Para una visión completa de la concepción de la Iglesia sobre la familia y los sacramentos, Jordi Picazo, filólogo y periodista, ha entrevistado al padre José Granados, una autoridad en la cuestión en cuanto profesor en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre matrimonio y familia (Roma), del que además es vicepresidente. Nacido en Madrid en 1970, religioso de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, es ingeniero superior por el ICAI y doctor en filosofía y teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, donde también es profesor invitado de Teología Dogmática. A continuación reproducimos algunas de las preguntas y respuestas, tomadas del blog Roterdamus de Jordi Picazo:

La Santa Sede publicó en septiembre de 2017 el motu proprio Summa Familiae Cura del Papa Francisco, fechado a 8 de septiembre, según el cual suprime el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los Estudios del Matrimonio y la Familia para refundarlo como Pontifico Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia. Con ello, pretende afrontar mejor los desafíos pastorales actuales en torno a la familia aunque manteniendo el espíritu que dio origen al anterior organismo por deseo de Juan Pablo II, siendo el recientemente fallecido cardenal Carlo Caffarra su impulsor.
 
En la semana de inauguración del curso académico 2017-2018, en noviembre de 2017, me recibe el vicepresidente de esta institución ya extendida en todo el mundo, en su despacho en Roma. Mantenemos una larga conversación sobre la familia, el matrimonio, y los estudios de la Teología del Cuerpo siguiendo el pensamiento de Juan Pablo II. Voy a ir desgranando este rosario de perlas para el corazón y el intelecto, que constituye toda la teología de la familia cristiana como Imago Deo [Imagen de Dios].
 
(...)
 
-La familia y el matrimonio son Imago Dei, imagen de Dios, tienen una dimensión trinitaria: "Lo que Dios unió... " ¿Se hace necesario ahondar en el estudio de la antropología, en concreto de la mujer, para entender lo que somos, para defendernos de los ataques a la mujer y la familia? ¿Cuál es la aportación de los estudios de la teología del cuerpo de Juan Pablo II?
-Hablar de antropología es hablar de verdad sobre el hombre. Existe una verdad sobre lo que es ser hombre, existe un proyecto sobre el hombre, un proyecto que no ha diseñado el propio ser humano, sino que se ha encontrado llamado a él, y por eso este proyecto es grande y le supera. Este proyecto es un proyecto magnífico. En la visión cristiana significa que somos imagen de Dios y estamos llamados a la plena unidad con Él y con los hermanos.

»El primer paso es aceptar que en la vida hemos recibido todo, empezando por una manera de ser hombre y mujer. La familia es el primer ámbito en que aprendemos a recibir. La familia es el primer ámbito en que entendemos que un don nos precede. Esto se ve, fundamentalmente, en el don del cuerpo, que es como la cifra de todo lo que no hemos elegido. Aquí radica el don de nuestros padres y hermanos, que nos son dados; de nuestro lenguaje, en el que somos acogidos y que aprendemos de nuestros padres...

»Vemos entonces que hemos recibido también, como un dato fundamental, la diferencia entre el hombre y la mujer. Es un dato originario porque venimos de ella. Hemos venido a la vida a través, no de una voluntad aislada de nuestro padre o madre (lo que nos esclavizaría) sino de una relación entre ellos de la que ellos mismos no son señores, porque nadie se hace a sí mismo hombre o mujer.

»Esta relación con el propio cuerpo, este nexo fundamental entre el hombre y su propio cuerpo, la conoce y la firma de un modo único la mujer. Como enseñó San Juan Pablo II, ella sabe mejor que el varón que la vida comienza por un don, por algo recibido. Ella sabe que la transmisión de la vida debe ir unida a la experiencia del amor. Ella sabe mejor que el varón que el cuerpo tiene un significado. ¿No fue una mujer la primera que expresó aquella fórmula de fe, que Dios ha creado todo de la nada (2 Macabeos, 22, 23)? La teología del cuerpo de Juan Pablo II es un gran tesoro porque nos introduce en este lenguaje del cuerpo, que es el lenguaje del amor. Y, desde aquí, desarrolla una visión nueva de la persona, que no es ante todo un individuo aislado, sino alguien que procede del amor y que es llamado a amar.
 
»Es un tema muy importante el del matrimonio como imago Dei. Hoy tendemos a subrayar que el modo de vida de las familias está muy alejado de la propuesta cristiana. A quien habla de estos temas se le acusa de idealizar la familia, de no pisar la tierra. Sin embargo, entender la gran vocación de la familia resulta esencial para la pastoral familiar. El primer anuncio nunca pueden ser los problemas y males de la familia. Quien se limita a resolver casos difíciles, al final acaba pensando que la familia es un gran problema y pierde la atracción por ella.

-Cuando en 2014 entrevisté al Dr. Joaquín Navarro-Valls, 23 años portavoz del Papa Juan Pablo II, me comentaba que la encíclica de San Juan Pablo II Familiaris Consortio es objeto de estudio en numerosas universidades del mundo, incluso no católicas, y que ello sorprendía muchísimo.
-Es paradójico que, tras la revolución sexual, el eros haya dejado de tener atractivo. Quitándole al sexo su misterio, el misterio personal y el misterio divino, el sexo ha dejado de tener appeal. El filósofo Byung Chul Han habla hoy de la "agonía del eros". Todo esto va de acuerdo con una extendida banalización del cuerpo. El cuerpo se ve como un límite a nuestra autonomía y, por tanto, como algo que hay que superar para hacer de ello instrumento de autoexpresión. Pero entonces se olvida algo fundamental del cuerpo y de su lenguaje: la capacidad que tiene el cuerpo para la relación y para el amor.
 
»La sexualidad es parte del lenguaje del cuerpo, y encuentra su sentido en el encuentro y la donación de sí a la persona amada. Por eso la sexualidad solo se vive verdaderamente dentro del matrimonio, como unión indisoluble de un hombre y una mujer, abierta a la transmisión de la vida. En esta forma de vivir la sexualidad se descubre la presencia de un don originario, que el hombre no se ha dado a sí mismo, y que nos conduce a reconocer al Creador. Por eso la Biblia ha unido el matrimonio monogámico e indisoluble con el monoteísmo, con la confesión del Dios único que da unidad a toda la historia desde el amor, y nos libra de la idolatría egolátrica. Esto quiere decir que entre el lenguaje de la familia y el lenguaje de la fe hay una relación que es decisiva para la nueva evangelización.
 
»Solo podemos evangelizar a Cristo si aprendemos a hablar del amor humano, y solo hablaremos bien del amor humano si lo abrimos a la presencia de Dios en Cristo. Esto es lo que entendió Juan Pablo II cuando dijo: la familia es la vía de la Iglesia. La obra del "Papa de la familia" sigue viva y lo seguirá, porque es la única que abre esperanza para un mundo cansado, la única que preserva la verdad del amor, es decir, su fuerza para unificar toda la vida de la persona y para generar futuro.
 
»Podría ser interesante iluminar la situación de la familia a partir de la encíclica Laudato Sí. Es decir, hay que entender que estamos ante una cuestión de medio ambiente, el medio ambiente familiar, un medio ambiente que existe en la sociedad y en la Iglesia. El problema de la aceptación del divorcio no es solo un problema individual que afecta a algunos divorciados. Es, ante todo, un problema de medio ambiente. Pues el matrimonio, como la Eucaristía, no son sacramentos individuales, sino comunitarios, que dan forma al ambiente de la Iglesia, como decíamos antes. Toda aceptación, social o eclesial, del divorcio, es un ataque al medio ambiente de la familia, porque debilita los recursos que tiene cada familia para edificarse y sostenerse.
 
»Si hay casos en que el divorcio fuera aceptable, ¿cómo podemos decir a los recién casados que la Iglesia apoyará su matrimonio en cualquier caso? Los jóvenes entenderán bien que habrá casos en que la Iglesia deje de luchar por su matrimonio y les ofrezca otros caminos. ¿Cómo van a creer, entonces, en un amor que dura todos los días de la vida? ¿Cómo van a confiar ellos en el amor, si la Iglesia misma deja de confiar? Hay aquí una llamada a la responsabilidad de los divorciados que viven en nueva unión. Ellos pueden entender que el problema no es solo suyo, que pueden cuidar también el ambiente eclesial, y que cuando no se acercan a comulgar están contribuyendo a preservar ese ambiente.
 
»Yo le ponía la imagen del medio ambiente: tenemos una sensibilidad muy grande con el medio ambiente, nos damos cuenta de que los ambientes influyen en la persona y de que no se trata solo de incidir sobre los individuos, sino que hay que cuidar la casa común. Vemos enseguida que este elemento podemos traspasarlo al ámbito de la familia... Así, Amoris Laetitia no trata solamente, y hay que verlo así, de cuidar los individuos, sus penas y dolores, su interioridad, su conciencia aislada, por así decir; sino que nos dice que es esencial para las personas también el ambiente. La sociedad es un ambiente, la Iglesia es un ambiente: un ambiente de relaciones. Si la enseñanza y la práctica sobre el matrimonio cambia, cambia el ambiente.

»La admisión a la Eucaristía de quien vive en modo contrario al Evangelio supone una degradación del ambiente eclesial, que se hace más débil para proteger a la familia. La Iglesia se mantiene fiel a Cristo en cuanto que Ella mantiene, en su doctrina y en su práctica sacramental, la forma de vivir propia de Jesús, el ambiente que Cristo inauguró. Solo manteniendo este ambiente puede luego acompañar a las personas, regenerar los lugares nocivos para la vida personal y familiar, a través de un camino de penitencia. Pero si Ella pierde el ambiente de Jesús, ¿cómo podrá ayudar a los hombres que viven una atmósfera degradada?
 
»Esto significa que hacer excepciones con respecto a la indisolubilidad del matrimonio, no afecta solo a la persona concreta, sino que supone cambiar el ambiente, en cuanto que el matrimonio por sí es una realidad pública. Así lo ha defendido vigorosamente el Papa Francisco ante ataques al matrimonio como unión entre un hombre y una mujer. Dar la absolución a personas divorciadas en nueva unión que no quieren cambiar su modo de vida significa empobrecer el ambiente de la Iglesia, de modo que deja de contener el ambiente de Cristo.
 
»Imagine un párroco que recibe en su despacho parroquial a una pareja, que son divorciados, y les dice: "Bueno, pues ahora podéis acercaros a la comunión, hemos hecho un discernimiento y en vuestro caso, que es un caso difícil, pues... " Si inmediatamente después entra una pareja de novios que le preguntan al mismo párroco: "Pero bueno ¿esto es para siempre, es realmente indisoluble?", y él les dice "sí", y les avisa de que, de otro modo no pueden casarse. Pero ellos podrían ciertamente contestar: "Bueno, y entonces estos que se acaban de ir, ¿qué pasa si nos ocurre lo mismo a nosotros?"

»En estos momentos los jóvenes necesitan que la Iglesia les diga: "Yo acompañaré vuestro matrimonio en cualquier situación, y os recordaré siempre que este es un amor para siempre, porque es el amor de Cristo, y os sostendré en este camino". Para ayudar a los jóvenes a tomar la decisión de casarse es decisivo recordarles que no están solos, que la Iglesia les acompaña, y que Dios mismo se hace garante de su promesa. Y son ellos los más débiles, a los que hay que decirles, con el Papa Francisco: "No os dejéis robar la esperanza".
 
(...)

-¿Como va nadie que se plantee interpretaciones sui generis sobre la moral sexual en la Iglesia a querer seguir las enseñanzas magisteriales de la Humanae Vitae? Se ha creado una comisión de estudio de la encíclica de Pablo VI en su 50 aniversario, 2018... y se levantan voces contra ella, desde incluso congregaciones vaticanas.
-La encíclica Humanae Vitae es la respuesta de la Iglesia a la revolución sexual. No es una enseñanza aislada de Pablo VI, sino que Juan Pablo II ha dedicado todas sus catequesis de la teología del cuerpo a fundamentarla y a comentarla. Detrás no hay solo una norma o un aspecto concreto de la vida matrimonial, sino que toda la concepción cristiana de la sexualidad. Humanae Vitae habla del cuerpo, de su lenguaje, de su capacidad para la relación interpersonal, para el don de sí y la transmisión de la vida. Esta es la clave, que la sexualidad se entienda como un don de sí, frente a otra visión que entiende la sexualidad como una necesidad que el hombre tiene y que al final se mide según el placer que produzca.
 
»Los frutos de la revolución sexual los vemos ahora con más claridad que los veía Pablo VI. Puede decirse que los avisos que él daba en Humanae Vitae se han cumplido con creces. Entre los efectos hay uno paradójico, que se ha llamado la agonía del eros. La revolución sexual que se ha impuesto de una forma radical en la manera que propugna de vivir la sexualidad, a la vez está demostrando cómo destroza la vida de las personas, hasta el punto de que estas pierden el interés por su propia sexualidad.
 
»La Humanae Vitae, en cambio, ofrece un modo completo de vivir la sexualidad, como don de sí mismo en la apertura a la vida. Benedicto XVI explicaba, a los cuarenta años de Humanae Vitae, que en el don total de sí mismo se incluye también el don de la paternidad o maternidad, que los cónyuges se intercambian. Para Humanae Vitae es esencial también que el cuerpo, y la sexualidad, llevan un lenguaje que viene del Creador, y que solo puede vivirse bien si se vive a partir de esta relación con Dios, con el Creador que ha formado el cuerpo del hombre y de la mujer. Juan Pablo II, además de reafirmar la enseñanza de Humanae Vitae, ha profundizado en la visión del hombre y del amor que Humanae Vitae implica, desde un punto de vista personalista.
 
»Hoy vemos esfuerzos para negar la enseñanza de Humanae Vitae. Esto se hace, además, mientras se afirma el gran valor de la encíclica. Se dice que hay que leer el espíritu de Humanae Vitae, y que la letra no importa tanto. Lo que se intenta es, de nuevo, presentar una visión de la moral a partir de la conciencia, pero una conciencia desencarnada y, por eso, aislada, solitaria, por lo que el lenguaje del cuerpo queda exterior a la persona, ajeno a ella. Cuando se parte, por el contrario, de la conciencia encarnada, se entiende que el lenguaje del cuerpo y de la sexualidad es parte de nuestra identidad y de nuestra acción, y que solo respetándolo como recibido de Dios es posible encontrar el camino de la sexualidad, un camino de amor y de plenitud en el don de sí mismo. De este modo la acción moral cristiana se entiende como respuesta a un amor según un don que hemos recibido y que queremos hacer crecer.

Pincha aquí para leer íntegra la entrevista en Roterdamus, blog de Jordi Picazo.