Cumpliendo a la perfección el horario previsto, el Papa entró por la Puerta de la Azabachería de la Catedral de Santiago a las 13.00 horas, tras un recorrido de once kilómetros desde el aeropuerto de Labacolla hasta la capital compostelana, durante el cual fue aplaudido por aproximadamente 40.000 personas.
Durante un recorrido de veinticinco minutos por el templo, entre continuas ovaciones de los fieles que lo abarrotaban, hizo una breve salida a la Plaza del Obradoiro, donde se desbordó el entusiasmo de los peregrinos.
Posteriormente dos mujeres le impusieron la esclavina negra de peregrino, y regresó a la catedral, entrando por la Puerta Santa para dirigirse a la tumba del Apóstol Santiago, patrón de España, ante la cual se arrodilló en oración durante unos minutos, antes de abrazar su imagen, según es costumbre.
A continuación tuvo lugar el segundo acto de la visita, con el discurso de acogida por parte del arzobispo de Santiago, Julián Barrio, que empezó en gallego, continuó en castellano y remató en gallego, elogió la labor de Benedicto XVI al frente de la Iglesia, «por la conversión y purificación de los hijos de la Iglesia», y agradeció especialmente su reciente carta a los seminaristas, momento que suscitó una gran ovación entre los presentes.
Cuanto tomó la palabra el Papa con unas palabras de agradecimiento a todos los presentes, y citó a los seminaristas, se produjo una ovación similar, mostrando la abundancia de jóvenes preparándose para el sacerdocio que ocupaban el templo.
Benedicto XVI hizo una exposición del sentido profundo de las peregrinaciones, y los tres destinos elegidos históricamente por los cristianos: Jerusalén, Roma y Compostela.
«Confirmar vuestra fe, avivar vuestra esperanza y confiar al Apóstol vuestros afanes» es la misión de la visita del Papa. «La Iglesia es ese abrazo de Dios en el que los hombres aprenden a abrazar a sus hermanos, descubriendo en ellos la imagen y semejanza divina, que constituye la verdad de su ser y de su genuina libertad», dijo el Papa retomando lo dicho en el aeropuerto.
La Iglesia está al servicio de la verdad y de la libertad, y ésta no es posible sin aquélla, afirmó Benedicto XVI, en su defensa de la concepción íntegra del hombre.
Animó a la Iglesia en España a «confesar la fe con alegría, coherencia y sencillez, en casa, en el trabajo y en el compromiso con los ciudadanos».
También pidió que los católicos recen a Dios para que «muchos jóvenes se consagren a Dios en el sacerdocio y en la vida consagrada». Finalmente agradeció a los católicos españoles «la generosidad con la que sostienen tantas instituciones de caridad y de promoción humana», palabras que también fueron recibidas con aplausos. Señaló cómo esa labor es útil a la sociedad, «como se ha puesto de acuerdo durante la actual crisis económica».
Benedicto XVI concluyó sus palabras en gallego, tras lo cual dirigió en castellano el rezo de un Padrenuestro. Después impartió una bendición a los presentes, y se retiró para almorzar con los cardenales y obispos españoles presentes, hasta las cuatro de la tarde, cuando se dirigirá hasta la Plaza del Obradoiro para oficiar misa.