Ana tiene 34 años, está casada y actualmente es madre de tres hijos. Ella creció sin saber nada de su padre hasta que cuando tenía 17 años supo que había nacido fruto de una violación. Su madre se lo contó y también le relató cómo vivió aquellos momentos y cómo el hecho de verla en sus brazos tras el parto fue la mayor alegría.
En primera persona, Ana, relata esta historia de vida que se puede dar gracias a que no fue abortada. Lo recoge Salvar el 1:
La medicina que su madre precisaba para sanar
Hace 34 años mi madre fue violada y después de sufrir aquel acto atroz aún tuvo que verse sometida a la humillación y el repudio de muchos, entre ellos su propia familia. Poco después supo que había quedado embarazada, pero, con todo y la terrible situación de vacío y desprecio a la que estaba sometida, ella decidió tenerme.
Me enteré de la violación cuando ya yo tenía 17 años. La verdad es que desde muy pequeña me preguntaba por papá, pero cuando intentaba preguntarle a ella algo dentro de mí paralizaba mis preguntas por miedo a la respuesta.
Recuerdo un día, como a los 8 años, que le pregunté y ella me dijo: "Cuando tengas la edad te contaré".
En esos días en el colegio, mis compañeras preguntaban por papá y yo sin saber mucho sólo atinaba a decir que había muerto.
A mí madre no le ha tocado nada fácil, pero, ¿Saben una cosa? Admiro su decisión a decidir la vida de su bebé concebido en violencia, por encima de todo lo que se le venía con aquella decisión.
A los 17 años en medio de una conversación habitual me contó la verdad. En ese momento mis sospechas se hicieron ciertas. Ella, en llanto, me contó todo el sufrimiento, los sacrificios y el dolor, pero en medio de todo ello, también la sensación inimaginable de tenerme en sus brazos. Ella pudo haberme dado en adopción a una amiga con comodidades que no podía tener hijos, y ¿saben? No lo hizo.
Cuando nací y me tuvo en sus brazos las enfermeras empezaron a decir cosas lindas de mí y ella empezó a verme con ojos de amor, a sentirse orgullosa, acompañada y valiente. Dice que fui yo su medicina que la ayudó a seguir adelante.
Hoy en día mi vida está llena de seres maravillosos. Mi esposo y mis tres hijos. He aprendido que Dios me puso aquí por un propósito.
Mi madre se siente orgullosa de mis logros profesionales, ama a sus nietos y me enseñó el valor del perdón con su ejemplo porque, después de muchos años, el hombre que le hizo daño le pidió perdón.