En 2016 el empresario Simon Binner viajaba hasta Suiza para acabar con su vida en la clínica Eternal Spirit aprovechando las facilidades legales que ofrecía este país, al que cada año acuden miles de personas para conseguir un suicidio asistido que está prohibido en sus países.

Este británico de 57 años padecía Esclerosis Lateral Amiotrófica, enfermedad que va paralizando el cuerpo hasta la muerte. “Como un coche usado, estoy agotado y ya no vale la pena invertir en el coste o las reparaciones", afirmaba este hombre justo antes de morir.

Una muerte grabada para la BBC

No sólo decidió acabar con su vida sino que fue a la clínica suiza acompañado de un equipo de la BBC que produjo un polémico documental que mostraba los últimos momentos de Simon, y en donde él utilizaba el argumento de que no quería ser una carga para sus seres queridos.

Simon da la mano a su esposa momentos antes de morir en Suiza

Junto a él estaba su esposa Deborah, que pese a no estar totalmente convencida, decidió viajar a Suiza y ver morir a su marido con una inyección que provocaría su suicidio asistido. Dos años después ella acaba de publicar un libro en el que critica amargamente la decisión que tomó Simon al igual que la que realizó ella misma.

En Yet Here I Am, Deborah asegura que “después de que Simon muriera, hubo muchos días oscuros. El equipo de filmación se fue y volví a la casa que habíamos compartido durante 14 años. Mientras la agitación de Simon había terminado, de alguna manera la mía apenas estaba comenzando”.

Las diferencias entre una muerte y otra

Pero además del testimonio de esta mujer se desprende otro elemento importante, y que hay que tener muy en cuenta tanto en este caso como en otros muchos. La forma de morir sí importa. Precisamente, tres años antes de que Simon decidiera acabar con su vida falleció una hija suya, Chloë, con tan sólo 18 años, debido a un cáncer.

Tras haber pasado por la muerte y el duelo de su hija por un lado  y de su marido por otro ella llega a la conclusión de que las dos muertes fueron muy diferentes. Tras la muerte de su hija Deborah cuenta que “pude pasar página lentamente en mí. Sabía que no había dejado piedra sin remover en una batalla todopoderosa para salvarla. Y al final, su muerte fue suave, gentil, acompañada y en casa. Cuando ella se estaba muriendo, me sentaba con ella, la abrazaba con mis brazos, la acariciaba su pequeña cabeza…”.

Chloë murió de cáncer, pero feliz

En aquel momento, agrega en su libro, Chloë “me dijo que estaba feliz. Increíblemente, para ese momento, yo también estaba feliz. Me tocó el amor en su nivel más profundo”.

Vivir aceptando la enfermedad también es "valiente"

Sin embargo, no ha logrado tener esa paz tras la muerte de su marido. Confiesa que ni está curada la herida ni siente que esté todo resuelto. “Creo que realmente pensó que quitarse la vida era valiente y que nos ahorraría mucho dolor al verlo en una espiral hacia una discapacidad total”, afirma en el libro, tal y como recoge el Daily Mail.

Pero aunque sus intenciones, explica ella eran “completamente puras” seguramente es "igual de valiente vivir con una enfermedad, una discapacidad y aceptar la vulnerabilidad y que ninguno de nosotros realmente puede controlar todo”.

En su lucha interior que llevó a Deborah a viajar con su marido a Suiza “no quería que Simon sufriera pero tampoco quería que él muriera. Verlo planear su propia muerte fue enormemente traumático”.

Simon, en la clínica suiza, todavía tenía bastante movilidad cuando decidió que la salida era el suicidio asistido

Deborah Binner, que ejerce como periodista, explica que su cabeza “entiende los argumentos intelectuales y me resulta difícil estar en desacuerdo con ellos. Pero mi corazón dice que no. ¿No deberíamos ser más amables, más pacientes y más respetuosos con la vida humana?”.

Un cambio en su parecer tras la muerte de Simon

“¿No debería ser importante como seres humanos que somos el modo en cómo apoyamos a los moribundos? Hay una parte de mí que cree que es mejor que si una persona recibe la mejor atención posible dejar que la naturaleza siga su curso”, agrega.

Por ello, considera que personalmente se siente “enfadada” porque su marido la haya dejado “sola para defenderme en este mundo. Ese no era el trato”.

Como consecuencia de este suceso, y además tras la experiencia acumulada tras la no traumática muerte de su hija, Deborah afirma que no puede apoyar el suicidio asistido. En su opinión, “me preocupa profundamente cómo las personas que están enfermas puedan perder la sensación de ser importante para otras personas”.

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