Carol Peters-Tanksley, norteamericana, es ginecóloga, endocrinóloga reproductiva, autora de libros sobre salud femenina y una cristiana comprometida en tareas de evangelización, sobre todo animando a un estilo de vida sano en lo físico y lo espiritual.

Reflexionando sobre las dificultades que pueden aparecer en la vida sexual de un matrimonio cristiano ha detectado 9 características que se deben tener en cuenta.

Recuerda que Dios creó el sexo ("hombre y mujer los creó", Génesis 1,27) pero que distorsionado o mal usado puede destruir vidas y familias.

“Parto de la premisa de que Dios creó el sexo para ser disfrutado entre el hombre y la mujer en un matrimonio comprometido. El debate tras esa premisa es para otro día. Pero entender cómo está diseñada esta relación puede ayudar a responder muchas preguntas”, escribe la doctora Carol.




Una relación sexual sana tiene que ver más con dar que con recibir. El esposo y la esposa se enfocan más en satisfacer las necesidades del otro que en cumplir sus propios deseos. Si ambos se centran en el otro, la mayoría de las dificultades se superan. El qué hacer, o cómo, cuándo, donde, cuántas veces… esas preguntas se responden, en la mayor parte de los casos, yendo en la dirección de lo que el cónyuge quiere.
 

El esposo y la esposa pueden ver las preguntas del “cómo, cuándo, donde, con qué frecuencia” de forma distinta, pero ambos expresarán con honestidad y amabilidad sus deseos, miedos, frustraciones y más. Aunque ambos intentan cumplir con las necesidades del otro, ninguno se sentirá forzado a implicarse sexualmente en algo que les haga luego sentir resentimiento hacia el otro.

 

La vida, y el matrimonio, tienen estaciones, temporadas, con distintas necesidades en lo íntimo. No cada encuentro sexual tendrá el mismo nivel de emoción o satisfacción. Los aspectos más importantes del sexo cambiarán en las distintas etapas del matrimonio.
 

El sexo no es “solo sexo”, es un tipo de intimidad entre esposo y esposa realmente importante. Se ha de tratar como algo valioso, un don precioso que vale la pena guardar, en el que se ha de trabajar, en el que vale la pena mejorar, hacerlo prioritario, invertir en ello, rezar por ello. No hay que menospreciarlo como un añadido menor.
 

La vida sexual puede ir cambiando: de frecuente a ocasional, de emocionante a confortable, de satisfactorio a frustrante… depende de la salud física, el estrés de la vida y otros factores. En una relación sana, el esposo y la esposa están comprometidos a unirse físicamente, a reconectar así con frecuencia, pero con libertad, sin presiones legalistas.


 

Los cónyuges se mirarán el uno al otro exclusivamente, no mirarán a ningún otro lugar para el cumplimiento de sus deseos y necesidades sexuales. La intimidad sexual con una tercera persona está fuera de los límites de una sexualidad sana, pero lo mismo sucede con la pornografía, el exceso de intimidad emocional con otra persona, etc…
 

Una relación sexual sana permite exponerse, vulnerable, sin ser herido. La relación sexual (o su aplazamiento) no se usa para castigar, para controlar ni para herir. Que te vean por completo, que te conozcan, y que aún así te amen y acepten, es una experiencia maravillosa y sanadora, que sana heridas específicas del pasado, o las comunes de la debilidad humana.
 

Cada matrimonio es la unión de dos personas imperfectas, y lo mismo sucede con sus relaciones sexuales. Como en cualquier otro ámbito de la vida matrimonial, casi con seguridad en algún momento herirás a tu cónyuge, y él te herirá a ti. Por lo tanto, una relación sexual sana incluye el perdón sincero y una mejoría continua.
 

El acto sexual es el aspecto físico de una intimidad bien trabajada. Por eso, nunca es “sólo sexo”. Esta intimidad completa incluye amistad, perdón, lazos emocionales, entendimiento mutuo y conexión espiritual. La sexualidad marital completa incluye todas esas cosas.


 
La doctora Carol añade estas consideraciones:
 
-Hay muchos matrimonios cristianos donde el sexo no cumple todas estas condiciones, pero eso no significa que no sea posible.

-Si tenéis una buena vida sexual, ¡celebradlo! A Dios le gusta.
 
-Si estáis casados y vuestra relación sexual no es muy buena, no os rindáis. A veces hay que trabajar en mejorar lo sexual, pero otras veces tendréis que trabajar antes otros aspectos de vuestro matrimonio y eso hará que mejore vuestra intimidad.
 
-Si no estás casado, no te rindas. El miedo, la culpa, la desesperación y otros mensajes negativos pueden presionarte para que aceptes algo menos que el matrimonio. Te animo a que te reserves para lo mejor.

No hay “Diez pasos garantizados para una relación sexual impresionante”. Una relación sana en una pareja cristiana es un asunto de crecimiento, compromiso y gracia de Dios. Requiere esfuerzo y vale la pena trabajar por ella.

(Tomado del original en inglés aquí)