Viernes, 29 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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El valor del culto eucarístico fuera de la Misa

por Javier Sánchez Martínez

En la reserva eucarística se manifiesta de nuevo, de modo admirable, que Dios es el Dios-con-nosotros, presente “entre las casas de sus hijos e hijas” (Christifideles Laici, 26): esa cercanía real del Señor eucarístico suscita la devoción, la plegaria, la adoración, el encuentro personal que enriquece la vida del cristiano, pero también la vida de cada comunidad eclesial. Recogiendo una preciosa cita de la encíclica Mysterium fidei, el RCCE n. 2 dice: 
 
 
“Porque Cristo, el Señor, que «se inmola en el mismo sacrificio de la misa cuando comienza a estar sacramentalmente presente como alimento espiritual de los fieles bajo las especies de pan y vino», también «una vez ofrecido el sacrificio, mientras la Eucaristía se conserva en las iglesias y oratorios es verdaderamente el Emmanuel, es decir "Dios-con-nosotros". Pues día y noche está en medio de nosotros, habita con nosotros lleno de gracia y de verdad»”. 
 
Por eso es importante, tal como quiere el Ritual, tal como lo demanda el sentido común y la finura pastoral, que las iglesias, guardando el silencio sagrado, permitan la oración personal y que estén abiertas un tiempo amplio cada jornada: “Cuiden los pastores de que, a no ser que obste una razón grave, las iglesias en que, según las normas de Derecho, se guarda la santísima Eucaristía, estén abiertas diariamente durante varias horas en el tiempo más oportuno del día, para que los fieles puedan fácilmente orar ante el santísimo Sacramento” (RCCE 8). ¡Y esto es ya un ejercicio pastoral y es apostolado eucarístico!
 
    El n. 4 de la Instrucción Eucharisticum Mysterium plantea una conclusión, en cierto modo, lógica de cuanto ha ido exponiendo: se trata de la catequesis o de la formación del espíritu de los fieles cristianos. Si los principios teológicos y pastorales no penetran en el alma de los fieles y moldea su vivencia eucarística, se habrán quedado en bellas y banales palabras. Éste es entonces uno de los fines de la EM: “se tengan a mano los principios más generales que hay que enseñar al pueblo en la catequesis del misterio eucarístico” (n. 4). 
 
La catequesis e instrucción a los fieles se regirá por un principio de totalidad, es decir, exponer los principios de la doctrina católica sobre la Eucaristía y el culto eucarístico, pero, como ya se señaló, “hay, pues, que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud; tanto en la celebración misma de la misa como en el culto de las sagradas especies que se reservan después de la misa para prolongar la gracia del sacrificio” (EM 3g), “Conviene, en efecto, que el misterio eucarístico, considerado en su totalidad bajo sus diversos aspectos, brille ante los fieles con el esplendor debido, y que se fomente en la vida y en el espíritu de los fieles la relación que, según la doctrina de la Iglesia, existe objetivamente entre los aspectos de este misterio” (EM 2), así como el mismo RCCE: “hay que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud” (n. 4) aunque en los números del Ritual que estamos considerando (nn. 1-8) no se refiere explícitamente a la formación de los fieles.
 

    Queda clarísima la importancia de la adoración eucarística en razón de la presencia real y sustancia de Cristo en el Sacramento; adoración en el culto eucarístico y adoración en el culto a la Eucaristía, en mutua y dependiente relación. Una mala comprensión del misterio eucarístico se polarizará en una dimensión en exclusiva y desechará otras, y así ha pasado con la adoración eucarística fuera de la misa, que ha desaparecido en muchas parroquias y comunidades. Pero olvidar la adoración eucarística es empobrecer la consideración del misterio eucarístico y rehusar el considerarlo en su plenitud, impidiendo que los fieles pueden beber ahí la fuente de la Vida y gozar de la Eucaristía que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia. No en vano, ya lo subrayábamos, el RCCE insistía tanto en la exposición eucarística, como en algo tan simple –que se ha perdido- de que las iglesias estén abiertas varias horas durante el día para facilitar la oración personal ante el Santísimo Sacramento. Pensemos también en las iglesias de conventos y monasterios: ¡cuánto bien pueden hacer si abiertas sus puertas ofrecen la oportunidad de horar con el Señor expuesto!, aunque esto les conlleve algún sacrificio y turnos de adoración en las monjas.
 
La verdadera pastoral a veces se convierte en pequeñas cosas como ésta (tener abierta la iglesia, exponer el Santísimo varias horas a la semana, etc.) que hacen un bien enorme, en vez de complicadas programaciones pastorales y órganos consultivos y de revisión.

La adoración eucarística, el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, es ya pastoral, porque permite el encuentro personal con Cristo que cambia la vida.

No basta exponer el Santísimo, rezar el rosario y dar la bendición en seguida, sin dejar espacios de silencio. Cuantas más horas a la semana esté expuesto el Señor, mejor. ¡Qué bendición son las capillas de la Adoración eucarística perpetua que proliferan ya por España! Sumemos siempre horas a la adoración de nuestras parroquias... y crecerá la vitalidad apostólica.

Sumo a esto que, además, muy bien podría estar el sacerdote en su confesionario en lugar de tertulias varias. Esto y la adoración eucarística son importantes para la vida de los católicos que quieran crecer en Cristo, aunque algunos ironicen, sean sarcásticos, mordaces...
 
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