Este viernes 3 de julio se estrena "Unplanned", la película sobre el caso real de la ex-abortista Abby Johnson, en 50 ciudades de toda España (ver lista de cines y salas en la web de Unplanned.es). En Toledo, hay un preestreno oficial el jueves con la presencia del arzobispo Francisco Cerro a las 19.30 en los cines del centro comercial Luz del Tajo.
Abby Johnson fue directora de una clínica abortista en Bryan, Texas hasta que en 2009 tomó conciencia del horror del aborto y se convirtió en activista por la vida. Su interesantísimo libro testimonio de 2010, Sin Planificar (Ed.Palabra), es la base de la película, rodada por la distribuidora cristiana PureFlix y con dinero del cineasta y activo defensor de la vida Eduardo Verástegui. En 2012 Abby se hizo católica, aunque eso no figura en la película. (La clínica de Abby, ante la que rezaron muchos activistas provida, y que durante años fue un gran negocio, acabó cerrando en 2013).
La Abby Johnson real -a la izquierda- con Ashley Bratcher, la actriz que la interpreta;
"Unplanned" sigue muy de cerca el libro testimonio de 2010 de Abby (la actriz, Ashley Bratcher, casi fue abortada por su propia madre, como explicamos aquí)
La película concentra las escenas truculentas en su primer tercio. En ReL la hemos visto con una chica de 13 años, y con un chico de 12 al que le inquietan las "cosas de médicos". La chica la disfrutó y la terminó diciendo "es una película muy bonita". El chaval -especialmente aprensivo con las cosas médicas- la dejó en la tercera escena de clínica y sangre.
Una película luminosa... que denuncia la banalidad del mal
Pasado el primer tercio de película, es más bien una película luminosa, que invita al espectador a pensar y matizar, no sobre el aborto (que es un horror disfrazado de banalidad, "es una pastilla", "sólo un tejido", "hazlo tú misma en casa") sino sobre la mentalidad de sus trabajadores. Es la banalidad del mal, de los funcionarios de campo de exterminio que son majos y simpáticos, como señalaba Hanna Arendt. Como lo era Abby.
(Lea aquí la entrevista detallada de ReL con Abby Johnson)
La película ayuda a entender por qué cuesta tanto sacar de la industria del aborto a los que viven metidos dentro, obcecados como en una peculiar secta. El filme insiste en mostrar a casi todas las trabajadoras -excepto la jefa- como chicas más bien idealistas que creen hacer un bien, o simplemente pobres que han de llevar un salario a casa.
La película empieza con la escena del aborto en el que participó por sorpresa... y que cambió su forma de pensar
Hoy Abby Johnson es la mayor autoridad es sacar trabajadores de esa industria siniestra, y ha ayudado a más de 500 personas a salir de esos trabajos. Ella misma colaboró como administrativa, comercial consejera o directora en miles y miles de abortos, pensando que era algo "bueno", o al menos, "inevitable".
Todo se construye sobre el aborto que vio y la transformó
Hay quien acusa a la película de seguir una estructura de telefilme de sobremesa: chica buena pasa a ser chica mundana, que luego toma conciencia y se convierte, para después enfrentarse a los malos y ganarles. Sin embargo, la estructura de la película no es esa, de hecho es una estructura extraña porque intenta ser fiel a los hechos, y los hechos en la vida real son complejos, no son una cómoda ficción.
La película se inicia con la escena que sacó a Abby de la industria del aborto. Es curioso que esta escena -la inicial- tenga tanta fuerza. También la tiene en su libro. Y los artículos reales hoy en internet de periodistas pro-aborto -casi todos basados en los de Nate Blakeslee- buscando detalles para desacreditar a Abby desde hace 10 años, se centran una y otra vez en ese momento: el momento en que ella, que llevaba años ganando un sueldo como trabajadora del aborto pero lejos del quirófano, vio por fin cómo se hacía uno. Planned Parenthood dice que ese día a esa hora en ese centro no hubo tal aborto. Abby dice que Planned Parenthood no es fiable. Los que hemos visto el sumario judicial del abortista doctor Morín en Barcelona, en nuestra mesa, con su lista -a lápiz y bolígrafo- de abortos cobrados en negro (más dinero a más semanas de gestación) sabemos que en este negocio muchos abortos no se notifican. Tampoco le cuesta mucho a Planned Parenthood hacer desaparecer un dossier.
Los enemigos de la película y del testimonio de Abby se aferran a debatir detalles sobre este aborto concreto; de alguna manera, molesta la visibilidad que da... pero el cine es imagen
Incluso la Agencia France Presse, al intentar desacreditar la escena del aborto en la película habla con 3 ginecólogos que no niegan la práctica de aspiración y succión, sino que comentan apenas detalles sobre la edad fetal o decisiones cinematográficas como el uso de primeros planos de adultos con lágrimas.
¿Por qué la patronal nunca difunde imágenes de cómo es un aborto?
Por supuesto, el aborto que vemos en "Unplanned" -mejor dicho, en su escena de ultrasonidos- no es "real", son efectos, igual que en las películas bélicas (y antibélicas) no muere nadie, porque son actores disfrazados de soldados.
Pero cada vez que un defensor del aborto dice "esas imágenes no muestran cómo es un aborto real" lo que hay que responder es: "pues muéstreme las imágenes de cómo son los abortos de verdad en su empresa, en sus distintas edades el feto y modalidades". Y nunca las muestran.
Vivimos en la era de la imagen, hay imágenes de todo, hay tutoriales de todo... y las imágenes reales de cómo se hacen los abortos siguen siendo un tabú. Si la industria no muestra imágenes de abortos reales es porque saben que no sólo revuelven los estómagos, sino también las conciencias.
El gran punto diferencial del aborto es que, al contrario que la esclavitud, es invisible. Por supuesto, los esclavistas hoy tratan de esconder sus esclavos, igual que los mafiosos tratan de castigar y silenciar a sus arrepentidos. Pero el no nacido es la víctima más invisible. Abby no se ha dejado silenciar y trata de hacer visible el aborto. Cuando ella "lo vio", ella cambió.
La película muestra que hubo momentos antes en que lo vivió -ella misma se practicó dos abortos- y que hasta lo examinó (cuando, como una subida de nivel en la empresa, pudo ver como se colocaban partes de fetos en placas, práctica habitual para asegurarse que no quedan trozos dentro de la mujer). Vivió y examinó, pero no tomó conciencia. De hecho, la película detalla que vio muchas cosas en esta industria cuya oscuridad y maldad no entendió hasta que salió de ese empleo...
Los cristianos de Coalición por la Vida rezan sobre los bidones con los restos de bebés;
la valla marca la frontera entre el reino de la vida y el de la muerte... pero la oración puede atravesar esa frontera
El cine es ver y emocionar, no es como leer un libro, aunque en esta película tratan de ser muy fieles al testimonio de Abby. Sobre las imágenes explícitas de abortos ella misma explicaba a ReL en 2015: "No apoyo el uso de estas imágenes gráficas en lugares públicos, grandes, con vallas en la calle… Pero si has avisado a la otra persona y tienes su permiso, en una conversación cara a cara, me parece correcto. Mi experiencia es que no son eficaces para hacer pensar a los que apoyan el aborto. En cambio, sí creo que son eficaces en activar a cristianos apáticos, cristianos que no se mueven, para que tomen conciencia y se activen".
Es una película con religión, pero no sólo para cristianos
En EEUU, algún crítico cristiano de cine, incluso provida, ha señalado que la película está orientada exclusivamente al público cristiano de PureFlix. A nosotros no nos parece así. Es mucho menos "preachy" (predicadora) que otras películas de "reza y Dios te orientará". Pero sí es cierto que es una película con religión, porque en los hechos reales hay religión.
Abby, por ejemplo, iba a una iglesia episcopaliana (anglicana liberal) pro-aborto. Eso se ve en la película. No se ve cuando en esa iglesia empezaron a mirarla mal cuando dejó Planned Parenthood y la combatió. Abby estableció una relación cordial con Coalición por la Vida, porque era gente amable y tratable. El joven matrimonio que la ayudó a dejar el negocio aparece simpático, empático, compasivo... ¿Demasiado para ser verdad? Pero en la vida real la gente provida empática y simpática existe de verdad, y de hecho es la que mejor puede trabajar en esa tarea de acompañamiento provida. La película muestra bien que un proceso de cambio y de amistad puede requerir muchos años y paciencia y constancia.
Además, hay una escena de oración especialmente poderosa, cuando los activistas provida, desde su lado de la verja, piden a un técnico que traslada bidones con restos de bebés abortados, que les deje rezar imponiendo las manos sobre los bidones. Es una impotencia total en que unos adultos buenos no pueden hacer nada por proteger a unos niños ya eliminados y tratados como "residuo biológico". Sólo pueden rezar y llorar. Pero en ese momento vemos que se produce la transformación de Abby.
Se ha señalado que la jefa abortista de Abby parece una "mala muy mala", sin más complejidad. Pero quizá hay una diferencia entre los pecadores -el resto de trabajadoras de la clínica- y los corruptos -los jefes y jerarcas que se enriquecen-, como señala el Papa Francisco. Llega un momento en que la perseverancia en el mal vacía a uno por dentro, como una inversión de lo que decía San Pablo: "Ya no soy yo, es el Mal que vive en mí". Ya casi no queda persona, sólo su función en el engranaje de muerte. Los verdugos en los iconos rusos y griegos de mártires muchas veces no tienen rostro: son herramientas en manos de un poder oscuro.
Abby cambiará de bando y suplicará desde el lado de la vida, impotente, excepto por su testimonio: "yo he estado ahí, sé lo que sucede, he sido la directora durante años"
El bien es concreto: faltan potitos
Una crítica menor, aunque acertada, que se ha hecho a la película es que el filme muestra activistas provida hablando de esperanza y futuro, pero no los muestra con las cosas concretas y reales que vemos mil veces en cualquier sede provida: pañales, cestitas, potitos, carritos de bebé (reutilizables), ropitas... ese caos desbordante de la vida con bebés, las cosas concretas de la ayuda concreta, de la vida real. En ese sentido, la película, curiosamente, parece temer más las imágenes de pañales que las de sangre en las baldosas blancas.
Finalmente, es una buena película que recoge un testimonio real muy concreto: no el de una activista provida cualquiera, sino el de quien fuera la directora de la mayor clínica abortista de Texas durante años, una mujer que abortó dos veces y creía ser buena y caritativa mientras hacía abortos.
Abby es quizá la persona del mundo que ha tratado con más ex-trabajadores del aborto. Pocas personas entienden tan bien como ella lo que pasa en esos centros de muerte, en que quedar embarazada o celebrar un embarazo se ven con desconcierto y sospecha. Matar o no matar se reducen a la vulgaridad de un formulario relleno, y luego drogas para aturdir.
Para reflexionar, despertar y consolar
La película se puede ver con chicos de 13 años o más en colegios, catequesis juvenil, clubes de debate y de familia, grupos matrimoniales, encuentros provida, etc., advirtiendo siempre de que hay escenas fuertes -pero no traumatizantes- al principio y es la historia de una trabajadora en una clínica de abortos. Da visibilidad a los bebés invisibles, pero también a las personas que, como sonámbulos, recurren al aborto o trabajan en sus centros.
Ilustra lo que decía San Pablo: "hago el mal que no quiero, y no hago el bien que quiero". Muestra que, tristemente, una persona buena, incluso sensible, una mamá dulce, puede matar a miles de personas, subida a una cinta transportadora de ideología y falsa caridad. Su final suave y consolador puede ayudar a muchas personas.
(Lea aquí la entrevista detallada de ReL con Abby Johnson)