Según anticipó Actuall este domingo, la Declaración anima a resistirse “a todos los empujones para redefinir el matrimonio, incluyendo los vínculos entre personas del mismo sexo o de grupo, o sexualmente abiertos o temporales”.
El documento también declara que la naturaleza de que el verdadero matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer es “una verdad que ningún gobierno puede cambiar”.
“No vacilaremos ni decaeremos hasta que la verdad del matrimonio sea acogida por nuestras leyes y reconocida por nuestras naciones”, expone la Declaración de Cape Town (nombre en inglés de la ciudad sudafricana).
La presentación de la declaración tuvo lugar coincidiendo con el día internacional de los Derechos Humanos, en el aniversario de su proclamación por la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en París en 1948.
El norteamericano Brian Brown, que desde este verano es el nuevo presidente del Congreso Mundial de la Familia (www.worldcongress.org), una potente plataforma cívicainternacional, considera que la Declaración de El Cabo significa “un paso histórico en la lucha global por preservar la verdad sobre el matrimonio”.
“Forzar la agenda del ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo en las naciones a través de la manipulación de la ayuda extranjera es una práctica deplorable”, señala Brown, denunciando una práctica ya común de los países ricos para exportar su ideología a los países de África, Asia y Latinoamérica, lo que el Papa Francisco ha llamado "colonialismo ideológico".
La Declaración de El Cabo está recogiendo adhesiones de todo el mundo. Desde España, entre los primeros adheridos están el diario digital Actuall y el presidente de HazteOir.org y CitizenGO, Ignacio Arsuaga. También han firmado los políticos españoles Eugenio Nasarre, Ángel Pintado y Luis Peral, conocidos por su militancia provida y profamilia. Firman obispos, parlamentarios y líderes sociales de diversos países, denominaciones cristianas y religiones.
Se promueve en las redes sociales bajo la etiqueta #CapeTownDec.
Más allá de añadir sus nombres al documento, los signatarios se comprometen a “resistir el creciente imperialismo cultural de las potencias occidentales cuyos gobiernos buscan nada menos que la colonización de la familia”.
“No nos inclinamos ante ningún poder terrenal y usando cualquier medida justa no vacilaremos ni decaeremos hasta que la verdad del matrimonio sea acogida por nuestras leyes y reconocida por nuestras naciones”, sostiene la declaración.
Este texto se basa en la Declaración de Manhattan (manhattandeclaration.org), realizada en 2009, nacida en entornos cristianos ecuménicos en defensa de la familia, la vida y el matrimonio, a la que se sumaron 440.000 personas en su primer año de lanzamiento. Mientras la Declaración de Manhattan estaba centrada en tres asuntos (protección de la vida, dignidad del matrimonio y libertad religiosa), la Declaración de El Cabo está centrada en el matrimonio y la familia.
“Nuestro objetivo es alcanzar los dos millones de apoyos a la Declaración de Cape Town durante un año desde hoy, 11 de diciembre, Día Universal de los Derechos Humano”, explica Brian Brown.
Provenientes de todo el mundo, no tenemos lengua, cultura o credo comunes. Estamos divididos por la historia y la geografía, por costumbres sociales y formas de gobierno. Pero en los cimientos, estamos unidos.
Tenemos una sola opinión sobre la base de la sociedad civil, sobre la base de esa primera y primordial comunidad llamada familia: afirmamos que la dignidad del matrimonio está en el vínculo conyugal del hombre y la mujer.
No lo asumimos como la práctica parroquial de ningún grupo o nación o edad, sino como patrimonio de toda la humanidad. No lo defendemos como una cuestión de preferencia o temperamento o gusto, sino como el corazón de cualquier orden social justo.
Los seres humanos prosperan en las comunidades. Y cada comunidad encuentra su fundamento donde cada ser humano merece comenzar: en el matrimonio. Aquí un hombre y una mujer se comprometen a unirse durante toda su vida como una familia y a sellar su amor como una sola carne.
Ellos muestran la fidelidad y la unidad en la diversidad de cualquier comunidad saludable. Así aseguran a todos los hijos nacidos su vínculo, el derecho de todos los hombres: conocer el amor fiel del hombre y la mujer cuya unión les dio vida.
Así, los matrimonios saludables son exigentes con las parejas; pero los matrimonios heridos reclaman mayores compromisos de sociedades enteras. Una cultura próspera servirá por lo tanto al matrimonio y a toda la sociedad, promoviendo la pureza fuera de él y la fidelidad en él; desalentando la pornografía, el adulterio y el divorcio; y resistiendo firmemente cada impulso para redefinir el matrimonio: incluir los del mismo sexo o las uniones de grupo, los sexualmente abiertos o las uniones temporales.
Nos dedicamos a honrar, restaurar y proteger estas verdades. Nos comprometemos, cuando sea posible, a negarnos a tratar con las corporaciones que las nieguen. Nos comprometemos a resistir el creciente imperialismo cultural de las potencias occidentales cuyos gobiernos buscan nada menos que la colonización ideológica de la familia.
Juntos nos unimos a la causa común, Oriente y Occidente, Norte y Sur, para defender una verdad que ningún gobierno puede cambiar. No nos inclinamos ante ningún poder terrenal, y usando cualquier medida justa, no vacilaremos ni decaeremos hasta que la verdad del matrimonio sea acogida por nuestras leyes y reconocida por nuestras naciones.