Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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El día después de la JMJ

por Agustin Conde

De vuelta ya del verano y una vez reposado todos los sentimientos que afloraron durante la semana de la JMJ es necesario, primero de todo, dar gracias a Dios por todo lo ocurrido en aquella semana y seguir pidiendo por los frutos que seguro que no dejarán de surgir durante mucho tiempo.
Yo he tenido la enorme suerte de participar en la JMJ como voluntario de la Sección de Discapacitados (Sección que, por primera vez, se organizaba en una JMJ). Después de todos los nervios, las incógnitas y los lógicos desórdenes que un evento como éste puede suscitar, tengo que decir que la organización fue excelente y, desde luego, mucho mejor de lo esperado.
Lo que más me impresionó de todos esos días fue el ambientazo que había en Madrid esa semana: era un Madrid diferente, lleno de jóvenes católicos con una alegría, una educación y unas ganas de vivir absolutamente envidiables. Esa era la Juventud del Papa, como no paró de escucharse durante todos los días y de la que el mismo Benedicto XVI dijo sentirse orgulloso. Esos días Madrid hervía plagado de camisetas amarillas y mochilas de peregrinos que, junto con todos los  curas, monjas y resto de consagrados creaban un ambiente totalmente diferente al que solemos estar acostumbrados.
Fue absolutamente emocionante el ver el Parque del Retiro, tomado por grupos de jóvenes que querían participar de las actividades que allí se organizaron (los stands de la Feria de las Vocaciones, los Confesionarios, la Carpa de la Adoración, la Carpa del Discapacitado…), pero también fue algo digno de ver y de vivir la calle Fuencarral con su oferta de películas de las que te llenan el corazón, o las actividades que se realizaron en el Estadio Santiago Bernabéu, en el Estadio de Vistalegre o las decenas de parroquias que cada mañana se llenaban para recibir las catequesis. Fueron tantísimos los actos culturales, artísticos, deportivos y, por supuesto, religiosos, que dudo que nadie tuviera tiempo de poder vivirlos todos.
Sin embargo, lo que desde luego más impactaba, era la participación de todos esos miles de jóvenes en los actos centrales. En todos ellos se cuadruplicaron las expectativas más optimistas que se habían calculado, de acuerdo con el número de peregrinos inscritos previamente. Desde la Misa de Inauguración, presidida por el Cardenal Rouco, hasta la Misa de Clausura en Cuatro Vientos, todos esos actos fueron una mezcla de recogimiento, fervor, alegría y profundo amor a la Iglesia, que es la que nos convocaba.  
A destacar, sin duda, el preciosísimo Via Crucis para el cual el Paseo de Recoletos se engalanó de los mejores Pasos de la Semana Santa española. Y, posteriormente, fue también impresionante la Procesión que se organizó cuando todos ellos empezaron a marchar en dirección a la Puerta del Sol.
Y, por supuesto, como colofón, los actos que tuvieron lugar en Cuatro Vientos, donde la masa de peregrinos aguantó pacientemente, mejor dicho, cristianamente, tanto el calor, como el frío y la lluvia, puesto que de todo hubo esos dos días.
Fueron tan anecdóticas, ridículas y reducidas las concentraciones y críticas que se produjeron esos días en contra de la JMJ, que creo que no son dignas ni de mención, sino sólo por el hecho del profundo respeto y tolerancia que los jóvenes católicos mostraron ante dicha mínima minoría que no pensaban como ellos.
He de reconocer que estuve toda esa semana con las lágrimas a flor de piel. Ha sido una experiencia cansada, no en balde teníamos que estar  disponibles desde por la mañana para acompañar a los discapacitados que teníamos a nuestro cargo a lo que necesitaran, pero tan absolutamente gratificante, que creo que, todos los que estuvimos allí, la recordaremos por el resto de nuestras vidas.
¡¡Gracias Santidad!! por venir a nuestra ciudad y, por lo menos por unos días, cambiarla radicalmente, haciendo de ella un templo vivo y lleno de jóvenes; gracias a todos los responsables que han estado durante meses volcados en la organización de toda la JMJ y, por supuesto, gracias a los centenares de miles de jóvenes que, a pesar del calor de Madrid en el mes de agosto, han querido visitarnos, cambiar nuestra ciudad y hacernos vibrar con sus alegrías y esperanzas.
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