Pedro Sánchez quiere que la primera ley que apruebe su Gobierno sea recordada. Pese a su minoría parlamentaria y el haber accedido a la presidencia sin unas elecciones, su objetivo pasa por tener una primera ley ideológica, y supuestamente progresista y social: la eutanasia.
El Partido Socialista presentó el proyecto estando en la oposición, y ahora ya en el Gobierno el texto ha llegado al Congreso, donde este martes ha sido admitida a trámite para su próximo debate y posible aprobación.
La eutanasia, más cerca en España
La propuesta socialista fue respaldada por la inmensa mayoría de los grupos: Unidos Podemos, Ciudadanos, ERC, PNV, PDeCAT, Compromís y EH Bildu. Sólo el PP se manifestó en contra. En total, estos partidos favorables a la eutanasia representan 211 de los 350 escaños del Congreso.
Sin embargo, la mayoría absoluta del Partido Popular en el Senado puede frenar, aunque sea temporalmente, este ímpetu pro-eutanasia, del nuevo Ejecutivo.
“Quiero que esta legislatura acabe con una ley de eutanasia en nuestro país y que sea reconocido como un servicio por parte de la sanidad pública, un servicio fundamental”, afirmaba Pedro Sánchez en El País este 24 de junio.
"Controles estrictos", ¿de verdad?
Pese a que la propuesta asegura que habrá “controles estrictos”, el PSOE prevé que se puedan acoger a la eutanasia y el suicidio asistido: pacientes con discapacidad grave; con sufrimiento físico y psíquico “intolerable, insoportable e irreversible”; o con una “altísima” dependencia de otras personas.
El proyecto del PSOE establece que los profesionales sanitarios implicados tengan derecho a la objeción de conciencia. Eso sí, la negativa a practicar eutanasias deberá quedar por escrito y anticipadamente. El Gobierno creará con esto un registro en el que quedarían señalados todos los profesionales objetores, es decir, disidentes.
Países como Bélgica y Holanda, o estados como el de Oregón en EEUU, llevan ya años con leyes de este tipo activas. Y si algo ha quedado claro es que los “controles estrictos” son papel mojado, dándose lo que se denomina “pendiente resbaladiza”. Se comienza la eutanasia con casos muy concretos y se va ampliando a personas con depresión, tristeza o soledad, e incluso llevándose por delante a personas que ni siquiera la han pedido. Informes oficiales de estos países y los testimonios de los propios familiares lo atestiguan.
Esta evolución tiene incluso asustados a los que fueron los padres de estas leyes. Es lo que ocurrió en Bélgica, donde el psiquiatra Boudewijn Chabot, promotor de esta normativa, asegura ahora que está “totalmente fuera de control”.
Pero si se atiende a la experiencia de estos pocos países los riesgos son todavía mayores. En Nueva Zelanda, por ejemplo, se han producido ya dos intentonas legislativas, que de momento fueron frenadas. Pero una tercera está en ciernes. Y por ello, grupos anti-eutanasia como Euthanasia Free New Zealand (Nueva Zelanda libre de eutanasia) ofrecen argumentos claros y concisos sobre los peligros de la legalización de esta ley pro-muerte. Estos son los 8 puntos que citan, analizando los casos de los países donde ya es legal, información muy útil ahora para el caso español:
1. Los controles no previenen el abuso de las leyes de eutanasia
Bélgica y Holanda presumen orgullosos siempre de los controles de sus leyes. Sin embargo, el número de eutanasias aumenta cada año, al igual que el número de casos y denuncias por haberse realizado sin permiso, o saltándose la ley, al no haber un consentimiento real y en conciencia del enfermo.
Por ejemplo, en septiembre de 2017 el doctor Ludo Vanopdenbosch, partidario de la eutanasia, dimitió de su cargo en Bélgica como miembro de la Comisión Federal para Control y Evaluación de la Eutanasia. “No quiero formar parte de un comité que viola deliberadamente la ley”, afirmaba. (Puede conocer mejor el caso aquí).
En Portugal, el pasado mes de mayo el Congreso rechazó por tan sólo cinco votos legalizar la eutanasia
2. Normalizar que los doctores maten, no curen
En estos países donde es legal la eutanasia, gran parte de los casos son llevados a cabo por los propios médicos de cabecera. Cada año aumenta el número de personas que se acogen a la eutanasia y sobre todo se ha abierto el abanico de posibilidades para pedir la eutanasia. Es lo que se conoce como la pendiente resbaladiza. Ya no sólo hay enfermos terminales, hay también enfermos mentales, personas con trastornos de adicción, depresiones, y casos de soledad, e incluso con desengaños amorosos. Cualquiera puede acogerse ahora a ella.
(Lea también: La eutanasia en Bélgica asusta incluso a sus partidarios: «Admitámoslo, no controlamos la ley»).
3. Pone en peligro los cuidados paliativos
Aunque los defensores de la eutanasia lo niegan, la realidad es que la extensión de la eutanasia repercute negativamente en los cuidados paliativos, que son desplazados del sistema. La Asociación Europea de Cuidados Paliativos ha criticado duramente el modelo de cuidados paliativos utilizado en Bélgica y Holanda. Los médicos de cuidados paliativos con más experiencia insisten en que pueden ayudar a sobrellevar el dolor y el sufrimiento de sus pacientes sin eutanasia.
Un megainforme sobre cuidados paliativos realizado por tres investigadores de la Universidad de Wollongong (Nueva Gales del Sur, Australia), sobre la base de la abundancia de datos que proporciona el sistema de cuidados paliativos australiano rompía los argumentos de la eutanasia y el suicidio asistido. (Más información sobre este informe aquí).
En un reciente comunicado, la Organización Médico Colegial de España se oponía al proyecto de ley de eutanasia planteado por el PSOE y pedía como algo realmente urgente “el acceso universal y equitativo a los cuidados paliativos de calidad en el Sistema Nacional de Salud”.
4. Un mensaje confuso sobre el suicidio
El suicidio se cobró en España el pasado año más de 3.600 vidas. Es un problema de grandes dimensiones pero al que las autoridades no saben cómo enfrentarse. Para ver la gravedad de la situación, vale comparar esta cifra con los 1.200 muertos por accidentes de tráfico, una cifra tres veces inferior..
Mientras se quiere atajar el incremento de los suicidios, una ley de eutanasia y de suicidio asistido permitiría a las personas deprimidas, solitarias o que no ven una salida a sus problemas a poder suicidarse con la ayuda del Gobierno. El Estado sería el cooperador necesario.
5. Personas que morirán por un diagnóstico o pronóstico equivocado
Incluso con la tecnología médica moderna que disponen los sistemas sanitarios de los distintos países, los médicos no pueden diagnosticar con precisión en todos los casos la evolución de la enfermedad terminal o el momento de la muerte. A muchas personas les han dicho que morirían en un tiempo muy corto, y luego vivieron mucho más. Sin embargo, con la eutanasia el resultado siempre es definitivo, no hay segundas oportunidades.
6. La eutanasia y el suicidio asistido no garantizan una muerte digna
Estudios en Oregón, Holanda y Bélgica reportan complicaciones imprevistas a la hora de administrar la eutanasia y el suicidio asistido. Alrededor del 10% de los casos de eutanasia y cerca del 30% en los de suicidio asistido han presentado estos problemas que suelen estar relacionados con convulsiones, ataques, vómitos, despertar del coma.
7. Abuso de los ancianos
En un mundo cada vez más envejecido, una de las principales razones ocultas para fomentar la eutanasia y el suicidio asistido es darle un sentido utilitarista. Los ancianos generan un gasto social no asumible para los Estados (pensiones, sanidad…). Hacerles creer que ya no son útiles, puede empujar a muchos a pedir el suicidio asistido.
En Oregón, por ejemplo, las solicitudes de suicidio asistido debido al dolor físico son menores que las que lo hacen por “pérdida de autonomía personal” o por no querer ser una “carga”. Además, llamaba mucho la atención en los medios de comunicación hace unos años cómo jubilados holandeses se iban a vivir a Alemania, junto a la frontera, por miedo a que les aplicaran la eutanasia sin su consentimiento.
8. La eutanasia da a los médicos un poder sin precedentes
Muchos médicos tienen ahora en sus manos el poder decidir sobre la vida o muerte no sólo de pacientes en estado terminal, sino de personas sanas o con problemas con una solución factible. De su buen hacer o no dependen muchas vidas. El doctor Patrick Wyfells es un médico de cabecera belga, y entre su trabajo está aceptar o no las peticiones de eutanasia. Afirma: “Estoy asustado del poder que tengo en este momento”.
(Lea también: La kafkiana eutanasia fácil en Bélgica: el comité «de control» lo dirige el principal eutanasiador)
Más información sobre este asunto en la sección Eutanasia.