España es uno de los últimos países que se han enganchado al fardo de la eutanasia, a pesar de todas las advertencias que llegaban desde los países donde lleva años legalizada, como Bélgica o los Países Bajos, donde ha quedado en evidencia el plano inclinado que conlleva su despenalización.
En Francia, donde aún no han cruzado la línea roja de la despenalización, la presión es fuerte para hacerlo, y muchos lo temen. Entre ellos, Henri de Sous, responsable del servicio de escucha SOS Final de la Vida de Alliance VITA, una plataforma que quiere poner en el centro del debate público galo la dignidad de la persona desde su concepción hasta su muerte.
De Sous, autor de un reciente libro sobre la eutanasia, considera que la experiencia ajena no invita precisamente al entusiasmo.
Un balance inquietante
Los partidarios de la eutanasia en Francia insisten mucho en el ejemplo de los raros países que han legalizado esta práctica, como Bélgica, Países Bajos o Canadá. Mencionan menos los países que han elegido el suicidio asistido, como Suiza o algunos estados de Estados Unidos.
Según ellos, allí donde la eutanasia ha sido legalizada, las reglas se aplican bien, se respetan las condiciones, no hay derivas. Bastaría con imitar a estos países, supuestamente modelos, porque "van por delante" en el sentido inevitable de la historia, al que todos los países deberán llegar tarde o temprano...
En una carta abierta a Emmanuel Macron publicada en febrero de 2021, Jean-Luc Romero-Michel, que en ese momento era el presidente de la Asociación para el Derecho a Morir con Dignidad (ADMD), creada en 1980, afirma: "En nuestros vecinos europeos que han legalizado la ayuda activa a morir, algunos desde hace ya veinte años, la distancia es lo bastante importante para demostrar que no hay derivas y que toda la población, incluso la que no desea utilizar este derecho, está contenta de que exista".
Para escribir mi libro El callejón sin salida de la eutanasia he estudiado en profundidad, a partir de cientos de hechos concretos, testimonios, estudios e informes oficiales, lo que pasa cuando un país legaliza esta práctica. Actualmente, hay una docena de Estados implicados en la eutanasia o el suicidio asistido, sobre unos doscientos que hay en el mundo. Su punto común es que la realidad no corresponde a la imagen ideal que quieren dar en el exterior.
Evolución de la eutanasia en Bélgica entre 2002 y 2020. El número de muertes se ha incrementado en un 11.000% en menos de veinte años.
Al cabo de unos pocos años, se pueden observar graves deslizamientos éticos. A continuación resumimos las principales derivas, las más inquietantes.
1. La eutanasia debía seguir siendo un acto excepcional.
Ahora bien, tiende a banalizarse progresivamente: en todos los países en los que ha sido legalizada, el número oficial de eutanasias o suicidios asistidos aumenta sin cesar.
De hecho, ya representan el 2,5% de los decesos en Canadá cuatro años después de su legalización; y casi el 5% de los de los Países Bajos al cabo de veinte años de su aprobación. El 5% de las muertes corresponderían en Francia a 30.000 eutanasias al año en los hospitales, en las residencias de ancianos o a domicilio: ¡más de 80 al día!
2. La legalización de la eutanasia debía llevar a la desaparición de los actos clandestinos.
Lo que se traduce, en realidad, en el mantenimiento de un gran número de casos no declarados.
En Bélgica, por ejemplo, según muchos estudios al menos una eutanasia de cada tres no se declara oficialmente. En realidad, lo único que hace la comisión de control es registrar las declaraciones que los médicos quieren darle. Además, esta comisión lo reconoce oficialmente en sus informes.
3. La práctica de la eutanasia solo debería afectar, por principio, a personas ancianas con enfermedades incurables y en el final de su vida.
Ahora bien, la realidad es que tiende a aplicarse incluso si no se está al final de la vida y a todas las edades, incluidos niños menores en algunos países.
En Canadá, por ejemplo, una condición esencial de la primera ley de 2016 era que la muerte debía ser "razonablemente previsible". A principios de 2021, apenas cinco años más tarde, otra ley suprime esta condición: ahora pueden acceder a ella persona con enfermedades incurables pero que no están en el final de su vida, incluidas personas discapacitadas.
En Bélgica, la ley fue modificada en 2014 para permitir la eutanasia de menores sin ningún límite de edad. Entre los primeros decesos, dos niños de 9 y 11 años.
4. La eutanasia legal debe limitarse a situaciones de sufrimiento insoportable y sin posibilidad de calmarlo.
Ahora se aplica también a personas ancianas que solo "están cansadas de vivir".
En los Países Bajos y Bélgica se debate esta ampliación desde hace varios años y, sin duda alguna, llegarán a ello. Incluso sin que haya enfermedad incurable ni sufrimiento insoportable, el objetivo es poder recibir la eutanasia a partir, por ejemplo, de los 75 años. En Suiza, el suicidio asistido se acepta con más facilidad debido a esta razón.
Diversos testimonios y reflexiones sobre la eutanasia, en un reportaje difundido por la Asociación Católica de Propagandistas a raíz de la aprobación de la ley española.
5. Los protocolos de eutanasia deben ser verificados de manera objetiva por el cuerpo médico y las comisiones de control.
La realidad es que no se controlan. De hecho, la medida del dolor físico y, sobre todo, del sufrimiento psicológico es eminentemente subjetiva. ¿Quién puede permitirse rebatir a la persona que afirma que su sufrimiento es insoportable?
Un solo ejemplo entre los múltiples casos mediatizados. Dos hermanos gemelos de 45 años, nacidos sordos y que perdieron la vista progresivamente, recibieron la eutanasia en Bélgica en 2012. El miedo a no poder ya ver fue considerado como un sufrimiento psíquico insoportable. ¿Es esto legítimo?
Se aborda aquí un punto fundamental: sean cuales san las supuestas condiciones estrictas incluidas en las leyes, las derivas han demostrado ser inevitables, porque el individuo es el único que juzga su sufrimiento. La sociedad debe inclinarse ante su libertad individual, considerada como la piedra angular de todo el sistema.
6. La decisión de recibir la eutanasia debía ser consecuencia de una decisión plenamente consciente, libre y meditada.
Ahora bien, estas decisiones se abren a enfermos que sufren de depresión, problemas psiquiátricos o demencia.
Los enfermos de Alzheimer son uno de los objetivos principales, porque pierden progresivamente su lucidez. En Canadá, por ejemplo, la última ley de 2021 permite que puedan recibir la eutanasia basándose en directivas anticipadas. En Bélgica y Suiza los detenidos pueden pedirla en lo que podría ser una nueva forma de pena de muerte.
7. El sistema de eutanasia debería conciliarse con un gran desarrollo de los cuidados paliativos.
Ahora bien, la realidad es que se traduce por la desviación de la naturaleza de este acompañamiento médico y humano. Crece la confusión entre "dejar morir" y "hacer morir", sobre todo con los procesos de sedación terminal.
En todos los países implicados, se considera la eutanasia como "el último cuidado paliativo", lo que conlleva una confusión dramática sobre los objetivos que se quieren alcanzar.
8. El recurso a la eutanasia no debería ser el objeto de una incitación directa o indirecta, familiar o médica.
Ahora bien, tiende a ser presentado como un gesto generoso y altruista que hay que promover, si está vinculada a la donación de órganos. En Benelux y en Canadá, ciertos médicos reclaman poder extraer los órganos del paciente antes de su muerte: la extracción de un corazón, por ejemplo, se convertiría en la causa del deceso, y no en su letal producto. En resumen, una eutanasia por extracción de órganos.
9. Por último, la legalización de la eutanasia no debería ser obstáculo a una libertad de conciencia real, ni para el establecimiento de cuidados y personal de atención médica.
Ahora bien, la eutanasia da lugar a un aumento de las presiones jurídicas y económicas, sobre todo respeto a las residencias de ancianos reticentes a organizar la eutanasia en sus establecimientos.
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¿Qué podemos concluir de este panorama tan preocupante?
Demuestra, es el punto clave, que los países que han abierto la caja de Pandora de la eutanasia son incapaces de dominarla.
Lejos de las intenciones iniciales defendidas -permitir la eutanasia en casos excepcionales de sufrimiento insoportable en el final de la vida-, estas legislaciones modifican profundamente, poco a poco, los valores culturales y las prácticas sociales.
Según el conocido refrán "porque es legal, es moral". La conciencia ética de los ciudadanos disminuye y tolera, acepta, es decir, desea esta evolución. La prohibición de matar ya no constituye un pilar fundamental de la vida en sociedad: ese dique protector cae, sobre todo para las personas más frágiles. Presionados por los familiares, los cuidadores, la sociedad, cada vez más personas frágiles se sentirán obligadas a plantearse la pregunta que, en el siglo pasado, era inimaginable: "¿No sería mejor que yo recurriera a la eutanasia?".
Traducido en los términos de nuestro lema nacional [libertad, igualdad, fraternidad], esto quiere decir que la libertad de algunos se habría impuesto en detrimento de la fraternidad hacia todos...
Traducido por Verbum Caro.