y Francisca Galdeano, le ofrecen un hogar cristiano impregnado de la presencia de Dios. El Señor bendice el hogar de los Zudaire con seis hijos y pone su mirada predilecta en dos de ellos: Florencio que ingreso en los Maristas, e Inés que, con el entusiasmo de sus 19 años se presenta en el primer Monasterio de la Visitación de Madrid. Pronto se da cuenta la maestra de novicias de que es muy buena, candorosa y que, como cera blanda, se puede moldear muy bien pues tiene grandes deseos de entregarse a Dios.

Al vestir el hábito no se le cambia el nombre, solo se la añade el de María y así le queda más a su gusto, puesto que amaba tanto a la Virgen. Cuando en 1931, por la persecución religiosa, debe refugiarse en Oronoz, la Hna. Mª Inés, a pesar del sufrimiento que supone esto, siente una gran alegría de poder ver su tierra y familia. Una hermana que la visita se lamenta de que después de tres años de matrimonio no tiene hijos y Hna. Mª. Inés le pregunta si lo desea y ante la respuesta afirmativa le dice: “-El año que viene tendrás un hijo”. Y así sucedió. Hna. Mª Inés creía y confiaba en el Señor.

La situación se complica en 1936 y la Comunidad vuelve a Oronoz, ella a pesar de su cobardía, pues tiene miedo, acepta quedarse entre el grupo y les dice a sus Hermanas que parten: “-Pidan mucho por nosotras, puede ser que nos maten”. Y Dios acepta su sacrificio y lo une al Suyo.

BEATA MARÍA ÁNGELA OLAIZOLA GARAGARZA

Natural de Azpeitia como San Ignacio, nace el 12 de noviembre de 1893. Es la octava y, como el de Loyola, la última de sus hermanos. Sus padres, José Ignacio Olaizola y Justa Garagarza la bautizan el mismo día de su nacimiento. Cuando oye la llamada de Jesús que la invita a seguirle, no se hace esperar y llega al Primer Monasterio de la Visitación de Madrid en 1918 como Hermana externa. Como es inteligente y humilde sus superioras la designan para permanecer en Madrid durante el exilio de la Comunidad, en este tiempo tiene el consuelo de ver a su sobrino Justo, que, extrañado de ver la paz de su tía, se empeña en llevarla a casa, lejos del peligro, pero ella le dice: “-Mi puesto está aquí, después, que se cumpla la voluntad de Dios”.

Entregada por entero a los planes de Dios espera valientemente la hora de derramar su sangre por Él. El Señor ha colmado su deseo de permanecer oculta. Se conservan muy pocas cosas suyas y ni siquiera su cuerpo pudo ser recuperado. Pero su vida sencilla y fiel es un mensaje elocuente para todos.

BEATA MARÍA ENGRACIA LECUONA ARAMBURU

Pedro y Matilde forman una familia cristiana bendecida por Dios con catorce hijos. Viven en un caserío guipuzcoano de Oyarzun. Josefa Joaquina, que es la mayor, nace el 2 de julio de 1897. Se distingue desde muy niña por su inteligencia y sentido de responsabilidad. Aprende de sus padres el amor al trabajo y, sobre todo, a servir a Dios, a amarle con todo su corazón y hacer felices a cuantos la rodean. Pone una escuela en su casa para que los niños de las cercanías aprendan la doctrina cristiana y tiene una gran paciencia con ellos. Siempre ha deseado la vida religiosa y, como sus deseos aumentan de día en día, comunica a sus padres la decisión. Ellos le conceden el permiso con gran pena pero felices de tener una hija consagrada al Señor.

Desde pequeña había llamado la atención por su amor a la Virgen, a la que se había entregado como esclava y es en la víspera de la Inmaculada de 1924 cuando ingresa en el Primer Monasterio de la Visitación de Santa María en Madrid. Cuando la Comunidad se refugió en Oronoz en 1931 ella, que era Hermana externa, se multiplicaba para conseguir todo lo que se necesitaba. Su rostro afable, su bondad y simpatía gana todos los corazones y pronto se hizo popular en aquel pueblecito y sus contornos.

En 1936, el Señor le pidió quedarse en Madrid y este sacrificio fue aún más costoso cuando vio partir con la Comunidad a su hermana María, que había ingresado también en el Monasterio hacía dos años. En el refugio contagió alegría a las Hermanas en medio de un clima de oración, sacrificio y cálida fraternidad. Sabían el peligro que corrían, pero deseaban continuar juntas y se prepararon para el inminente martirio velando toda la noche, en profunda intimidad con el Señor. Se la veía impaciente “volaba de fervor”, dicen los testigos: “Todavía estamos aquí, Carmen, el Señor no nos quiere todavía, pero ya llegará...” Y llega “su hora”. Su vida concluye inmolada en aras del Amor más puro y perfecto. La alegría santa y el gozo coronan su fortaleza martirial.

BEATA MARÍA CECILIA CENDOYA ARAQUISTAIN

Antonio e Isabel trajeron al mundo a la pequeña Mª Felicitas el 10 de enero de 1910, en Azpeitia (Guipúzcoa). Crece feliz al lado de sus hermanos. Sus padres imprimen en el corazón de sus hijos el santo temor de Dios y una sólida piedad.

Su madre decía que tenía algo distinto que las demás, sin embargo cuando le manifestó el deseo de ser religiosa, le dijo: “-¿Tú monja, con ese genio…? Tienes que corregir ese genio si quieres ser monja” y recordaba que cambió desde ese momento.

Decidida y alegre, a sus veinte años ingresa en el Primer Monasterio de la Visitación de Madrid, el 9 de octubre de 1930. En su toma de hábito recibe el nombre de Mª. Cecilia. Su temperamento vivo contrastaba con su carácter amable, sencillo, humilde, abnegado y muy servicial. “-Era el ángel de las pequeñas prácticas”, solían decir las hermanas.

Desde el principio sufre todas las consecuencias de la persecución religiosa: disturbios, votaciones, quemas de Iglesia y Conventos, dispersión de su Comunidad, etc. Durante estos años tiene muchas oportunidades de ir con su familia, pero por amor a Jesús y a su vocación nunca acepta las propuestas y siempre dijo con tesón que no quería marcharse por nada del mundo. Fue la Hermana que más sufrió, era la más joven y no llevaba mucho tiempo en el convento, no conocía a nadie y además no sabía expresarse bien en castellano, todo ello le hizo más penosa su soledad última, aunque Dios velaba por ella y la colmó de fortaleza.

NOCHE DE GETSEMANÍ

Dejamos a las siete Hermanas, en el atardecer de este 17 de noviembre en su refugio, conscientes de la realidad inmediata de riesgo mortal en que viven. Esta noche, no dormirán. La pasarán vigilia de oración, personal y comunitaria.

Faltan dos actos: el primero, tendrá lugar pasado mañana mismo en plena calle, en la esquina de López de Hoyos con Velázquez. El segundo, nos llevará hasta el 23 de noviembre. Siete salesas van a dar la vida por Cristo. No se la quitan, ellas la ofrecen.

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