Los cristianos no deben dudar en proclamar la unicidad de Cristo, dijo ayer Benedicto XVI al líder de la Comunión Anglicana. Pero aunque la Iglesia está llamada a ser inclusiva, esto no debe hacerse a expensas de la verdad cristiana.
El Papa hizo esta reflexión durante su encuentro con el arzobispo Rowan Williams de Canterbury en el Palacio de Lambeth.
A pesar de hablarse de las tensiones entre anglicanos y católicos durante el período previo al viaje, la reunión entre ambos líderes puso de manifiesto su amistad y compromiso ecuménico común.
El Pontífice, de hecho, señaló su intención de no "hablar de las dificultades que el camino ecuménico ha encontrado y sigue encontrando".
“Más bien, quiero unirme a ustedes en acción de gracias por la profunda amistad que ha crecido entre nosotros y por el notable progreso llevado a cabo en muchos ámbitos del diálogo durante los cuarenta años transcurridos desde que la Comisión Internacional Anglicano-Católica comenzó su labor”.
“Encomendemos los frutos de ese trabajo al Señor de la mies, confiando en que bendiga nuestra amistad con un crecimiento significativo adicional”, añadió el Papa.
La Comunión Anglicana se enfrenta a profundas desavenencias internas sobre dos cuestiones principales: el papel de la mujer, especialmente en el ministerio episcopal, y los problemas morales relacionados con la actividad homosexual, incluida la posibilidad de "matrimonios" homosexuales, y de homosexuales activos en el ministerio.
En noviembre del año pasado, Benedicto XVI escribió una constitución apostólica, Anglicanorum Coetibus, que permite crear ordinariatos personales para los anglicanos que desean entrar en grupos en la plena comunión con la Iglesia católica.
Sin embargo, el discurso del Papa se centró en el recorrido hacia una mayor unidad entre las dos confesiones cristianas. Señaló una referencia del arzobispo Williams a una reunión de hace casi 30 años entre sus predecesores, el papa Juan Pablo II y el arzobispo Robert Runcie.
“Allí, en el mismo lugar donde Santo Tomás de Canterbury dio testimonio de Cristo con el derramamiento de su sangre, rezaron juntos por el don de la unidad entre los seguidores de Cristo. Continuamos hoy orando por este don, conscientes de que la unidad que Cristo deseó fervientemente para sus discípulos sólo llegará en respuesta a la oración, a través de la acción del Espíritu Santo, que renueva sin cesar a la Iglesia y la conduce a la plenitud de la verdad”, dijo el Pontífice.
Benedicto XVI reflexionó sobre la evolución del contexto del diálogo ecuménico desde que el Papa Juan XXIII y el arzobispo Geoffrey Fisher se reunieron en 1960.
La propia cultura se distancia cada vez más de sus raíces cristianas, observó, y hay una “creciente dimensión multicultural de la sociedad”, que trae consigo la oportunidad de encontrar otras religiones.
“Para los cristianos, esto nos abre la posibilidad de explorar, junto a los miembros de otras tradiciones religiosas, formas de dar testimonio de la dimensión trascendente de la persona humana y de la vocación universal a la santidad, poniendo en práctica la virtud en nuestra vida personal y social”, reflexionó el Papa. Pero advirtió contra el riesgo de diluir la verdad cristiana.
“Los cristianos nunca debemos vacilar en proclamar nuestra fe en la unicidad de la salvación que nos ha ganado Cristo”, afirmó. “En fidelidad a la voluntad de Dios – aclaró – reconocemos que la Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana”.
Ahí está, señaló, “el dilema que afrontan cuantos están sinceramente comprometidos con el camino ecuménico”.
Benedicto XVI se refirió a continuación al cardenal John Henry Newman como un ejemplo para las relaciones ecuménicas. El cardenal Newman creció como anglicano y pasó la mitad de su vida en esa Comunión antes de convertirse a la Iglesia católica. El Papa beatificará al cardenal el domingo, en su último día en el Reino Unido.
En Newman, afirmó el Papa, “celebramos a un pastor, cuya visión eclesial creció con su formación anglicana y maduró durante sus muchos años como ministro ordenado en la Iglesia de Inglaterra”.
“Él nos enseña las virtudes que exige el ecumenismo: por un lado, seguía su conciencia, aun con gran sacrificio personal; y por otro, el calor de su constante amistad con sus antiguos compañeros le condujo a investigar con ellos, con un espíritu verdaderamente conciliador, las cuestiones sobre las que diferían, impulsado por un profundo anhelo de unidad en la fe”.
El Papa pidió al arzobispo Williams, en ese "espíritu mismo de la amistad", renovar “nuestra determinación de perseguir el objetivo de la unidad en la fe, la esperanza y el amor, de conformidad con la voluntad de nuestro único Señor y Salvador Jesucristo".