En esa cita ha quedado claro que ni la postmodernidad ni la capacidad de adaptarse o de innovar van a ser más importantes en las nuevas generaciones que habilidades clásicas como saber leer y entender lo que se lee, tener certezas firmes y valores éticos, reglas bien delimitadas y disciplina. Lo clásico sigue siendo lo eficaz, y en el siglo XXI, más global y tecnológico que nunca, se verá claramente.
La periodista de El Mundo lo resume en 10 conceptos-clave que marcarán la educación eficaz.
Platón dijo que el fin de la educación era «enseñar a desear lo deseable». El buen educador potencia la curiosidad y el asombro. Pero los críos de ahora viven estresados con sus tareas y sus extraescolares. «Los niños empiezan la escuela deseando aprender y acaban pensando sólo en aprobar», expresa Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema.
«Disfrutar del aprendizaje es fundamental. Educar no es cuestión de estrategia, sino de cariño. Frente a la presión academicista de los ránkings, del informe PISA y de las competencias, necesitamos una educación emocional, de aprender a ser persona». Hay que relajarse, volver a la naturaleza y vivir la experiencia de lo real.
Ya no vale con ser inteligente. Ni siquiera basta sólo con tener talento, que es la forma de gestionar la inteligencia. La palabra de moda es learnability, que José Antonio Marina define como «el deseo y la habilidad de aprender rápida y eficazmente». Es una herramienta clave para los jóvenes, que en su vida laboral tendrán que reciclarse entre 10 y 14 veces.
El aprendizaje dura ahora toda la vida. El futuro no será de los más listos, sino de los que tengan más ganas de aprender y mantengan más tiempo ese deseo. La persistencia, el esfuerzo y el carácter son los valores del siglo XXI.
La única cosa que tienen clara los distintos partidos políticos que negocian el Pacto de Estado por la Educación es que hay que poner más educación cívica en la nueva ley. Cada vez va a ser más importante enseñar en el respeto al diferente, porque cada vez hay más migraciones y más diversidad. Se ha puesto de moda en los colegios (el Miguel Catalán de Coslada, el Instituto de Sils) el aprendizaje-servicio, algo parecido a lo que antes se llamaba trabajo social.
Existe un creciente interés en el mundo educativo por que los niños aprendan conocimientos concretos. «Ahora se está poniendo mucho énfasis en la educación orientada para el mercado laboral, pero en el futuro veremos el regreso de la Historia, de la Geografía y de la Literatura. Si tenemos conocimientos concretos, podemos entender mejor lo que está pasando y estar más preparados. Los niños tienen que saber de dónde vienen y conocer el contexto. Los hechos son importantes», insistía durante la Cumbre Mundial de Educación el director de la revista económica tunecina Afrique Magazine, Zyad Limam.
«Disciplinar no es solamente poner límites, es, sobre todo, educar en la conciencia del respeto al valor terapéutico de los límites», expresa el educador Gregorio Luri, que dice que hay padres que piensan que el "no" es una especie de virus con un poder traumatizante.
Maia Chankseliani, profesora de Educación Comparada e Internacional en la Universidad de Oxford, lo corrobora: «Las reglas son muy importantes como parte de la educación. Los jóvenes no pueden ser completamente libres, deben estar enmarcados dentro de una cierta estructura». No hace falta ser unos padres autoritarios, pero sí poner reglas, educar en los hábitos y en el rigor y conseguir que se cumplan. Los límites dan seguridad en la incertidumbre.
[Esto se explica muy bien en el libro El colapso de la autoridad, de Leonard Sax, año 2017, que explicamos y recomendamos aquí en ReL]
La resiliencia es la capacidad del ser humano para adaptarse positivamente a situaciones adversas. El mundo postmoderno está obsesionado con el éxito y no enseña a los niños a caerse y levantarse. No hay nada malo en la frustración, pero los padres tienen miedo a asumir que sus hijos fallarán.
Fanny Auger, gurú de la 'slow life' [vida lenta] que imparte talleres en Francia sobre cómo aprender a vivir con el fracaso, asegura que «fallar muestra cómo eres en realidad» y recuerda los inconvenientes de querer alcanzar la perfección a toda costa. «Muchos problemas vienen porque los niños tienen miedo a defraudar a sus padres. Hay que ser compasivo y amable con uno mismo», indica. Un fracaso a tiempo es un triunfo; por ejemplo, una mala nota puesta a principio de curso ayuda a mejorar.
Karen Symms Gallagher, decana de la Rossier School of Educaction de la Universidad del Sur de California, cuenta cómo «la tecnología sirve para individualizar los programas educativos» de cinco high schools que ha rediseñado para repescar a alumnos que no lograban graduarse. 90 estudiantes de la misma edad tenían hasta 11 niveles educativos distintos, pero las tabletas les han permitido «aprender cada uno a su ritmo» dentro de la misma clase y con el mismo profesor.
Nadie discute los beneficios de las nuevas tecnologías; ahora bien, los alumnos deben aprender a distinguir lo esencial de lo irrelevante.
La mayoría de los expertos de la Cumbre Mundial de la Educación considera que en los colegios se deberían impartir herramientas de lo que se denomina alfabetización mediática (media literacy) para que los alumnos aprendan a detectar las noticias falsas. Insistió mucho en ello la jequesa de Qatar, Mozah bint Nasser, que reclamó que «en los planes de estudio haya competencias para que los estudiantes se aparten de pensamientos estereotipados».
No hay nada mejor que educar con el ejemplo y es difícil pretender que los chicos se interesen por un libro cuando el 36% de la población española reconoce que no lee nunca o casi nunca, según el CIS. Pero la lectura es importante, recuerda la OCDE, y cualquier lectura es mejor que no leer, sean cómics, revistas o novelas online. Además de sus ventajas cognitivas (refuerza la ortografía y la comprensión lectora), lo mejor de la lectura es que nos enseña a estar solos, nos permite viajar a otros lugares y vivir otras vidas y nos ayuda a entender el mundo.
[En ReL fomentamos la lectura con nuestra Sección Libros]
Sir Michael Barber, que fue asesor educativo de Tony Blair, explica que hay una escuela «muy buena» a las afueras de Londres, la School 21, «que está centrada especialmente en enseñar a los niños a escuchar y a hablar». El colegio forma en la oratoria, pero también proporciona herramientas para comprender otros puntos de vista. «Enseñar a argumentar es importante, pero mucho más es enseñar a escuchar. Es fundamental enseñar en el arte de no estar de acuerdo, porque, en la era de Twitter, la gente discrepa sin tratar siquiera de entender al otro».