Con algunos minutos de retraso sobre el horario previsto, el Papa abandonó la reunión con los cardenales y obispos españoles presentes en Santiago de Compostela para dirigirse a la Plaza del Obradoiro, donde tendrá lugar la única misa que se celebra este sábado por la parte en la ciudad gallega. El pequeño recorrido en papamóvil fue jaleado por constantes gritos de los asistentes, en particular los jóvenes: «Benedicto, Benedicto» y «Ésta es la juventud del Papa». La plaza acoge seis mil personas sentadas y quince mil de pie, a las que se unen cerca de doscientas mil en las calles de alrededor siguiendo la celebración mediante pantallas.
«Necesitamos una revitalización de nuestra fe, la conversión, porque hay heridas que sanar», dijo el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, en las palabras que dirigió al Pontífice antes del inicio de la misa para mostrarle el apoyo de su diócesis al vicario de Cristo: «Cuando salga a faenar por los mares del mundo con la barca de Pedro, sepa, Santidad, que tendrá cerca otra pequeña barca, la de Santiago, dispuesta a ayudarle en cuanto lo precise».
El Papa comenzó la misa en castellano, las lecturas se han hecho en gallego y en castellano, y el Evangelio en castellano también, continuando la utilización de ambas lenguas que está caracterizando las intervenciones durante la visita.
En su sermón a los peregrinos, el Papa comenzó destacando su satisfacción de hallarse en una Plaza tan llena de arte, cultura y fe, y recordó que Santiago Apóstol es el patrón de España.
Los apóstoles, dijo el Papa, dieron testimonio de Jesús, a quien conocieron cuando enseñaba y hacía milagros. Es mismo testimonio «claro y valiente» es el que debemos dar los cristianos hoy: «No hay mayor tesoro que podamos ofrecerle a nuestros contemporáneos», recalcó.
La aportación de la Iglesia a la construcción del mundo contemporáneo consiste en recordar que "Dios existe" y que todas las realidades humanas "son insuficientes padra el corazón del hombre". "Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se asentase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la realidad bíblica de Dios", dijo el Papa. Benedicto XVI refutó ese "paganismo" para el que Dios es envidioso o desprecia al hombre: "Dios es el origen de nuestro ser y de nuestra libertad. ¿Cómo va a fundarse el hombre mortal en sí mismo, y cómo va a reformarse el hombre pecador a sí mismo".
"Los hombres no podemos vivir a oscuras sin ver la luz del sol. ¿Cómo es posible que se le niegue a Dios, sol de las inteligencias, el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla?", se preguntó el Papa. Y pidió que el nombre de Dios no se tomase en vano, pidiendo a los cristianos la fidelidad en el silenco del trabajo, en el amor fraterno, en las dificultades que los años traen consigo.
"Europa ha de abrise a Dios, salir a su encuentro sin miedo", pidió Benedicto XVI con un tono similar al empleado en 1982 por Juan Pablo II en este mismo lugar.
"No dejéis de aprender las lecciones de Cristo, en las encrucijadas de la vida en las que Dios nos sale al encuentro como amigo", añadió el Papa.
"La Europa de la ciencia y de las tecnologías, de las civilizaciones y de la cultura, tiene que abrirse a la trascendencia, al Dios vivo y verdadero, que es el hombre vivo y verdadero. Velar por Dios y velar por el hombre desde la comprensión del hombre, se nos ofrece en Jesucristo", dijo el Pontífice.
Tras la misa, el Papa recibió al líder de la Oposición, Mariano Rajoy, y otras autoridades, y se dispuso a abandonar la ciudad, no en papamóvil sino en un sedán negro, camino del aeropuerto y de Barcelona, adonde llegará esta noche.