Anna Arco, vaticanista británica, colaboradora de numerosas publicaciones especializadas, ha confesado sufrir “PPD", es decir, Post Papal Depression.
Quizás, en la gigantesca mole de artículos escritos en estas horas para hacer un balance de los cuatro días de Benedicto XVI en el Reino Unido, no hay chiste mejor para dar una medida, aunque inmediata, de cuál ha sido la dimensión del éxito pastoral, eclesial, espiritual y humano de la visita del Papa.
Los primeros sorprendidos de un éxito tan grande, según escribe hoy Fiona Ehlers en Der Spiegel (online), no siempre cariñoso con Benedicto XVI, son los ciudadanos del Reino Unido. De un extremo al otro del tejido social británico serpentea, incluso entre los críticos (y a pesar de sus “peros”) una sola idea, la de Damian Thompson en The Telegraph: "Un verdadero triunfo personal".
¿Por qué? Las razones son muchas, pero la primera es una sola: los británicos han visto “las cosas como son”, la verdad, y ya no lo que cierto periodismo muy elegante, culto y de firma ha visto durante algunos meses; a veces contra toda evidencia y no siempre respetando la verdad.
Han "visto" al Papa (centenares de miles de cerca, y unos cuantos millones a través de la televisión). Han “escuchado hablar” al Papa, en diversas circunstancias, y sobre muchos temas que son importantes para las personas sencillas que tienen sed de pensamiento y de seriedad. Después, hay otra razón que no debe minusvalorarse: la sociedad británica, como todas las demás sociedades europeas, atraviesa un periodo, ya muy largo y devastador, de superficialidad existencial, y siente profundamente, con dolor y aflicción, la falta de un proyecto, de futuro, de utopía, en una palabra: de humanidad (y de humanismo), dentro de la que cada uno es persona y no sólo ciudadano, elector, usuario o consumidor.
Benedicto XVI no ha ido a conquistar votos; a vender perfumes o coches de gran cilindrada; a promover un improbable formato televisivo o a decir lo contrario de lo que piensa.
En fin, como dijo su portavoz, padre Federico Lombardi, fue a proponer “el mensaje de la fe como algo positivo", a proponer reflexiones para poder discernir, para poder comprender la situación en la que nos encontramos hoy históricamente como sociedad, como mundo, ante los grandes desafíos de hoy y del futuro, a qué valores podemor orientarnos, a los riesgos también de perder la orientación a los valores esenciales".