Eso sí, estos programas siempre aparecen disfrazados de un aspecto educativo cuyo único y aparente objetivo es evitar los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual. Estas políticas no son sólo apoyadas sino que son promovidas generalmente por organizaciones supranacionales como Naciones Unidas, que en muchos casos supedita la ayuda financiera a países pobres o en vías de desarrollo a la aplicación de estos programas de adoctrinamiento.
Como ejemplo de la imposición de estos programas vale el reciente informe de la Unesco, en el que pedía a la Asamblea General de la ONU que impusiera programas de adoctrinamiento, en este caso LGTBI, en los colegios de todo el mundo.
La realidad es que son decenas de miles los colegios que en todos los continentes llevan aplicando años programas de educación sexual. Pero hasta ahora nadie se había parado a analizar si realmente éstos son eficaces para su cometido o son únicamente humo ideológico.
Esto es lo que ha realizado Cochrane, una red global de investigadores del ámbito de la salud que realizan informes muy completos generando así información destinada a que se tomen mejores decisiones en el mundo de la Sanidad.
El estudio de los expertos ha revisado los datos de más de 55.000 jóvenes de países como Inglaterra, Escocia, Sudáfrica, Chile, Kenia, Tanzania, Zimbabwe o Malawi. Y han realizado un seguimiento que va desde el año y medio hasta los siete años. Es decir, una muestra amplia y duradera en el tiempo.
La conclusión a la que llegan es devastadora para los promotores de estos programas educativos: no reducen el número de embarazos ni las enfermedades de transmisión sexual, es más, no tienen ningún efecto en los jóvenes.
¿Los jóvenes están mejor informados? Sí, pero los jóvenes también están recibiendo un bombardeo de mensajes de carácter sexual que anula esta información. Todo vale, todo se permite, la clave es el deseo y el único freno que se les ofrece es el preservativo. Y esta política se demuestra claramente ineficaz.
En muchos centros parte de la educación sexual pasa por clases prácticas de cómo utilizar los preservativos
El autor principal del informe, el doctor Mason-Jones insiste en que tal y como se diseñan estos programas actualmente “no tienen ningún efecto sobre el número de jóvenes infectados con el VIH, otras infecciones de transmisión sexual o el número de embarazos”.
En gran medida, los programas de educación sexual que se instauran en los colegios tienen como objetivo “cambiar las actitudes, los comportamientos y las normas sociales mediante la mejora del conocimiento y la comprensión de los riesgos de la iniciación sexual temprana y la importancia de los anticonceptivos y/o el uso del condón”.
Por ejemplo, uno de los programas sexuales de un colegio de Reino Unido incluido en esta investigación afirma que pretende “mejorar las competencias en la comunicación sexual, el uso del condón y el conocimiento del embarazo, enfermedades de transmisión sexual, métodos anticonceptivos y servicios de salud locales”.
Sin embargo, los resultados de este macroestudio muestran que los que están imponiendo estos programas en realidad no saben lo que en la práctica funciona o no funciona. Están dando palos de ciego.
Estudios anteriores se basaban en las conductas que los propios jóvenes comunicaban, siendo muy propensos al sesgo por lo que eran muy poco fiables. En este caso Cochrane sólo incluyó los estudios que ofrecen resultados biológicos medibles en registros y una vez que eliminaron los informes con alto riesgo de sesgo el resultado que hallaron fue el “nulo efecto” de estas políticas en los jóvenes.
La experta en Bióetica y jefa de políticas públicas del Christian Medical Fellowship (CMF) de Reino Unido, Phillipa Taylor, analiza el efecto que debería tener en el futuro la aplicación de los programas de educación sexual a tenor de los resultados de este estudio.
Phillipa Taylor ha analizado a fondo este informe
En primer lugar considera que estos datos deben ser una fuerte llamada de atención a las políticas de salud pública centradas en los jóvenes y la sexualidad para que empiecen a tener en cuenta la calidad de los estudios en los que se basa para ésta prime sobre la ideología.
En segundo lugar, Taylor apoya que existan programas de educación sexual en las escuelas pero considera que son mucho más eficaces en la educación secundaria. Eso sí, que haya programas pero con un enfoque distinto.
El tercer punto llama a reflexionar a los responsables de los planes nacionales que promueven el sexo y las relaciones sexuales a los jóvenes en las escuelas para que reconsideren su posición tras analizar los resultados de este informe.
En África llevar uniforme escolar es un orgullo y además tiene otras ventajas
Philippa Taylor avisa no estar sorprendida con este estudio pues “las estrategias de salud sexual actuales para hacer frente a los embarazados de adolescentes se basan principalmente en tres supuestos falsos: que la anticoncepción es segura, que los jóvenes llegan a leerla y que la abstinencia es imposible”.
Del informe sí se desprende otra conclusión importante, sobre todo para los países pobres y en vías de desarrollo, y que sí incide en una reducción de los embarazos y los contagios. Se trata de la escolarización. En algunos de estos países incentivos como un uniforme gratuito puede animar a los estudiantes a permanecer en la escuela y esto sí que redujo en torno a una cuarta parte las tasas de embarazo y la transmisión de enfermedades sexuales.