Sobrevivir o vivir de la esperanza
Ya se han celebrado las tres primeras Congregaciones en el Aula del Sínodo, presididas por el Papa. Su Beatitud Antonios Naguib, Patriarca de Alejandría de los Coptos (Egipto), relator general del sínodo, en la primera, leyó la Relatio ante disceptationem (informe que precede a la discusión). Como sirve de introducción para adentrarse en los temas específicos, destacamos de su intervención:
Historia y memoria
“El conocimiento de la historia del cristianismo en Oriente Medio es importante para nosotros mismos, pero también para el resto del mundo cristiano. (...) Nuestras Iglesias, bendecidas por la presencia de Cristo y los Apóstoles, fueron la cuna del cristianismo y las primeras generaciones cristianas. Por esta razón, su vocación específica es la de mantener viva la memoria de los orígenes, reforzar la fe de sus fieles y vivificar en ellos el espíritu del Evangelio, para que guíe sus vidas y sus relaciones con los demás, cristianos y no cristianos. (…) En sus países, los cristianos son ‘ciudadanos nativos’, miembros de pleno derecho de su comunidad civil. Están en su casa, a menudo desde hace muchísimo tiempo. Su presencia y participación en la vida del país es una riqueza preciosa, que hay que proteger y preservar”.
Desafíos
“Las situaciones político-sociales de nuestros países tienen repercusiones directas sobre los cristianos, que experimentan con mayor fuerza las consecuencias negativas. En los Territorios palestinos la vida es muy difícil, a veces insostenible. La posición de los cristianos árabes es muy delicada. Condenamos la violencia de cualquier proveniencia y reclamamos una solución justa y duradera del conflicto israelí-palestino, expresamos nuestra solidaridad para con el pueblo palestino, cuya situación actual favorece el fundamentalismo. Escuchar la voz de los cristianos del lugar podría ser valioso para comprender mejor la situación. El estatuto de Jerusalén debería tomar en cuenta su importancia para las tres religiones: cristiana, musulmana y judía.
(...) La promoción de los derechos humanos exige paz, justicia y estabilidad. La libertad religiosa es un elemento esencial de los derechos del hombre. La libertad de culto es sólo un aspecto de la libertad religiosa. En la mayor parte de nuestros países está garantizada por las constituciones, pero aun en esos casos, en algunos países, algunas leyes o prácticas limitan su aplicación. Otro aspecto es la libertad de conciencia, basada en la libre elección de la persona. Su ausencia pone trabas a la libre elección de quienes desearían adherir al Evangelio, por temor a represalias contra sí mismos y sus familias. No puede existir ni desarrollarse sino en la medida en que crece el respeto por los derechos del hombre en su totalidad e integridad. La educación en este sentido es un aporte valioso al progreso cultural del país, para una mayor justicia e igualdad ante la ley. La Iglesia católica condena con firmeza todo proselitismo. Los numerosos institutos educativos de que disponen nuestras Iglesias son un instrumento privilegiado para promover esta educación. Los centros hospitalarios y de servicios sociales también constituyen un testimonio elocuente del amor al prójimo, sin distinción ni discriminación alguna.
Actualmente la emigración se ha acentuado en nuestros países. Las principales causas son: el conflicto israelí-palestino, la guerra de Irak, las situaciones políticas y económicas, el crecimiento del fundamentalismo islámico y las restricciones de las libertades y la igualdad. Los jóvenes, las personas instruidas y las personas pudientes se van en mayor número, privando a la Iglesia y al país de recursos muy valiosos".
Comunión, catequesis y liturgia
“Los signos principales que manifiestan la comunión en la Iglesia Católica son: el Bautismo, la Eucaristía y la comunión con el Obispo de Roma. (...) La catequesis debe tener en cuenta el contexto conflictivo de los países de la región. Debe consolidar a los fieles en la fe y formarlos para vivir el mandamiento del amor y para ser artífices de la paz, la justicia y el perdón. El compromiso en la vida pública es un deber que imponen el testimonio y la misión de construir el Reino de Dios. Todo ello requiere una formación para superar el confesionalismo, el sectarismo y las hostilidades internas, para ver el rostro de Dios en cada persona y colaborar conjuntamente para construir un futuro de paz, estabilidad y bienestar. (...) En nuestras Iglesias orientales, la Divina Liturgia está en el centro de la vida religiosa. Desempaña un papel importante custodiando la identidad cristiana, reforzando la pertenencia a la Iglesia, vivificando la vida de fe y suscitando la atención de quienes se encuentran lejos e incluso de quienes no creen. Es decir, constituye un anuncio y un testimonio importantes de una Iglesia que reza y no sólo obra”.
Ecumenismo y relación con el islam
“La acción ecuménica requiere comportamientos adecuados: la oración, la conversión, la santificación y el intercambio recíproco de dones, en un espíritu de respeto, amistad, caridad recíproca, solidaridad y colaboración. Estas actitudes deben ser cultivadas y alentadas a través de la enseñanza y los distintos medios de comunicación.
(…) Todos son conciudadanos, comparten el mismo idioma y la misma cultura y, asimismo, las alegrías y los sufrimientos. Además, los cristianos tienen la misión de vivir como testigos de Cristo en sus sociedades. (…) El Islam no es uniforme: presenta una diversidad confesional, cultural e ideológica. Dificultades en las relaciones entre cristianos y musulmanes surgen del hecho que, en general, los musulmanes no distinguen entre religión y política. Es ésta la fuente del malestar de los cristianos, porque se sienten en una situación de no ciudadanos, aunque se encuentren en su patria, en sus países desde mucho antes que el Islam. Necesitamos un reconocimiento que pase de la tolerancia a la justicia y la igualdad, basado en la ciudadanía, la libertad religiosa y los derechos humanos”.
Papel del cristiano
“Todos los ciudadanos de nuestros países deben enfrentarse juntos a dos desafíos principales: la paz y la violencia. Las situaciones de guerra y conflicto que vivimos generan violencia y son explotadas por el terrorismo mundial. Occidente es identificado con el Cristianismo y las decisiones de sus Estados son atribuidas a la Iglesia.
En nuestras sociedades, la influencia de la modernización, la globalización y el laicismo tiene repercusiones sobre nuestros cristianos. (...) La igualdad de los ciudadanos está afirmada en todas las Constituciones. Pero, en los Estados con mayoría musulmana, el Islam es, excepto en pocos casos, la religión de Estado y la sharia es la fuente principal de la legislación. En algunos países o regiones se aplica a todos los ciudadanos. (...) La libertad de culto está reconocida, pero no la libertad de conciencia. Con la expansión del integrismo, los ataques contra los cristianos se multiplican. (…)
La aportación específica del cristiano a su sociedad es insustituible. Con su testimonio y su acción, enriquece los valores que Cristo ha aportado a la humanidad. Muchos de estos valores son comunes a los de los musulmanes, lo cual ofrece la posibilidad y el interés para promoverlos en común. La catequesis debe formar creyentes que sean ciudadanos activos. El compromiso social y político desprovisto de los valores del Evangelio es un testimonio en contra de ellos. (…) El servicio a los demás, y no la pertenencia confesional, es el elemento que caracteriza nuestra identidad como cristianos. Nuestra tarea primordial es vivir la fe, dejar que hablen nuestras acciones, vivir la verdad y proclamarla en la caridad, con coraje, y practicar la solidaridad en nuestras instituciones.”
En la conclusión, dijo del futuro: "Los contextos actuales son fuente de dificultades y preocupación. Animados por el Espíritu Santo y guiados por el Evangelio, nos enfrentamos a ellas con la esperanza y la confianza filial en la Divina Providencia. Hoy somos un ‘pequeño resto’, pero nuestro comportamiento y nuestro testimonio pueden hacer de nosotros una presencia que cuenta en estos contextos. (...) Frente a la tentación del desánimo, debemos recordar que somos siempre discípulos de Cristo resucitado, que ha vencido el pecado y la muerte. (…) Nuestras Iglesias necesitan creyentes testigos, ya sea a nivel de los pastores que de los fieles. El anuncio de la Buena Noticia no puede ser fecundo si los obispos, los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los laicos no están inflamados por el amor de Cristo e iluminados por el celo de darlo a conocer y amar. Confiamos en que este Sínodo no será un mero evento pasajero, sino que permitirá realmente que el Espíritu ponga en movimiento a nuestras Iglesias".
De la segunda y tercera congregaciones destacamos el tema de la responsabilidad del resto de la cristiandad católica en las dificultades de nuestros hermanos de Oriente Medio. Se han escuchado palabras duras de examen de conciencia que invitan a la responsabilidad: “¿Sabemos expresar de forma eficaz nuestro apoyo a los cristianos de Oriente Medio?”, y, también: “Podría decirse que estamos esperando el día en que el mundo, como espectador, y la indiferencia de la Iglesias occidentales se queden observando la ‘muerte’ de los cristianos de Oriente”.
El arzobispo Elías Chacour, de San Juan de Acre, de los greco-melquitas, ha dicho: “En los veinte últimos siglos parece como si nuestros cristianos de Tierra Santa hubiesen sido condenados y tuviesen el privilegio de compartir la opresión, la persecución y el sufrimiento con Cristo. (…) Como arzobispo de la mayor comunidad católica en Tierra Santa, la Iglesia católica melquita, les invito y ruego al Santo Padre para que se dedique cada vez más atención a las piedras vivas de Tierra Santa. (…) Estamos en Galilea desde tiempos inmemoriales. Ahora estamos en Israel. Deseamos permanecer donde estamos y tenemos necesidad de amistad más que de dinero”.
El arzobispo Louis Sako, de Kirkuk (Irak), de los caldeos, ha dicho también a este respecto: “El mortal éxodo que aflige a nuestras Iglesias no se podrá evitar. La emigración es el mayor desafío que amenaza a nuestra presencia. Las cifras son preocupantes. Las Iglesias Orientales, y también la Iglesia Universal, deben asumir las propias responsabilidades y hacer, con la comunidad internacional y las autoridades locales, elecciones comunes que respeten la dignidad de la persona humana. Elecciones que se basen en la igualdad y en la plena ciudadanía, con compromisos de asociación y de protección. La fuerza de un Estado se debe fundar en la credibilidad cuando aplica las leyes al servicio de los ciudadanos, sin discriminación entre mayoría y minoría. Queremos vivir en paz y libertad, en vez de sobrevivir”.
Y, por último, reseñamos lo que expresó el arzobispo Paul Youssef Matar, de Beirut, de los maronitas: “La responsabilidad de los cristianos occidentales y el mundo: deben conocer mejor a sus hermanos y hermanas de Oriente Medio para ser más solidarios con sus causas. También deberían ejercer presión sobre la opinión pública, así como a sus gobernantes para restablecer la justicia en las relaciones con Oriente Medio y el Islam, y ayudar a liberar al mundo del fundamentalismo y guiarlo a la moderación”.