A menudo hemos entrado en la iglesia a través de la puerta, y en cada ocasión ésta ha dicho algo. ¿Lo hemos percibido? (...)
Cuando pasas a través de su marco y estás interiormente despierto, entonces sientes: ahora abandono lo exterior, penetro en algo interior. (...)
La puerta se encuentra entre el exterior y el interior, entre el mercado y el santuario, entre lo que pertenece a todo el mundo y lo que pertenece al Dios sagrado. Cuando uno atraviesa la puerta, ésta le dice: deja afuera pensamientos, deseos, preocupaciones, curiosidad, vanidad, porque no les corresponde entrar. Deja Afuera Todo lo que no es sagrado. Purifícate, penetras en el santuario. (…) ¡No deberíamos pasar precipitadamente por la puerta!