Anualmente, 4,5 millones de personas necesitan cuidados paliativos en Europa; 300.000 españoles fallecen cada año con necesidad de recibirlos y, de ellos, 130.000 presentan problemas complejos que precisarían servicios especializados. La situación está lejos de ser algo puntual, pues según estimaciones basadas en datos de la Organización Mundial de la Salud, estas cifras aumentarán un 30% para 2060, como consecuencia, sin duda, de un creciente aumento de enfermedades no transmisibles y del envejecimiento de la población, informa la agencia ZENIT con información del Observatorio de Bioética, de la Universidad Católica de Valencia.
La nueva edición del Atlas de Cuidados Paliativos, que se ha presentado en el Congreso Mundial de Cuidados Paliativos (Berlín), es una oportunidad de reflexión sobre el desarrollo de esta disciplina. ¿Cómo estamos respondiendo? y, sobre todo, ¿cómo nos estamos preparando para el futuro?
Europa está haciendo frente al reto, pero lo hace de manera desacompasada. Si bien las políticas sanitarias de cuidados paliativos de los últimos años han promovido un desarrollo notable, y el número de servicios especializados de cuidados paliativos en la mayoría de los países ha aumentado con respecto a 2013, el incremento es insuficiente y ampliamente desigual. Los servicios no son los óptimos para atender las necesidades de los pacientes, se concentran mayoritariamente en pocos países y, lo más importante, no alcanzan las ratios por población que propone la Asociación Europea de Cuidados Paliativos.
La situación de España sirve para ilustrarlo: su ratio es de 0,6 servicios especializados por 100.000 habitantes, frente a los 2 por cada 100.000 recomendados. En consecuencia, según la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), 80.000 personas fallecen cada año en España sin acceso a servicios de cuidados paliativos, lo que les genera un sufrimiento innecesario, con síntomas descontrolados. En definitiva, se ven privados del derecho fundamental a la salud.
Sin embargo, no todo son sombras. Se ha detectado una creciente implantación de servicios paliativos para niños en Europa (de 29 países en 2013 a 38 en 2019) y en España (de 5 a 10 servicios en 6 años); además, se están generalizando marcos legales que regulan la provisión de paliativos (leyes específicas, decretos-leyes, o planes y estrategias nacionales).
Acreditación nacional reconocida
La especialización en Medicina Paliativa es otro aspecto fundamental. España, a diferencia de sus vecinos, no tiene una acreditación nacional reconocida para médicos, pero sí está realizando progresos en materia de educación; en torno a un 60% de las facultades de Medicina y Enfermería incluyen ya la asignatura de Paliativos de forma obligatoria. En el resto de la región, la mitad de los países incluyen ya en sus facultades de Medicina y Enfermería asignaturas de cuidados paliativos.
El Atlas muestra que los cuidados paliativos se están integrando en otros niveles asistenciales, en otros ámbitos de la medicina y en otros contextos sociales. Por ejemplo, hasta 12 países tienen sistemas de identificación de pacientes con necesidades paliativas en primaria; los cuidados paliativos se proporcionan en el cáncer avanzado a la vez que la quimioterapia u otros tratamientos específicos; hay centros de referencia de paliativos en Cardiología, y empieza a integrarse en el cuidado de los mayores en residencias en muchos países europeos. Simultáneamente, la concienciación social hacia los cuidados paliativos también crece: cada vez se crean más programas de voluntarios en Europa y hay sociedades profesionales en 41 países.
¿Hemos mejorado? Sí, pero hay que seguir dando pasos. Europa ha desarrollado cuidados paliativos en general, pero lo ha hecho de modo heterogéneo y por detrás de las necesidades de su población. España se ha estancado: no ha habido progresos sustanciales en el número de servicios y muchos equipos están desbordados por una demanda creciente, ahora que los paliativos son más conocidos por la población y más solicitados. Aunque hay buenas experiencias en algunas autonomías, y una prometedora cantera de profesionales más preparados, falta el compromiso político que garantice una cobertura paliativa mayor y de mejor calidad, y el reconocimiento de la especialización para los profesionales.