A pesar de que la cultura sistémica ensalza el trabajo por encima de la familia y la realización individual por encima del matrimonio y de los hijos, la felicidad parece ir por otro camino.

Según un estudio de la Universidad de Chicago sobre una muestra de miles de norteamericanos, el mayor diferencial de felicidad según los parámetros considerados se da entre casados y no casados, con 30 puntos de distancia. El matrimonio es, pues, el principal factor predictor de felicidad desde un punto de vista sociológico, tanto para hombres como para mujeres.

“El estado marital es y siempre ha sido un marcador importante de felicidad”, explica Sam Peltzman, autor del estudio: “Esta diferencia [de 30 puntos] es estable en el tiempo y es independiente de que la inexistencia de matrimonio se deba a divorcio, separación, viudez o soltería”.

De ahí que la caída en la felicidad que se aprecia desde el principio del milenio apunta al matrimonio como principal responsable, en la medida, añade, en que “el reciente declive en el porcentaje de adultos casados puede explicarlo estadísticamente”.

La clara brecha de felicidad entre casados y no casados. Fuente: Sam Peltzman, 'La demografía sociopolítica de la felicidad'.

Curiosamente, el factor del nivel económico, que es fundamental en la percepción de la felicidad, no lo es tanto en sí mismo sino en relación al propio matrimonio. Así, al analizar este estudio, el psicólogo Jean Twenge explica que el menor nivel de felicidad que declaran los norteamericanos de menores ingresos y estudios más bajos está asociado al declive del matrimonio en esos estratos sociales, más pronunciado que entre las clases medias y altas.

A esto han contribuido las políticas públicas, señalan W. Bradford Wilcox y David Bass al comentar este estudio en Unherd, pues en Estados Unidos la sanidad pública o la fiscalidad “penalizan a las parejas con hijos si están casados”, en una auténtica guerra al matrimonio.

Del estudio de Peltzman se deduce que la mayoría de la población se siente razonablemente feliz. De los parámetros analizados, los que menos peso tienen son la edad (aunque crece la infelicidad de los mayores), el sexo y la ubicación geográfica;  los blancos son más felices que los negros, pero la distancia se reduce; es muy importante el factor económico, aunque muy vinculado al factor educativo; los conservadores son más felices que los progresistas, porque confían más en los demás o en las autoridades; y el factor diferenciador más importante, como se ha dicho, con un porcentaje de 30 puntos de diferencia, es el que separa a los casados de los no casados.