Se suele decir que a los nietos se les consiente lo que nunca se le permitió a los hijos. Sin embargo, estas relaciones tan estrechas, a veces, se pueden deteriorar. Caer en cierto favoritismo, no apreciar lo que hacen o no pedirles perdón pueden ser algunos de los aspectos que estropeen estos vínculos tan especiales. Stacey Monaco, de la web Crosswalk, ha enumerado cinco claves, desde la fe, para evitar que esto ocurra.
No caer en favoritismos
Existe una gran variedad de razones por las que un abuelo suele favorecer a un nieto en detrimento de otro. Es más, este comportamiento podría retrotraerse a un cierto favoritismo en su día hacia el propio hijo, que luego heredará el nieto. Algunas de estas preferencias podrían ser: que se trate del nieto primogénito, del que vive más cerca, o de un nieto que se parezca más al abuelo en temperamento, personalidad o apariencia.
Puede que esté luchando en estos momentos para mejorar la relación con uno de sus nietos. Para ello, la opción más fácil sería poner toda la responsabilidad en los padres del niño o en el propio nieto, sin embargo, esto no arreglará nada. Monaco afirma que los abuelos deben tomar el toro por los cuernos y liderar la situación a través del ejemplo del propio Jesús: "asumiendo la responsabilidad de las actitudes que tiene nuestro propio corazón y en lo que hacemos con los demás".
Stacey anima a los abuelos a escudriñar sus corazones y a permitir que Dios haga de guía en el combate contra el favoritismo. Para ello, propone un remedio universal: rezar por cada uno de los nietos con regularidad, y descubrir que son únicos y han sido creados por Dios.
Evitar las comparaciones
La raíz del ya mencionado favoritismo se puede ocultar en las comparaciones, muchas veces inocentes. Estas podrían ser con los nietos de otros amigos o, incluso, entre ellos mismos pero en comparación a cuando sus propios padres eran jóvenes.
El peligro podría ser que el abuelo pensara que está señalando únicamente diferencias de personalidad, o de logros alcanzados entre nietos, pero, si no tiene cuidado, podría llevar a que un nieto se convierta en el chivo expiatorio de la familia y el otro en el favorito.
Las comparaciones, además, pueden hacer que el niño crea que nunca podrá alcanzar las expectativas que se han puesto sobre él. Para Monaco, este tipo de comportamientos abren una brecha entre el abuelo y el nieto, ya que el niño puede sentirse infravalorado o poco querido. Para el nieto, ser perfecto podría convertirse en un requisito tácito para recibir el amor de su abuelo.
En este sentido, Stacey vuelve a recurrir a las Escrituras para dar una una posible solución. En el Libro de Santiago, por ejemplo, comenta Monaco, se compara entre una persona que va bien vestida y una que va desastrada. Pero, también, en el Nuevo Testamento se recuerda, constantemente, que "todos somos creados por Dios para misiones diferentes y debemos ser valorados de forma ecuánime".
Para Monaco, con las comparativas, el abuelo elude ver el diseño único de cada uno de sus nietos. También, se disminuye esa admiración por la capacidad creatividad que tiene Dios a la hora de formar cada personalidad humana.
Por último, la comparación es miope y carece de una visión redentora. En el juicio entre nietos se asume conocer ya el final de la historia. Un abuelo que desea una relación estrecha con sus nietos deberá orar y pedirle a Dios ver a estas nuevas personas a través de los ojos de Cristo. Y, como ayuda a los abuelos, Monaco ofrece la cita de Filipenses 4, 8. Para que puedan encontrar en cada uno de sus nietos las formas verdaderas, nobles, justas, puras, hermosas, admirables, excelentes y dignas de alabanza que está obrando Dios en ellos.
Apreciar sus gustos
Los nietos pueden tener distintos tamaños, edades, intereses, capacidades y circunstancias personales. Por ello, como abuelos cristianos, dice Monaco, se debe construir una relación que dure más allá de sus propias vidas. Que los nietos puedan recordar, durante muchos años, cómo los querían sus abuelos.
Para ello, es muy importante no tomar a la ligera, con indiferencia o críticamente, aquellas cosas que les importan a los nietos. Esto incluye honrar a los propios hijos, los padres de los nietos. En este sentido, cuando estos faltan, los abuelos tienen la importante misión de honrar el amor que sus nietos depositan en ellos.
Llevado a la práctica, el abuelo tiene que intentar mostrar interés por las amistades, los pasatiempos, los intereses académicos y, cosas tan simples, como las preferencias en cuanto a la comida y a la ropa de sus nietos.
Los abuelos que deseen construir una buena relación con sus nietos deben escuchar con sensibilidad y buscando pistas sobre lo que ellos valoran. Los nietos desean ser vistos y escuchados, y saber que los adultos son fuentes disponibles y seguras de sabiduría y amistad.
Cumplir con lo que se promete
Para Stacey, los abuelos tienen que comprometerse siempre con la palabra dada. Así, ellos mismos darán valor a su propia palabra y representarán lo que Dios mismo hace, ser fiel, cumplir con lo que promete, y carga con las consecuencias.
Para cumplir con estos compromisos con los nietos, asegura Monaco, no solo se debe mantener la palabra dada, sino que también hay que tener una buena comunicación con los padres de los niños. Los compromisos que vayan en sentido contrario a los deseos y la educación de sus padres, puede dañar a los nietos, y crear una tensión innecesaria. Stacey recomienda conocer los límites a lo que uno se puede comprometer y no decir sí a la ligera.
Saber pedir perdón
En todas las familias se producen crisis y malentendidos. En el vínculo de los abuelos con sus nietos esto también ocurre. Carecer de la capacidad de disculparse es quizás una de las acciones más devastadoras para la fe de los nietos, y puede abrir la puerta a un dolor duradero dentro de la relación.
Puede que cuando nazcan los nietos se les coja en brazos y a uno se le caiga la baba, pero llegará un día en el que aparezcan los defectos. La incapacidad de disculparse, comenta Stacey, hace que los abuelos se conviertan en seres perfectos que no necesitan ellos a Jesús.
En ocasiones, pedir perdón y admitir defectos ante personas de una generación más joven, puede parecer humillante, sin embargo, esto permite mostrar la humildad de Jesús y ser un ejemplo de auténtica humanidad. Lo que uno cree que pierde en autoridad, lo ganará en confianza con sus nietos.