Con apenas 18 años, y tras haber sido drogada en una fiesta, Christina (nombre ficticio) fue violada por un hombre mucho mayor que ella. Pese a las dificultades familiares que había en ese momento y no ser atendida adecuadamente, decidió seguir adelante con su embarazo. Pensó que lo daría en adopción, pero cuando vio la cara de su bebé decidió que nunca se separaría de él. Ahora es abuela y no hay día que no se acuerde de que tomó la mejor decisión posible. En Salvar el 1 esta valiente mujer cuenta en primera persona su experiencia:
"No puedo imaginar la vida sin ella o sin nuestros nietos"
Poco después de graduarme en la Escuela Secundaria, me rodeé de personas que realmente no conocía. Mi amigo y yo habíamos ido a pasar el rato con ellos en el apartamento de un amigo. Tenía sólo 18 años y no debería haber estado donde estaba y mucho menos, bebiendo, ya que no tenía la edad suficiente. Pero a menudo a esta edad, tomamos decisiones impulsivamente que condicionan nuestra vida para siempre.
Todavía era virgen y, a pesar de estar en 1970 y en plena efervescencia el movimiento de amor libre, yo había decidido esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales. A pesar de los planes que hice, beber con extraños los descarriló.
Al llegar allí, un hombre mayor me sirvió una copa de vino. Había flirteado con la bebida un par de veces en mi último año de la escuela secundaria, por lo que tomar una copa de vino no parecía ser un gran problema. Era una buena manera de adormecer mi mente de algunas cosas que estaban sucediendo en casa, además de que era "divertido". Nunca pensé que alguien pudiera echar algo en mi bebida.
Cuando se agotaron las pilas de la radio y ésta no produjo las melodías que queríamos escuchar, el chico mayor envió a mi amigo y otro chico caminando a la tienda a comprar una nueva batería, quedándome sola con él. Cuando se fueron, parece ser que me desmayé. Mi amigo, al volver, me encontró desnuda en el suelo del baño. Me habían violado y no sabía realmente lo que había sucedido. Trató de averiguar qué me había ocurrido pero mi discurso fue confuso.
Pasaron varios meses y llevaba tiempo sin tener el periodo. Sin embargo, había un problema mayor: Mi papá, que sufría problemas cardíacos, tenía programada una cirugía a corazón abierto, así que no quise contar nada. Mi madre, que era diabética, no sabía nada del miedo y la vergüenza con la que estaba lidiando. Fui a visitar a mi abuela y primos fuera del estado poco después de la violación. Mi abuela fue muy amorosa y amable ... mi prima también me apoyó mucho. Les conté a ambas lo que había sucedido. Mi abuela quería que me quedase con ella, pero con la próxima cirugía de mi padre, decidí irme a casa.
Poco después de llegar a casa, cumplí 19 años. Me había inscrito en el Jr. College con la ayuda de mi padre y viví como si nada hubiera cambiado. Cuatro días después de mi cumpleaños, mi papá fue operado y al día siguiente murió.
Otro amigo se ofreció a llevarme a Planned Parenthood para que me hicieran una prueba de embarazo la semana después de que mi padre fuera enterrado. No hace falta decir que la prueba de embarazo dio positivo. Lo primero que me ofreció PP fue una forma de "resolver mi problema". Me dijeron que, si tenía el dinero, podrían enviarme a California para que abortase. Nunca preguntaron si se había denunciado la violación. Aunque no sabía mucho sobre el aborto, no sonaba bien.
Mi hermano estaba conmigo cuando se lo conté a mi mamá. Fue un gran shock para ella, pero nunca me abandonó. Su amor y apoyo me ayudaron a pasar este momento tan difícil en mi vida.
La única opción que tuve fue la de ir al Hospital del Condado para recibir atención prenatal. Me rechazaron ya que debido a mi edad y como estudiante, mis padres eran responsables. Lloré y sentí que quería morir ... ¿por qué no fui yo, en lugar de mi padre?
Mi madre conocía a una mujer de la iglesia que estaba en la Junta directiva o trabajaba en la clínica de Santa Isabel de Hungría. Ella le habló de mi situación. Creo que su nombre era Helen ... ella fue una respuesta a la oración.
Santa Isabel ofrecía atención médica para aquellos que no eran aptos para la asistencia del condado, no tenían seguro o el dinero. Ése era mi caso.
En la clínica Santa Isabel me ofrecieron atención y asesoramiento prenatal. Asesoría real, que me ayudó a darme cuenta de que no fue mi culpa y que, incluso si no pudiera cuidar a un bebé, alguien más podría amarlo con todo su corazón. Por menos de lo que hubiera costado abortar, tuve la mejor atención y di a luz a la niña en un hospital católico local. Mi plan era dejar a mi niña en adopción, tal como lo hicieron muchas otras chicas en ese momento. Me aconsejaron y me sentí feliz al entregar a mi bebé a una pareja amorosa.
El día después de que ella viniera al mundo, se suponía que debía firmar los documentos de adopción, pero primero pedí verla. Después de abrazarla y hablar con mi madre, cambié de opinión y decidí quedarme con ella. Mi madre me apoyó mucho y dijo que aceptaría lo que yo decidiera. Miré a los ojos a mi bebé y dije: "No sé cómo lo haremos, pero lo haremos juntas".
Han pasado 42 años. Gracias a esa niña, pude ingresar en un programa de enfermería que se estableció para madres solteras y se convirtió en una LPN. Trabajé en el mismo Hospital del Condado que no podía ayudarme, donde finalmente conocí a mi esposo actual. Mi niña tenía 10 años cuando nos conocimos y él ha sido su padre desde entonces.
Plantar una semilla no hace a alguien padre. Un hombre que ama y cuida a un niño, se sienta con él cuando está enfermo, lo acompaña a todos los partidos de béisbol y lo ayuda a comprar su primer auto, el hombre que cuida y hace crecer al niño, ése es su padre.
Mi niña ahora tiene 2 hijos. Ella ha hecho una diferencia en este mundo, en su carrera en el servicio público. No puedo imaginar la vida sin ella o sin nuestros nietos. Nunca me arrepentí de mi decisión de mantener a mi bebé, concebido en una violación. Cada vida es preciosa. Cada persona tiene un potencial dado por Dios, único para ellos. Elegir la vida nunca es una decisión equivocada.
Dieciséis años después del nacimiento de mi primer bebé, tuve otra niña. Les amo a los dos igual, al igual que mi esposo los ama a los dos. No hay diferencia en nuestro amor por ellos.
"Debes recordar: Amar a la gente y usar las cosas, en lugar de amar las cosas y usar a la gente" (Fulton J. Sheen).