En una entrevista en la revista Creando educación para tod@s, L´Ecuyer habla de cosas que pueden parecer obvias para muchos pero que están desapareciendo en la sociedad actual.
“Un niño sobreeestimulado con un entorno que no se ajusta a su ritmo interno pasa a dejar de desear ‘desde dentro’, se vuelve pasivo y pasa a depender de esos estímulos externos. Ahí es cuando pueden entrar en juego las adicciones y la desmotivación en ausencia de dichos estímulos artificiales. Por lo tanto, menos pantallas y más relaciones interpersonales, menos consumismo y más austeridad, menos ruido y más silencio”, afirma sobre cómo debe ser la educación de los más pequeños.
Sobre la relación padres-hijos, Catherine L´Ecuyer tiene claro que “el mejor juguete para un niño son sus padres” aunque se lamenta de que debido al alto ritmo de la vida que llevamos falta tiempo para estar con los hijos.
Sin embargo, explica que “no se trata de estar haciendo cosas con ellos sin parar, se trata de regalarles miradas y de escucharles, de estar disponibles”.
En su opinión, “hay que simplificar el montaje del fin de semana. Decía Leonardo da Vinci que la sencillez es la última sofisticación. Menos cosas y planes y más tiempo para compartir”.
Esta investigadora en temas de educación se pregunta qué es lo más valioso hoy para compartir con nuestros hijos. Y la respuesta la tiene clara: “nuestra atención”. “La atención es el barómetro de nuestro amor, decía Pablo D´Ors, la forma más pura de generosidad, decía Simone Weil. Así que hay que poner el teléfono en modo avión y aprender a disfrutar de ellos”, afirma tajante.
L´Ecuyer también habla de la cantidad de actividades a las que se apunta a los niños para mantenerles ocupados entre semana. “Es terrible –asegura, pero lo hacemos porque trabajamos. Entonces, ¿cuál es la alternativa? Adaptar el horario laboral al horario de los colegios, como la gran mayoría de los países desarrollados. Sin duda, esa es la solución”.
Sobre la tecnología y el boom de implantar tabletas en los colegios, L´Ecuyer también se muestra muy contundente asegurando que “con el tiempo, ganaremos en perspectiva y veremos, basándonos en los estudios académicos, que la competencia digital está sobrevalorada”.
“La tecnología en la educación es una burbuja que tarde o temprano explotará. Yo siempre digo que el mayor error ha sido vender a los padres que la educación para el uso de las nuevas tecnologías consiste en adelantar la edad de uso”, afirma esta canadiense.
A su juicio, “es todo lo contrario, hay que atrasarlo al máximo, porque la mejor preparación para el mundo digital es el mundo real. Las nuevas tecnologías son maravillosas, pero en mentes preparadas para usarlas, y esa preparación no ocurre dando un dispositivo al niño que no está preparado para usarlo”.
¿Cómo salir de ahí y sacar a los niños de esa inercia?, le preguntan a esta experta. Esto responde ella:
“Si los niños tienen un dispositivo electrónico, es porque se lo hemos dado. Si ellos buscan conectarse en secreto, es porque no hemos sabido darles oportunidades lo suficientemente atractivas o porque carecen de alternativas. La solución parece utópica, pero no lo es. Si le damos la oportunidad a un niño de 10 años decidir si estar conectado con el móvil todo el día, o ir a pescar con sus padres, ¿qué decidirá? Estar con sus padres, sin duda. Conozco cientos de familias que educan a sus hijos pequeños en el mundo 100% real, no digital, y es posible conseguir que esos niños no se sientan raros. ¿Qué es ‘ser raro’? ¿No ser normal? ¿Qué es ser normal? ¿Quién pone la norma de lo que se ha de hacer o no? ¿Para qué necesita conexión a internet un niño de ocho años? ¿Quién decidió eso? ¿Las estadísticas? Pues estamos para hacer las estadísticas, no para cumplirlas ciegamente”.
Para acabar, Catherine L´Ecuyer recupera la cita de Chesterton, que decía: “el mundo nunca tendrá hambre de motivos para asombrarse; pero sí tendrá hambre de asombro”. Su objetivo, afirma esta mujer, dar la vuelta a la profecía del periodista y escritor inglés para que “en el medio de tantas distracciones, nuestros hijos puedan otra vez asombrarse ante lo irresistible de la belleza de la realidad”.