Con El bebé de Bridget Jones, ya son tres las películas sobre esta chica cada vez menos joven, sus novios y sus desastrosos amores y relaciones. Si se suma la recaudación mundial de las películas de 2001, la de 2004 y la de 2016, hablamos de 584 millones de dólares: sus desventuras venden, aunque la segunda y la tercera película mucho menos que la primera. 

Es cosa comúnmente sabida que la novelista Helen Fielding, cuando publicó El Diario de Bridget Jones en 1996, se inspiró en muchos elementos de la novela de 1813 Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen. La misma Fielding lo ha admitido. 

Pero, ¿qué sucedería si Jane Austen, séptima hija de un párroco anglicano, defensora de la sensatez en el matrimonio y la familia, viera el mundo de hoy, un mundo de familias rotas y de parejas que ni se atreven a casarse? Bridget, a los 43, y sin saber quién es el padre, tiene su primer bebé.

Carolyn Moynihan, subdirectora del portal MercatorNet, de información social y familiar, escribe una ilustrativa carta ficticia de la señorita Austen a la señorita Jones, que traducimos a continuación. 


 
Jane Austen (17751817), en un boceto
pintado por su hermana Cassandra


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Estimada señorita Jones,
Habiendo prestado cierta atención a las idas y venidas de su carrera romántica de los últimos 15 años, oigo ahora que usted va a tener un bebé. Debería felicitarle pero tengo produndas dudas sobre esta noticia.

No está usted casada. Ni siquiera está segura de quién es el padre. Una prueba de ADN puede que solucione esta cuestión, pero, ¿acaso se casará con usted el padre del niño, sea esa copia mala del señor Darcy o el nuevo rollete que usted tiene?

Es una verdad universalmente conocida que un hombre que puede conseguir sexo sin el compromiso del matrimonio no va a tener prisas por dirigirse al altar, ni siquiera cuando un bebé está en camino.

Mister Wickham, el villano con pinta de caballero de Orgullo y Prejuicio, solo accedió a casarse con Lydia Bennet con una pistola en la espalda (metafóricamente hablando), y creo que no hemos vuelto a oír hablar de las bodas de penalti desde aproximadamente 1970.

Estoy segura de que quiere usted este bebé: a los 43 años puede que ya sea su última oportunidad.

Quizá todo le parezca una buena broma, y el director de la película no dudará en contribuir con un final feliz; pero en realidad la situación está repleta de incertidumbre tanto para el niño como para usted.


 Bridget Jones y sus novios, en 2016; embarazada y sin casar a los 43, la ficción puede ser divertida pero las estadísticas del mundo real no son optimistas

Si consulta los datos, o simplemente lee el Daily Mail, verá que el sexo antes del matrimonio, especialmente con más de una pareja, aumenta su riesgo de divorcio; y si se separa, a su hijo se le roba la presencia permanente de un padre y las condiciones óptimas para su bienestar.

Teniendo en cuenta estos riesgos reales, y puesto que su historia es supuestamente una analogía del siglo XXI de Orgullo y Prejuicio, me siento obligada a señalar dónde tanto usted como su época han perdido en realidad el sentido, no solo de mi libro sino también del matrimonio en sí mismo. (Me perdonará que cite la Biblia y el Book of Prayer, pero soy hija de un pastor).
 

He mencionado el divorcio. Su riesgo de sufrirlo es mayor no solo por sus experiencias previas sino también por lo fácil que es conseguirlo. El primer gran error de su tiempo fue la introducción del divorcio sin causa. La idea de que se puede dar fin a un matrimonio porque uno de los esposos lo deja, ha hecho que toda la institución parezca arbitraria y frágil.

Niños innumerables han quedado heridos por la separación de unos padres que podrían haber superado sus diferencias y haberse centrado en el bienestar de la unidad familiar.

Esto es básicamente lo que el señor y la señora Bennet hicieron con su “inapropiado matrimonio” porque hace 200 años el divorcio no era una opción. Ciertamente, no para la aristocracia y las clases bajas. Y aunque se dieron consecuencias variopintas según las personalidades de sus hijas, hubo solo un verdadero desastre, parcialmente salvaguardado por el buen trabajo de la familia y del señor Darcy. La ley, la religión, otras presiones sociales y el apoyo familiar les ayudaron a salir adelante.

Hoy, la ley permite que la gente abandone al primer momento de desencanto y la mayoría de las iglesias han consentido cobardemente con ello. Casi nadie, incluyendo los miembros de la familia, tiene la fortaleza de convencer a las partes en problemas de lo contrario. Y los hijos crecen con miedo a casarse por temor a que sus sueños se desvanezcan.

Se dará cuenta usted de que ninguna de las chicas Bennet, con la única posible excepción de Mary, se desencantaron del matrimonio por la experiencia de sus padres.


Sé que el prejuicio está totalmente condenado por las clases morales hoy. ¿De dónde viene entonces este prejuicio en contra de las familias numerosas?

Como sabrá usted, yo era la séptima de ocho hijos. Esto no era raro en mis tiempos. Los Bennet tienen cinco, sus vecinos, los Lucas, tantos como ellos.

La segunda causa más grande de perjuicio para la institución del matrimonio en tus tiempos es cambiar el tamaño de la familia gracias a la medicina. Esto es lo que la píldora anticonceptiva y la barbarie legalizada del aborto suponen en la realidad, no la liberación de la mujer.

¿Cómo de liberada se ha sentido usted desde que entró en los 30, Bridget? Me da la sensación de que la guerra en contra de la fertilidad se ha convertido en una guerra en contra del sexo femenino y su posibilidad de alcanzar la felicidad como esposas y madres.



 Bridget Jones en la película de 2001 con su triángulo amoroso; quince años después sigue igual o peor... en España, los hombres se casan a los 37 años y las mujeres a los 34... ¡los que lo hacen, que cada vez son menos!

Es cierto que en mis días las mujeres morían con frecuencia en el parto, y también los niños. La esperanza de vida era generalmente más corta. Pero, ¿no es tremendamente irónico que el reciente ataque a los nacimientos empezara precisamente cuando la ciencia y la medicina han prácticamente eliminado la mortalidad infantil y maternal en países como Inglaterra? Y cuando los métodos de fertilidad se han perfeccionados de manera que no supusieran sabotear el significado del amor marital. (Sospecho que no entiende usted este último punto, pero lo dejo para otra carta…)

Las familias numerosas tienen muchas ventajas. Forman una pequeña sociedad en la que hay mucho que dar y recibir y dónde se satisfacen muchas necesidades. Fue mi querida hermana Cassandra quien me cuidó durante el año antes de que muriera de una enfermedad incurable. Quizás Jane y Eliza Bennet no habrían sido tan sensatas de no haber tenido tontas hermanas más pequeñas a las que echar un ojo.


No, esta no es una referencia al modelo de matrimonio de las almas gemelas, una fantasía de Hollywood que ha hecho mucho daño a aquellas personas suficientemente ingenuas como para creer lo que las malas películas y novelas les cuentan. El matrimonio no es una romántica satisfacción personal, sino que trata de la familia: seguridad, criar hijos para que sean buenos ciudadanos, contribuir a la comunidad y a la sociedad en general.

Hablo de la institución del matrimonio, el tipo de matrimonio que la sociedad necesita y que por tanto regulariza y sanciona.

Charlotte Lucas, la mejor amiga de Eliza Bennet, se casó con el horrible señor Collins por seguridad; su hermana Lydia se quiso casar con Wickham porque se dejó llevar por sus pasiones. Entre estos dos extremos se encuentran los matrimonios de Jane y Elisabeth, los cuales se parecen a esos de las “almas gemelas”, pero porque compartieron la experiencia de sacar adelante una familia y se apoyaban el uno al otro en los buenos y malos momentos.

Como ya he dicho, el modelo de alma-gemela ha hecho daño a muchas personas. No a la clase alta, que propaga nuevos modelos para todo ­­–se casan por razones prácticas además de por amor– sino a aquellos que se encuentran más abajo en la escala social y que al perseguir la difusa versión de Hollywood del amor y el matrimonio tienen todas las que perder.

Muchos terminan siendo pobres, madres solteras o viviendo juntos en relaciones inestables, todo lo cual pone en alto riesgo el bienestar de sus hijos y su propia felicidad.  Creo que entiende usted lo que quiero decir, Bridget.


Debería estar sorprendida, o al menos desconcertada, por la aparición de lo que llamáis “matrimonio del mismo sexo”, pero en vista de los otros cambios que he sondeado, le encuentro cierta lógica. Si el matrimonio no tiene como objetivo principal la procreación y la crianza de los hijos sino la satisfacción romántica (“el amor”), entonces serán solo las costumbres y los prejuicios los que prevendrán a las personas homosexuales de tener derecho a que su relación sea reconocida por el estado.

Imagino, Bridget, que siendo usted una señorita profundamente moderna aprueba esta novedad. Y si no entiende qué hay de malo en esta nueva visión del matrimonio, según transcurra el tiempo, la gente más joven lo entenderá todavía menos.

Por tanto, me temo que Orgullo y Prejuicio, tras 200 gratificantes años en la lista de los más vendidos, será pronto prohibido en colegios y librerías (si no lo ha sido ya) porque celebra el matrimonio únicamente tal y como nos fue dado por las manos del Creador, como Dios lo ordenó, esto es, como la institución pre-política natural fundada en la unión total (física, emocional, espiritual) de un hombre y una mujer.

Sinceramente, Bridget, no querría escribir o leer sobre ningún otro tipo de matrimonio. Ni tampoco ver la película.

Suya,
Jane Austen

(Carolyn Moynihan publicó este texto aquí en MercatorNet; traducción del inglés por Belén Manrique