Las Hermanas por la Vida (sistersoflife.org) fueron fundadas en 1991, en Nueva York, por el cardenal John O’Connor. Su carisma es proteger y reforzar el carácter sagrado de toda vida humana. El digital francés La Nef entrevista a sor Maria Emmanuel, de esta congregación, en Nueva York. Cuentan con más de 100 hermanas y comunidades en Estados Unidos y Canadá.


– Con ocasión de una visita al campo de concentración nazi de Dachau, monseñor John O’Connor introdujo sus manos dentro del horno crematorio de ladrillos rojos y "sintió las cenizas mezcladas del judío y el cristiano, del rabino, el sacerdote y el pastor". Exclamó: "Dios mío, ¿cómo pueden unos seres humanos hacer esto a otros seres humanos?". En ese momento recibió una gracia particular y juró que haría todo lo posible para proteger y reforzar el carácter sagrado de toda vida humana, sobre todo de los más vulnerables.

»Posteriormente, como arzobispo de Nueva York, intentó comprender por qué decenios de esfuerzos de almas dedicadas al movimiento provida no habían conseguido los resultados esperados. Meditó sobre este pasaje del Evangelio: "Esta especie sólo puede salir con la oración" (Mc 9, 28). Esto le inspiró para escribir un articulo en el periódico diocesano titulado: "Pedimos ayuda: unas Hermanas por la Vida", esperando que una comunidad con el carisma de proteger la vida humana pudiera ser fundada. Con gran sorpresa por su parte, recibió muchas cartas de mujeres interesadas en unirse a esta comunidad aún inexistente. Fue así como nacieron las Hermanas por la Vida el 1 de junio de 1991.


Sor Maria Emanuel explica el origen y carisma de las Sisters of Life


- Como dijo nuestro fundador: "¿Qué harán las hermanas por la Vida? Amarán. Amarán. Amarán". El corazón de nuestra vida es una relación de amor con la Santísima Trinidad, cultivada en la oración. Una Hermana por la Vida quiere ser como Nuestra Señora, que concibió a Jesús y se apresuró a ayudar a su prima Isabel. Del mismo modo, la vida de Dios en nuestras almas nos empujar a atender con premura a los vulnerables y necesitados, proclamando el carácter sagrado de su vida. Y lo hacemos acompañando a mujeres embarazadas vulnerables, algunas de las cuales viven con nosotras, las hermanas, en un entorno espiritual. Difundimos, a través de nuestro ministerio de retiro espiritual y de sensibilización de los jóvenes, el mensaje de amor de Dios. "Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda" (Jn 6, 12). Con estas palabras, el cardenal O’Connor guió a las Hermanas por la Vida hacia un ministerio de reconciliación y de respeto por las mujeres y los hombres que sufren por la tragedia del aborto. Por último, las Hermanas viajan para dar conferencias sobre la belleza de la vida humana y el amor. El apostolado de la oración de intercesión es la expresión más reciente de nuestro carisma en favor de la vida.




- Actualmente hay unas 100 hermanas en la comunidad, con conventos en Nueva York, Connecticut y, desde hace dos años, en Pensilvania, Colorado y Washington DC. Tenemos también un convento en Toronto, en Canadá. En los últimos años, hemos recibido un gran numero de vocaciones del otro lado del océano: Irlanda, España y Oceanía, además de nuestras hermanas americanas y canadienses. ¡Aún estamos esperando nuestra primera vocación francesa! ¡Sólo Dios sabe dónde estaremos en el futuro, pero el mundo está lleno de posibilidades!


- Las embarazadas que nos contactan abarcan todo el espectro socio-económico, étnico y religioso. Muchas de ellas proceden de ambientes marginales. Una gran parte de las mujeres que ayudamos en Nueva York son hispanas o afroamericanas; también hay muchas inmigrantes. Algunas son mujeres que trabajan o estudiantes diplomadas. Lo que todas estas mujeres tienen en común, es el deseo de ser escuchadas, de volver a encontrar la esperanza.  Cuando se sienten comprendidas, la esperanza aparece de nuevo. Sostenidas emocionalmente y en lo concreto, la mayoría de ellas (más del 90 %) elige la vida.




- El cardenal O’Connor dijo a nuestras hermanas: "El miedo es lo que nos empuja a elegir la muerte en lugar de la vida". Una mujer que quiere abortar, y los que la empujan a ello, están movidos por el miedo. Nosotras nos esforzamos por explicar las numerosas razones de esperar, razones a la vez prácticas y arraigadas en la fe, para que la confianza y la esperanza puedan sustituir al miedo. Lo pedimos en la oración: porque cuando esta mujer sigue la gracia de Dios y la verdad grabada en su corazón, es capaz de superar sus miedos y de elegir la vida.


- La relación que se ha entablado con estas mujeres durante su embarazo no cesa después del nacimiento de su hijo. Seguimos estando presentes en la vida de aquellas a quienes servimos. Es hermoso ver cómo muchas relaciones perduran a lo largo de los años. Nos consideramos sus madres espirituales, y amamos y cuidamos de estas mujeres que Dios nos confía como si fueran nuestras hijas, lo que de alguna manera las ayuda a sanar su propia vocación a la maternidad.


- Cuando comenzamos nuestro ministerio con mujeres embarazadas en 1998, mucha gente nos contactó, deseosa de ayudarnos en nuestro trabajo. Fue así cómo se formaron los colaboradores por la vida. Son laicos que ayudan a construir una comunidad de apoyo alrededor de las madres a las que nosotras servimos: mujeres que ofrecen su amistad a una madre embarazada; médicos y abogados de nuestra confianza que nos ayudan con su asesoramiento, hombres que transportan las cunas y los muebles a los apartamentos de las mujeres a las que ayudamos; voluntarios que preparan galletas para "nuestras mamás". Y muchos más. Con el tiempo hemos desarrollado un "programa de formación", con el que instruimos a los laicos a servir a las embarazadas "con el corazón de Cristo". También hay retiros anuales, desayunos mensuales con conferencias y tiempo de adoración del Santísimo Sacramento.




- El apoyo del padre del niño es a menudo crucial para ayudar a la madre a elegir la vida. Si una mujer se tiene que enfrentar a un embarazo en situación de crisis, necesita que se le diga: "Podemos hacerlo juntos. Estoy aquí por ti".

»Aunque es cierto que algunos padres asumen dignamente esta responsabilidad, muchos no tienen la madurez y el altruismo necesarios para hacerlo. Por desgracia, a menudo es el padre del niño el que ejerce mayor presión para que la mujer aborte. A pesar de todo, hay situaciones hermosas en las que ves a la gracia actuando en el corazón de los padres.

»He visto a padres cambiar radicalmente cuando sus hijos han nacido, alcanzado niveles de virtud imposibles para ellos antes, y que tal vez nunca habrían alcanzado si su hijo no hubiera nacido.


- Las estadísticas indican que, actualmente, en los Estados Unidos una mujer de cada cuatro ha abortado. Vemos muchas "víctimas" del aborto en nuestro apostolado de la Esperanza y la Sanación. Muchas de estas mujeres han vivido durante años, decenios incluso, ocultando su vergüenza y culpabilidad.

»Creen que no tienen derecho a sufrir así porque han llevado a cabo un acto legal, totalmente aceptado, pero que las ha traumatizado. Ayudamos a las mujeres a reconocer la gravedad de lo que ha pasado y, seguidamente, a precipitarse en los brazos amorosos de Jesús, que acoge a sus hijas con una misericordia desbordante en la intimidad de la adoración y la confesión. Algunos de nuestros colaboradores provida, los más entregados, con la mayor capacidad de compasión hacia los otros, nos han conocido precisamente a través de este ministerio.


- En Estados Unidos estamos bendecidos por la gracia de Dios, con numerosos islotes donde la fe cristiana es fuerte y atrae a los jóvenes. Esto da fuerza a movimientos como el de 40 Days for Life, a las vigilas de oración delante de las clínicas abortivas, que se desarrollan y se extienden incluso al extranjero. Cientos de miles de jóvenes participan cada año en Washington en ocasión de la Marcha por la Vida.

»Existen redes de centros de maternidad que proporcionan una ayuda práctica a las mujeres embarazadas que dudan si seguir adelante con el embarazo. En este país y en el resto del mundo, incluso cuando parece que la cultura de la muerte gana terreno, sabemos que hay esperanza. Como nos recuerda uno de nuestros sacerdotes profesor: "Cristo ha resucitado; el Cordero está en el trono; se ha alcanzado la victoria".

(Testimonio recogido por Christophe Geffroy, publicado en La Nef en francés; traducción de Helena Faccia Serrano)