Dyanne Gonzales es miembro del comité directivo de Save The 1, la asociación fundada por Rebecca Kiessling para reivindicar el derecho a nacer de los más proscritos entre las víctimas del aborto: los bebés producto de una violación. Esposa y madre residente en Nuevo México (Estados Unidos), su implicación en el movimiento provida tiene su origen en la terrible historia de un triple asesinato, que cuenta ella misma en la edición en español de dicho blog provida, Salvar El 1:
Han pasado casi ocho años desde que mi hermano mayor Lloyd, mi cuñada Dixie y mi sobrino de 22 años, Steven, fueran brutalmente asesinados en su casa, en El Rancho (Nuevo México), por la noche, el Día del Padre del año 2011.
Lloyd y Dixie estaban casados desde que eran adolescentes. Tenían dos hijas ya emancipadas que están casadas y tienen sus propias familias, y a Steven, que fue adoptado por Lloyd y Dixie cuando era tan sólo un niño.
Cuando llegó a su casa venía de un orfanato, padecía el síndome del niño zarandeado y necesitó cuidados especiales toda su vida. De hecho, los doctores dijeron a mi hermano y a mi cuñada que Steven jamás andaría ni hablaría, pero ellos lo adoptaron a sabiendas de que dependería siempre de ellos. Este hecho pone de manifiesto qué personas tan amorosas eran. Steven aprendió a andar lentamente y con cojera, porque en el lado derecho de su cuerpo tenía una movilidad muy reducida, e incluso se graduó en la escuela superior. Y conducía un quad con mucha soltura a pesar de sus serias limitaciones.
Lloyd y Dixie, con su hijo Steven.
Ellos eran personas muy participativas en la vida de su comunidad y todo el mundo los apreciaba mucho y admiraban su generosidad. Lloyd era alicatador y había sido un artesano toda su vida. Mucha de su actividad profesional la había desarrollado en Santa Fe en casas que costaban millones de dólares. Le encantaba pescar y disfrutaba con su esposa de cualquier actividad al aire libre.
Lloyd y Dixie, en una de las excursiones camperas que solían hacer.
Dixie era voluntaria en una casa cuna y era la incansable defensora de su hijo Steven. Lloyd y Dixie, eran muy organizados, algo que tenían en común.
Un crimen espantoso
La noche en que fueron asesinados, mi hermano debió de oír al intruso, se levantó de la cama sin vestirse y vio qué estaba ocurriendo. Salió al exterior y allí fue atacado y asesinado con un pico. Tenía moratones y heridas en los brazos, que le hicieron cuanto intentaba protegerse de los golpes. Es extremadamente duro para mí imaginar la escena que tuvo lugar allí.
Luego el asesino entró en la casa por la puerta trasera que mi hermano había dejado abierta al salir y entró en la habitación de matrimonio, donde mi cuñada aún estaba durmiendo. La mató con el mismo pico, golpeándola directamente en la cabeza. La encontraron así, con la cabeza sobre la almohada.
Deducimos que mi sobrino debió oír algo. El asesino también lo atacó y lo asesinó en la cocina con la misma arma, pensamos que mientras intentaba llegar al dormitorio de sus padres.
Recuerdo contestar al teléfono el Día del Padre con la noticia de que Dixie, Lloyd y Steven habían muerto, y mi primer pensamiento fue: "¿En un accidente de tráfico?". Pero en lugar de eso me explicaron la horrible historia de cómo habían muerto. En aquel momento aún no sabíamos quién había sido el criminal. El único camino que conseguí encontrar para afrontar la tragedia que acababa de ocurrir y el consiguiente proceso fue perdonar a la persona o personas que lo habían hecho.
El despertar de la conciencia provida
Gracias a este perdón, me sentí en paz y vi que Dios me mostraba cómo este acto macabro de acabar con la vida de alguien en el que debería haber sido el lugar más seguro -su hogar, en la calidez y seguridad de su lecho, descansando tranquilamente en mitad de la noche- es exactamente lo mismo que ocurre con un niño por nacer, que es asesinado violentamente en la seguridad y tranquilidad que debería ser el seno de su madre, para él el lugar con más garantías de protección y amor...
Como en todo caso de homicidio, llamaron a la policía y empezaron las investigaciones. Tristemente, cuando los bebés son abortados la policía no recibe ninguna llamada ni se plantea investigar esa muerte prematura.
La mayoría de la gente no se plantea nada acerca de la Justicia hasta que ocurre algo así con ellos mismos o sus seres queridos, y muchos provida, incluso cristianos, no se involucran en los movimientos de defensa de la vida hasta que algo les sucede, les agita el corazón y es el detonante. El error de estas personas es no implicarse. Yo también fui una de esas personas y tuve que cambiar.
Un nuevo horror
Soy la única mujer de 10 hermanos y fui educada dentro de la Iglesia. De hecho, soy hija de un predicador, pero no recuerdo que el tema del aborto ni siquiera se plantease. Cuando tenía 16 años, todavía muy inocente, me quedé embarazada de un hombre de 23 años con el que salía. El aborto era algo implanteable, algo que jamás habría pasado por nuestras mentes. Cuando una chica se queda embarazada asume la responsabilidad de sus actos, así que me casé con el muchacho un mes después de cumplir mis 17 años, 5 meses antes de que naciera mi hijo.
Estuve casada con él tres años en los que abusó de mí en todos los sentidos que pueda haber. Incluso me violaba continuamente, pero jamás he visto en mi hijo el recuerdo de ese abusador. Al cabo de tres años, supe que él no se había divorciado de su primera esposa, así que tramité una nulidad. Me dieron la custodia total de nuestro hijo y el abusador eludió cualquier responsabilidad sobre él, aunque periódicamente me amenazaba con raptarlo y ocultarlo en el lugar más recóndito de México. Criar a mi hijo sola, sin ninguna ayuda pública ni apoyo infantil me convirtió en una mujer más fuerte y moldeó mi carácter, y no me arrepiento en absoluto de haber dado a luz a mi hijo. Si yo pude hacerlo, entonces cualquiera lo puede hacer también.
Activista provida
Aunque yo era mi propio testimonio provida sin darme cuenta de ello, no era tan consciente de la realidad del aborto como para implicarme hasta que ocurrió la tragedia de mi familia, y Dios me dio esas luces para ver la analogía con el asesinato de los bebés inocentes. Desde entonces, me activé como militante provida y no he guardado silencio.
Dyanne, hoy, con su esposo.
En mi pequeña ciudad no hay ningún abortorio, pero doy conferencias en mi iglesia y he protestado ante abortorios de otros lugares. He estado en el capitolio estatal de California y soy editora de numerosas páginas provida entre las que se incluyen Save the 1 (Salvar El 1). También he participado en la Marcha por la Vida de Washington, D.C con colegas de Save the 1. Yo no me quedé embarazada por violación, pero sé qué es que te viole el padre de tu hijo biológico y me siento claramente identificada con todas esas mujeres que lo han sufrido.
Aunque me incorporé al movimiento provida hace ocho años, era de esas personas que dicen: "Excepto en casos de violación". Yo insistía en esta retórica sin haberlo pensado detenidamente porque era lo que oía continuamente en mi entorno. En un cierto momento conocí la historia de Rebecca Kiessling [fundadora de Save the 1/Salvar el1] y empecé a seguirla en Facebook y me di cuenta de lo equivocada que estaba al pensar que un niño concebido tras una violación es menos valioso por haber sido concebido en una forma distinta a la que yo fui concebida. Acudí a oírla hablar, estuvimos charlando un rato y empezamos a planear la estrategia de no hacer concesiones. Una vez más, me parecía increíble haber discriminado y menospreciado con tanta facilidad una vida procedente de una violación por creerla políticamente prescindible.
El perdón
El 13 de febrero de 2015 supuso un punto y aparte en el caso sangriento de mi familia: hubo un arresto. El chico tenía sólo 16 años en el momento del crimen que costó la vida a mis familiares. Era un conocido de la familia, aunque no íntimo. Nicolás Ortiz asesinó por dinero exactamente igual que hace un abortista. Con dos cómplices más, planeaban robar en la casa mientras mi familia dormía. Lo único que cambió para mí tras el arresto fue que, a partir de ahora, tenía un nombre concreto a quien dirigir mi perdón.
"Forgive", perdón en inglés: un cartel en la carretera con el que acompaña Dyanne su testimonio.
El 17 de mayo de 2016 comenzó el juicio. Entendí que tendría que luchar mucho para ofrecer mi perdón a ese muchacho. Fue una dura prueba para mí y para los miembros de mi familia. Lo pasamos muy mal sentados ante el tribunal durante el tiempo que duró el proceso. El perdón es una decisión. Yo escogí perdonar para no vivir amargada, resentida y llena de odio y rencor. Por voluntad propia elegí perdonar, lo que en modo alguno quiere decir que no deseara que se hiciese justicia y que cayera sobre los asesinos todo el peso de la ley. Quería que los autores del crimen recibieran su merecido castigo y que los encerraran a buen recaudo. Pero yo, por mi parte, los perdonaba encarecidamente. Algunos de mis familiares no me comprendían, no entendían que quisiera perdonar, como tampoco lo entiende la sociedad.
Una realidad desconocida
Esto me recordó cuando participé en la Marcha por la Vida con mis amigos de Save The 1. Al final de la Marcha, ante el Tribunal Supremo, nos manifestamos con nuestros carteles. En algunos se leía, Concebido en una violación, amo mi vida o Madre tras una violación, amo a mi hijo y también Madre que abortó, añoro a mi hijo.
Mientras mi marido hacía fotos del grupo, pude observar la reacción de los manifestantes. Muchos eran adolescentes, pero también los adultos tenían el mismo semblante. Para mí fue muy significativo, porque ellos estaban muy identificados con la Marcha, exhibiendo eslóganes provida, pero cuando vieron los nuestros, sus rostros manifestaban asombro y supe que a algunos se les habían abierto los ojos ante una realidad nueva. Ante ellos, ahora, había emergido la realidad de las excepciones [los niños por nacer producto de violación], algo que nunca antes habían visto u oído.
Estamos llamados a perdonar, sin excepciones, y estamos llamados a amar y proteger, sin excepciones, como Dios nos perdona y nos ama sin concesiones ni excepciones. Estos últimos ocho años de mi vida han sido con diferencia los más difíciles para mí. Pero quiero decir esto: ¡Dios ha sido mi principal fuente de esperanza en estos ocho años!
"Avanzar y sanar"
En diciembre de 2016 Nicolás Ortiz fue declarado culpable de asesinar a los tres miembros de mi familia. Estará un mínimo de 99 años en prisión. Este fue el segundo juicio por asesinato. El primero tuvo lugar en junio, y resultó 8-4 a favor de una condena por asesinato. El alivio que sentimos no puede ser explicado con palabras. Se había hecho justicia y el mundo era un lugar más seguro con Nicolás Ortiz tras las rejas. Sin embargo, seis meses después de la condena, el tribunal de primera instancia dictaminó que había habido un error en una de las instrucciones del jurado, y el caso se apeló, aunque Nicolás Ortiz permaneció en la cárcel del condado durante ese tiempo. Finalmente, en febrero de 2019, el Tribunal Supremo de Nuevo México restableció la condena por triple asesinato. El caso se envió de vuelta al Tribunal del Distrito para que se restablezca el veredicto y se cumpla la sentencia.
Estoy de acuerdo con mi sobrina, Ángela Ortiz, que dice: "No nos los devolverán, pero nos dará una base para seguir adelante". Fue muy frustrante, porque nuestra familia sintió que el sistema judicial daba pie a una revisión y necesitamos todos un punto y final para este capítulo para que podamos avanzar y sanar en este libro abierto que llamamos vida.