Aunque hay un porcentaje de padres sistemáticos y concienzudos que intentarán controlar desde cerca el móvil de su hijo (con grados de éxito variable), la inmensa mayoría no lo hará, o lo hará poco y mal. La realidad es que cuando hay móvil para el niño, la mayoría de padres dejarán al pequeño "solo ante el peligro".
"Regalan un móvil, pero no asumen que deben informarse para estar preparados sobre el manejo que pueden o no pueden hacer a sus hijos de los terminales y, además, tampoco destinan tiempo (lo ideal es que sea de forma diaria) a controlar dónde se han metido en las redes sociales, con quién están contactando, qué tipo de mensajes o imágenes mandan o reciben, qué aplicaciones manejan...". Sin control diario o casi diario, el abuso está servido.
Un niño con móvil e internet puede hacer mucho daño a otros niños o personas vulnerables enviando fotos indebidas, comentarios hirientes o inadecuados, etc... Y otros pueden causarle daño a él mediante el móvil, con mucha más facilidad que sin él. Se carga sobre el niño una enorme responsabilidad y capacidad de hacer o sufrir daño. Y es solo un niño.
Se presupone que deben cumplir con una serie de obligaciones: Los hijos deben aceptar que sus padres entren en el terreno de su «privacidad» y supervisen el terminal cuando consideren para leer los contenidos y ver con quién se mensajea, o para que no entren virus. Los padres deben saber que aunque se haya avisado al niño, se encontrarán con dificultades cada vez que quieran acceder de forma consentida y ética a su terminal. Las discusiones están aseguradas.
Que tenga un móvil a edad temprana implica que se le está facilitando el acceso a determinados hábitos y comportamientos que habrá que combatir, como es un uso abusivo. Aunque se le haya puesto límites de horas, días o tiempo, siempre querrá más y más. El móvil no es "para llamar" ni mandar "algún mensaje", sino que los chicos lo usan para conectarse durante horas a juegos, películas, redes sociales... puede pasar muchas horas que le parecerán muy pocas, y siempre querrá más y más. El conflicto será continuado: lo pactado con el niño que recibió el móvil a los 9 o 10 años no lo aceptará el de 12 o 13.
El móvil engancha, es fácil, está en el bolsillo, no cuesta ningún esfuerzo. En cambio, quedar con amigos reales para jugar sí requiere un esfuerzo, una cierta logística. También el deporte requiere esfuerzo, y el trato cara a cara con los demás. Por eso, el niño dejará de lado esas cosas que cuestan esfuerzo para volcarse en el móvil.
Por supuesto, el móvil engancha más que leer novelas o cómics, pintar, dibujar o ensayar con un instrumento. El móvil quita horas a todas esas cosas. Y las horas de infancia son distintas a las de otras edades: lo que no se juega como niño, lo que no se ensaya, aprende o vive siendo niño, no se puede adquirir igual en otras edades.
Jorge Flores, consultado por ABC, aconseja a los padres que no se dejen llevar por las modas porque sus hijos de 9 años ni necesitan ni harán un uso adecuado de los móviles. Muchas familias lo regalan porque se dejan persuadir por el típico comentario de que a «fulanito y a menganito» ya se lo han comprado.
«Hay que ser consecuentes —apunta Flores— y tener mucha mano izquierda. Si no se le regala el móvil, ante su pertinente enfado, se le puede ofrecer otro tipo de compensación que también le atraiga y que a buen seguro le será más útil y beneficiosa. Y, sobre todo, recalcárselo: "sí, fulanito tiene un móvil, pero tú tienes más suerte porque tienes...», explica al diario ABC.