Manuel Agudo y Laura Álvarez son un joven matrimonio de la parroquia de Santa Teresa de Córdoba. Tras cinco años casados tienen dos hijos, uno de tres años y medio, y otro de apenas 11 meses.
Católicos practicantes y muy involucrados en la pastoral juvenil, estos dos profesores son conscientes de la realidad del mundo, de la Iglesia y de las dificultades que se encontrarán sus hijos para vivir la fe.
En una entrevista con la Diócesis de Córdoba, este matrimonio habla de la transmisión de la fe y del papel que juega en sus vidas:
- ¿Cuáles son los pilares de vuestra convivencia familiar?
-La convivencia en esta etapa de nuestra vida es muy difícil, porque al ser los niños tan pequeños, todo o gran parte de nuestra vida gira en torno a la crianza y sus necesidades, pero afortunadamente no estamos solos en esta misión compartida que es la familia, para nosotros es fundamental contar con nuestra pequeña comunidad de Iglesia, que también es familia, nuestros matrimonios de referencia, nuestros amigos, nuestro sacerdote y siempre en un lugar preferente Dios y su Madre, que en casa se llama Guadalupe.
- ¿Qué resulta más complicado en la educación de los hijos en este momento social?
- Nosotros somos docentes, sabemos de primera mano cómo está el mundo y más en la gente joven y no nos da ningún miedo. Hemos bautizado a nuestros hijos, les hemos dado los mejores padrinos que hemos podido y los hacemos partícipes de nuestra realidad eclesial, para que desde pequeños se encuentren cómodos en las cosas de Dios. Intentamos educarlos en valores evangélicos que giran en torno al verdadero amor. El momento social que nos ha tocado, es el que nos ha tocado, ni más ni menos, y aquí es donde hay que dar fruto y testimonio. Hemos matriculado a nuestros hijos en un colegio público, lo que quizás nos haga esforzarnos algo más en la transmisión de la fe en casa y en la parroquia. Con total seguridad nuestra familia vivirá millones de circunstancias y realidades distintas y ahí es dónde tendremos que demostrarnos que somos creyentes, desde la normalidad, pues nos tocará estar en el mundo sin ser del mundo, ser sal y luz.
- ¿Qué instrumentos tiene la familia de hoy para manifestarse cristiana?
- La alegría de ser cristianos, ser de Dios y ser Iglesia nos lo obliga, a marcar esa diferencia que genere curiosidad en los demás, una alegría sincera que aunque muchas veces se enturbie por la realidad del mundo, los problemas y las obligaciones, nos permita ser testigos de que hay otra forma de quererse, de compartir y en definitiva de vivir.
- La transmisión de la fe a los hijos es un reto para todos, ¿cómo lo hacéis vosotros?
- Lo más difícil, que sólo Dios sabe, es si en un futuro seguirán por el camino que nosotros queremos, sabemos que sólo el encuentro personal con Dios les cambiará su vida, por mucho que nosotros intentemos ser ejemplo o testigos, así que lo que nos va a tocar es intentar con todas nuestras fuerzas propiciar ese encuentro. Por ahora nos conformamos con un “Jesusito de mi vida”, que le tiren besos a la Virgen y que no den mucha guerra cuando vamos a misa. Ellos han normalizado lo que es ir a la parroquia, tratar con sacerdotes o ver a sus padres rezar o participar en cosas de Iglesia, subir a la casa de San Pablo, vivir un cursillo, que al menos las cosas de Dios no les sean del todo ajenas.
Nosotros hemos sido durante muchos años miembros de la delegación diocesana de pastoral de juventud, hemos sido testigos privilegiados de como chavales han tenido una verdadera historia de conversión con pequeñas cosas, pequeños gestos, eso es lo que queremos para nuestros hijos, que sean chicos normales, del mundo, educados y profundamente enamorados de Dios.
-¿Cuál es vuestra parroquia?, habladnos de vuestra vida en comunidad.
- Pertenecemos a la Parroquia de Santa Teresa de Ávila, en Ciudad Jardín y además el papá de esta familia es miembro del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. En estas realidades nos movemos y vivimos, no siempre con la misma entrega y compromiso, hemos sido catequistas, responsables de jóvenes, organizadores de mil historias…. Pero en esta etapa de crianza estamos más tiempo en el banquillo que jugando, pero es lo que nos toca, cuidar del nido y crear una iglesia doméstica.
-¿Cómo imagináis la Iglesia del futuro?
- Pues eso sólo Dios lo sabe, sea como sea la Iglesia del futuro, esperamos estar en ella. Podrá ser mayor o más pequeña, más libre o más perseguida, pero que siga siendo alegre, comprometida y acogedora. Ser Iglesia es lo mejor que nos ha pasado en la vida, en ella nos conocimos, vivimos el noviazgo, nos casamos y hemos sido padres, para nosotros la Iglesia de hoy está unida a nuestra vida, esperamos que nuestra Iglesia del futuro también sea nuestra vida futura.