Comprar ropa nueva, enseñar a hablar y andar, ir al médico, leer cuentos… Es ley de vida de todos los padres, pero Ron y Jane Brown lo saben especialmente: además de hacerlo con sus cuatro hijos biológicos, han criado y acogido a más de cien niños en adopción en su propio hogar durante 43 años. No les importaría seguir de no ser por su edad, y valoran a cada uno de ellos como si fuese único.
Les decían que no podrían tener más hijos, y tuvieron otros100
Jane, de 75 años, siempre fue hija única y quiso tener una gran familia. Ron tiene 78 y, por el contrario, siempre fue el segundo de siete hermanos y menos ambicioso que su mujer.
La historia de este matrimonio es una en la que apuestan y persiguen sus objetivos pese a todos los riesgos y dificultades que puedan suponer.
Comenzó en el parto de su primer hijo, cuando Jane supo que tendría complicaciones cada vez más graves conforme tuviese nuevos embarazos. Tras el cuarto hijo, un nuevo embarazo podía suponer una muerte casi segura para Jane. No pudieron tener más hijos.
Poco después, el matrimonio residente en Minnesotta vio una respuesta a sus problemas para hacer crecer su familia en un anuncio de la organización benéfica Catholic Charities. “Necesitaban con urgencia gente que adoptase un niño”, contó Ron a SCTimes.
Una letra del abecedario para cada hijo
El matrimonio tenía el permiso para acoger niños de hasta doce años y decidió aprovecharlo. Los Brown estaban emocionados, especialmente por su convencimiento de que “lo niños profundizan el corazón de un hogar”. Desde hace años, esta frase ocupa una de las paredes de su hogar.
Para los Brown, la profundidad que han dado los hijos a su matrimonio es mucho más que un cliché y ha impregnado todo su hogar.
El primer niño llegó en agosto de 1978, cuando los sistemas de adopción compartían muy poca información sobre su origen. De hecho, los Brown no sabían cómo se llamaba, y le pusieron Charlie.
Después empezaron a llegar más y más niños. “Nos volvimos bastante creativos”, confiesa el matrimonio, que después de Charlie usó las letras del abecedario para llamar a sus nuevos hijos. Al final fueron tantos que tuvieron que comenzar de nuevo con la A cuando dieron la vuelta completa.
Abrían las puertas de su hogar a los padres biológicos
Desde el primer niño, el matrimonio supo que quería una familia y un hogar abierto a los padres biológicos de todos los niños que acogiesen, para que supiesen dónde viviría su hijo. También iban a los hospitales a visitar a los padres de los niños que pocos días después entrarían en su hogar, donde también permitían reunirse a los padres e hijos.
“Son personas increíbles”, dijo la trabajadora social Dianne Delaney, “y realmente han sido héroes anónimos durante todos estos años, brindando el servicio a nuevos padres, padres adoptivos y agencias de adopción. Les daban la bienvenida a su hogar y el espacio que necesitasen para pasar el tiempo que quisieran con el niño”.
La familia cuenta que los primeros momentos siempre son emocionantes y difíciles, en especial para la familia que da a su hijo. Por ello, para ofrecer mayor tranquilidad, los Brown pedían una carta a los padres biológicos donde volcasen los gustos y hábitos del niño. “Queríamos que ese niño supiera en el futuro que fue amado todos los días de su vida”, contó Jane.
También querían mantener informados a los padres, para lo que compraban álbumes con regularidad, los llenaban con fotos de los niños y los enviaban a sus familias biológicas.
Ron y Jane, dos héroes anónimos para decenas de familias y niños que a día de hoy siguen siendo invitados a bodas y graduaciones de sus hijos adoptados.
Conocían las necesidades y gustos de cada uno de sus cien hijos
Cada nueva paternidad de los Brown comienza cuando conocen a la madre embarazada. “Desde ese momento, tienes nueve meses para cambiar de niño” y prepararlo todo, cuenta Jane.
Una vez llega el día, comienza la rutina: comprar ropa, mantas, enseñar a hablar, leer cuentos… además, incluyen preferencias personales, como la enseñanza musical o del lenguaje de señas a algunos de sus hijos adoptivos.
Otro de los pilares en la misión de los Brown es el doctor Tom Schrup, su pediatra “de toda la vida”. Actualmente es directivo médico de un hospital, pero ha llevado a gran parte de los niños acogidos por Ron y Jane.
A lo largo de décadas, “he podido ver lo en serio que se han tomado esta responsabilidad y lo cariñosos que eran con todos y cada uno de sus hijos”, dijo el médico.
Una de las cosas que más le llamó la atención al doctor fue el esfuerzo de la familia por comprender las necesidades concretas de cada uno. “Hacer eso por tantos bebés durante tantos años es un gran acto de amor”, explica. “Es absolutamente asombrosa la acogida a todos estos pequeños que necesitaban el cuidado de alguien”.
Invitados a las bodas y graduaciones de los que fueron sus bebés
Debido a su avanzada edad, los Brown dejaron la adopción de nuevos niños este verano.
A sus espaldas están más de cien historias de niños que un día encontraron en los Brown la familia y el hogar que les permitió salir adelante. Desde ahora, el matrimonio se dedicará a ver crecer a todos esos niños que han pasado por su hogar, y con los que siguen en contacto frecuente. Incluso les han invitado a algunas bodas y graduaciones.
“Si algo salió de todo esto es el ejemplo transmitido a nuestros hijos sobre la vida”, destaca la humilde y anciana Jane. Sin embargo, el doctor Schrup está convencido de que el bien hecho por la familia trascenderá durante mucho tiempo los límites de sus hijos biológicos. “No creo que [los Brown] comprendan el maravilloso regalo que les han hecho a estos bebés y a las personas en que se convertirán”.