Quien así se manifiesta es Mandy Saligari, experta en adicciones, terapeuta y directora de la clínica de rehabilitación de Harley Street, que ha visto como en los últimos años le han llegado un aluvión de casos de adolescentes y niños adictos a estas nuevas tecnologías.
Numerosos expertos en educación llevan años advirtiendo de estos males y prestigiosos neuropsicólogos han avisado de los efectos negativos que producen en los niños estas tecnologías sin que sus llamamientos hayan tenido un gran efecto.
Mandy Saligari es una de las grandes expertas británicas en adicciones y en cuya clínica hay numerosos adolescentes adictos a las nuevas tecnologías
Saligari, al igual que otros muchos expertos, afirma que los padres no son realmente conscientes de la gravedad que entraña el que sus hijos pasen horas y horas delante de una pantalla.
“Siempre le digo a la gente: ‘cuando le das a tu hijo una tableta o un teléfono, realmente les estás dando una botella de vino o un gramo de cocaína”, dijo durante una conferencia educativa en Londres.
Y se preguntaba “por qué prestamos mucha menos atención a estas cosas que a las drogas y el alcohol cuando trabajan con los mismos impulsos cerebrales”.
El prestigioso neuropsicólogo español, Nacho Calderón, aseguraba a ReL que “los móviles y tablets están generando déficit de atención con hiperactividad. Yendo a los casos más extremos llegaríamos por supuesto a problemas graves de conducta, muy muy graves de agresividad, de aislamiento social, niños que ya solo saben vivir a través de la pantalla”.
Y esto ha quedado de manifiesto con un pequeño experimento que hizo Dolmio, marca de comida británica, con el objetivo de promover las comidas familiares. Sin pretenderlo se toparon con algo aterrador.
Los protagonistas eran cuatro familias con hijos y el momento elegido era la hora de la comida. En este experimento el hijo estaba sentado a la mesa con su tableta mientras sus padres preparaban la comida. El objetivo era observar qué sería lo que provocaría que los niños dejaran de mirar la pantalla mientras la realidad a su alrededor iba cambiando.
La adicción era tal que los niños habían perdido la realidad del espacio-tiempo y de todo lo que les rodeaba. Los padres empezaron cambiando los cuadros y la decoración de la sala sin que se percataran de ello. También se movían por la sala con objetos extraños y con cascos de vikingo, por ejemplo. Pero nada de esto hacía levantar la cabeza a sus hijos.
El experimento fue más allá y sus padres fueron cambiados por otros adultos que simplemente llevaban ropa del mismo color. Los niños no se dieron cuenta a pesar de que éstos se movían de un lado a otro. Incluso sus hermanos fueron cambiados por otros niños, que llegaron a sentarse en la mesa junto a ellos. Ni aun así se percataron de lo que ocurría.
Sólo una cosa hizo que levantaran la mirada: el momento en el que se cortó internet. Entonces llegó la sorpresa mayúscula para estos niños, que sólo entonces fueron conscientes de lo que había sucedido.
Este es sólo un ejemplo reciente de lo que está ocurriendo allá donde las pantallas son ya una extensión de la mano de los niños y adolescentes. Las cifras son escalofriantes.
Recordaba Saligari numerosos niños de 13 años son tratados por adicción a la tecnología digital y que dos tercios de los británicos entre 12 y 15 años no consiguen tener un equilibrio entre el tiempo que están frente a estos dispositivos y otras actividades.
Esta experta advertía que cuando los padres piensan en la adicción su pensamiento se va a algún tipo de sustancia “pero en realidad es un patrón de comportamiento que puede manifestarse de diferentes maneras”.
Y un problema derivado de esto es el aumento de menores de edad que envían y reciben imágenes pornográficas, o que acceden a contenidos inapropiados para su edad desde sus dispositivos.
Mandy Saligari admitía que dos tercios de los pacientes de su clínica tenían entre 16 y 20 años, un “aumento dramático” con respecto hace 10 años. Pero reconocía también que tenía muchos pacientes con menos edad.
De este modo, contaba que “muchas de mis pacientes son niñas de 13 y 14 años que están involucradas en el ‘sexteo’ (envío de material pornográfico), y lo describen como algo ‘completamente normal’”.
Según su experiencia, muchas de estas chicas creen que enviar una foto de sí mismas desnudas a alguien a través de su teléfono móvil es algo “normal” y que sólo es “incorrecto” cuando un padre o un adulto se entera.
Por ello, muchos expertos como ella coinciden en que exista un mayor control parental. Sin embargo, un 40% de los padres de hijos entre 12 y 15 años confiesan que encuentran difícil controlar el tiempo que sus hijos pasan delante de estos dispositivos.