“He leído muchísimos libros, tengo un montón de argumentos provida… Y aquí estoy, con Dios diciéndome que cierre la bocaza y simplemente la ame”, ha contado Rob a National Review. “Me dice que esté allí, al pie del cañón para ella”.
Cuando la gente habla de ser más como Jesús, esto es lo que realmente significa. Cuando de verdad importa es en el momento en que la gente es más vulnerable. “La clave está en no estorbar el camino de Dios”, cuenta Rob. “No hay un ejemplo más grande de esto que Jesús, que sacrificó todo, incluso su vida, por el bien de otra persona”.
Yalixa quedó embarazada a los 16. “No sabía qué hacer”, recuerda ella. “Tenía mucho miedo. Recuerdo haber oído hablar a las otras chicas sobre lo fácil que era abortar, que no tenía que estar embarazada si no quería. Pensé que era muy fácil. Hice todo el procedimiento y no se lo conté a nadie. Me obligué a olvidarlo todo”.
Un año después, a los 17, Yalixa volvía a estar embarazada. “Pensé que no tenía otra opción que volver a hacer lo mismo. Quería ir a la universidad. Tenía toda la vida por delante”, cuenta Yalixa. Diez años después, conoció a Rob.
“Rob me atrajo desde el principio porque tenía mucha fe, y yo admiraba y respetaba mucho eso”, explica Yalixa. “Había dejado la Iglesia hace mucho tiempo, pero conocer a Rob me hizo pensar sobre mi fe. No le había dicho nada sobre mi pasado, pero hubo algo de nuestros primeros encuentros que me hizo querer confesarme. Por primera vez después de 16 años, me confesé de los dos abortos que había cometido”.
Después de la confesión, Yalixa no se sintió del todo sanada. Le faltaba algo. Entonces comenzó a hablar con Rob sobre los abortos. “Fue hablar con Rob y leer lo que realmente me ayudó a tener una sanación más profunda”.
La sanación total de Yalixa llegó tras un retiro espiritual con la comunidad de las Hermanas de la Vida (www.visitationcenterus.org), una congregación religiosa de Nueva York, EEUU, especializada en ayudar a mujeres embarazadas y a chicas jóvenes que quieren abortar o han abortado. “Necesitaba perdonarme a mí misma para poder sanarme y seguir adelante”, cuenta Yalixa. “Esa era la pieza que me faltaba”.
Yalixa empezó a ir a reuniones mensuales de mujeres que habían abortado y que, como ella, buscaban curar su dolor. Ese espacio en su corazón en el que “faltaba algo”, estaba siendo ahora llenado de esperanza y liberación.
Ella le da todo el mérito a Dios. “Hay algo tan poderoso y bello en estar rodeada de mujeres que han pasado por lo mismo”, explica. “Me encanta la sensación de hermandad que hay entre nosotras. Todas hemos pasado por lo mismo y lo entendemos muy bien”.
“Si hay una idea que está prevaleciendo en el mundo es que las mujeres no saben lo que realmente valen”, explica Rob. “No saben cuánto les ama Dios, lo preciosas que son, o el valor de dar vida a un bebé. Eso es algo tan único, tan poderoso, tan bello”.
Yalixa y Rob han formado una familia. Para Yalixa, la presencia de sus hijos es una fuente permanente de curación. Siente una confianza nueva y profunda como madre y esposa. “He aprendido a valorarme a mi misma, y sé que Dios me ha hecho hermosa”, cuenta Yalixa. “Mis hijos me recuerdan todo lo bueno que hay en la vida. Me ayudan a seguir”.