Edward Bub estaba en la JMJ de 1989 cuando fue a Lourdes a despedirse de la fe. Pero lo que sucedió fue lo contrario: Dios se enganchó con fuerza a su vida. Han pasado tres décadas, se casó con Helen, tuvieron 9 hijos, con enfermedades y dificultades. Miran atrás y agradecidos señalan que la fe y la oración son las fuerzas que han sostenido su matrimonio.
Una novia oficial de la Fuerza Aérea
Helen y Edward se conocieron entre aviones militares, una misa y cientos de miles de personas.
Ella era oficial de la Fuerza Aérea de Singapur y realizaba un entrenamiento en Brisbane (Australia) antes de asistir a una Eucaristía con el Camino Neocatecumenal, a la que también fue el mismo Edward.
Era 1988, y solo un año después peregrinaron juntos a la JMJ de Santiago de Compostela (España).
Edward era monaguillo y estaba en el coro de la Iglesia, pero el dolor y los problemas sin resolver por la muerte de su hermano en un accidente le llevaron a tomar la decisión de poner punto y final a su fe.
Así fue la JMJ de Santiago de Compostela, a la que acudieron Helen y Edward Bub cuando todavía eran novios.
Iba a dejar la Iglesia, pero Dios fue a buscarle
Estaba en la gruta de la Virgen de Lourdes cuando algo le impidió continuar.
“Sentí que Cristo venía a buscarme”, relató a Catholic Leader. “Realmente sentí Su presencia y me di cuenta de que aquellos sentimientos no resueltos tras la muerte de mi hermano me impedían ser libre. Dios me enseñó que la Iglesia estaba allí para curarme”, añadió.
Helen también tenía sus reservas para seguir adelante. Explica que se crio en Singapur, a más de 6.000 kilómetros de Edward, sobrellevando los estragos de la ruptura del matrimonio de sus padres.
“Tenía miedo y no quería terminar como mis padres”, explica. “Pero en un momento durante la peregrinación Dios me quitó ese miedo. Tuve una experiencia muy fuerte y me sentí llamada a casarme”, explica.
“Está bien: Dios, si quieres que me case, Tú me darás al hombre adecuado”, retó Helen.
Solo pasó un año desde la peregrinación hasta que Helen visitó Brisbane de nuevo y tras varios fines de semana, Edward le propuso matrimonio.
Edward y Helen tenían grandes miedos y dificultades para casarse cuando se sintieron llamados al matrimonio.
9 hijos, 4 nietos y una vida juntos: los frutos de su llamada
“Estuvimos rezando juntos y estaba todo bien”, dijo Edward. “Cristo nos llamó a amarle primero y después a hacer fructífero nuestro amor”, añadió. Se casaron en mayo de 1990.
30 años y 9 hijos después, observan que seguir unidos y la fe de su familia son los mejores frutos de ese amor.
“Que todavía estemos unidos es un regalo de Dios”, advierte Helen ante las múltiples dificultades y problemas que ha enfrentado su familia.
“Muchas veces [Edward y yo] no estamos de acuerdo, pero lo importante es que somos marido y mujer unidos por Dios. Puedo no estar de acuerdo con algunas decisiones que él puede tomar, pero después de hacer mis sugerencias, doy un paso atrás y rezo”, afirma.
Una enfermedad rara, muy común en la familia Bub
El dolor y la dificultad llamaron pronto a la puerta del matrimonio. En junio de 2007, su hijo mayor, Agustín, comenzó a quedarse ciego a los 11 años.
Fue solo el primero de los cuatro hermanos que perdieron la vista debido a una enfermedad muy rara, la neuropatía óptica hereditaria de Leber, que se transmite por herencia materna y afecta a una de cada 40.000 personas. Clement también perdió la vista a los 11 años y Fabian y Ambrose a los 18.
Los chicos no fueron los únicos. Las tres hijas de Edward y Helen, Catherine, Deborah y Cecilia, también sufrieron esta enfermedad.
La oración, un paraguas durante la tormenta
"Durante los peores momentos de nuestro matrimonio también rezábamos cada mañana, incluso si no podíamos decir nada más durante el día por el sufrimiento que atravesábamos. Sabíamos que había gente rezando por nosotros en esos momentos", explica el padre de familia. "La oración se convirtió en un paraguas para que las tormentas que venían no nos afectasen profundamente", añade.
Helen admite que durante la enfermedad de sus hijos pasó "por muchas emociones, altibajos y luchas espirituales", pero le consolaba saber que sus hijos "comprendían que la ceguera era la cruz que les dio su Padre celestial".
Recuerda como fue la reacción de Agustín cuando empezó a perder la vista un domingo por la mañana, mientras rezaban.
"Compartió con nosotros que Dios le amaba al darle esa cruz, que le fortalecería y le ayudaría. Me consoló cuando dijo eso, y muchas emociones y preocupaciones se asentaron", cuenta su madre.
Felicidad y éxito en la familia: "Dios da su recompensa"
Hoy, Catherine es una abogada que dirige su propio negocio. Deborah y Cecilia muestran un gran amor y cuidado en carreras más simples. Agustín es terapeuta muscular, está casado y tiene un hijo. Clement continúa estudiando. Fabián se dedica a los negocios y Ambrose siguió sus pasos para dedicarse a la economía. Los hermanos sanos, Sebastián e Isidore ayudan a sus hermanos siempre que lo requieren.
En lugar de abatirse, Edward y Helen han llevado a su familia a enfrentarse a estos desafíos que han cambiado la vida de sus hijos, y las suyas.
Pasados los años, la madre se muestra convencida de que sus hijos han recibido el don de la perseverancia y esto les ha permitido "ver hasta dónde los lleva Dios sin amargarse por su problema".
Siete de los nueve hijos de Edward y Helen se vieron afectados por la enfermedad, pero recibieron la perseverancia y la felicidad como "un don del Espíritu Santo".
"Puedes enfadarte con Dios, pero al final del día tienes que aprender a aceptarlo y seguir adelante al pasar de un mundo con visión a uno con ceguera. Esta perseverancia, para nosotros, es un don del Espíritu Santo", destaca Helen.
"Dios permite que todos los matrimonios y familias pasen por altibajos como lo ha permitido con la Iglesia a lo largo de la historia. Quiere que todos pasen por su momento de prueba para conocerlo", menciona Edward.
Helen sabe por su experiencia que "Dios da la gracia de serle fiel en la dificultad, pero también da la recompensa".
Hoy, la oración se ha convertido en el pilar de toda la familia, y desde que sobrellevan la enfermedad y la dificultad, Helen pide a María que acompañe a su familia. "Les digo a mis hijos: rezad el rosario, porque veréis que Nuestra Señora es real. Transmitid la fe a vuestros hijos".
Durante toda la enfermedad de sus hijos, Helen y Edward se mantuvieron firmes en la oración, y cada día animan a sus hijos a rezar el rosario.