Cuántos divorcios se producen cada día en Occidente. Miles de matrimonios se van al traste también entre los que se han casado por la Iglesia e incluso el Papa Francisco ha hablado de que una parte de los matrimonios canónicos son nulos porque los esposos no son realmente conscientes de lo que han hecho.
El noviazgo es una parte fundamental para que un matrimonio tenga éxito y no pueda ser considerado nulo puesto que pondrá la base sólida para el futuro. Además, es un tiempo de discernimiento para saber si esa persona es la adecuada para compartir toda la vida con ella.
Catholic Link propone diez temas de los que toda pareja debe hablar hablar y tener claro antes de dar el paso de casarse:
El matrimonio es un sacramento y los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la Gracia. ¿Y cuál es la Gracia propia del sacramento? ¡El perfeccionamiento de los cónyuges! Eso no quiere decir que mi trabajo sea perfeccionar a mi cónyuge, sino que tengo la ayuda de la gracia para perfeccionarme yo mismo en relación con mi cónyuge. Todos quieren casarse con el señor o la señora perfecta, pero muy pocos están dispuestos a convertirse en el señor o la señora perfecta para beneficio de su cónyuge. ¡Y en eso es precisamente en lo que nos ayuda la Gracia!
Revisar nuestra voluntad de casarnos “para las duras y las maduras”. El noviazgo es el tiempo privilegiado de preparación próxima al matrimonio. Y tenemos que prepararnos para ser fieles, amar y respetar en la salud y en la enfermedad; en la prosperidad y en la adversidad, es decir, ¡Siempre! (o al menos hasta que la muerte nos separe). Esta voluntad de compromiso, este “para siempre” lo tenemos que proponer como tema de conversación en cuanto tomemos la decisión de casarnos. Después, cuando vengan las dificultades, (que vendrán) nos afirmaremos en esta primera decisión: “esta dificultad tenemos que resolverla, porque decidimos casarnos para siempre”.
Parece increíble, pero muy poca gente ve a su futuro esposo o esposa como “su mejor amigo”. De allí que muchos crean esa frase nefasta “del amor al odio hay un solo paso”. No debiera ser así. La amistad conyugal se basa en la amistad previa, y esta amistad tiene que ser enriquecida todos los días, cultivada mediante el diálogo, la atención, la amabilidad. Y una vez casados, ese cultivo de la amistad conyugal tiene que ser más intenso, especialmente los hombres tendemos a sentir que “ya está”, que “ya cumplimos”. Nos disfrazamos de pingüinos, hicimos el ridículo frente a familiares y amigos y ya con eso le demostramos a nuestra esposa que la amamos… ¡No querido machito! A tu esposa la tienes que conquistar de nuevo todos los días de tu vida!
¡Un tema clave de conversación antes de meternos en la aventura más grande de nuestra vida! ¿Cuántos hijos querrías tener? ¿Cómo los educaremos? ¿Cómo los guiaremos a la santidad? ¿Y qué pasa si no podemos tenerlos?, ¿adoptamos?, ¿cuántos? Cada uno de estos temas es clave, y nos lleva también a la siguiente pregunta, porque, como todos saben, para hacer niños hay que “hacer algo” antes.
Este es un tema que puede ser difícil antes del matrimonio, ¡pero hay que hablarlo! En primer lugar, tendremos que estudiar, comprender y saber explicarnos las enseñanzas de la Iglesia en materia de transmisión de la vida. Si pudiéramos adentrarnos en el estudio de las catequesis sobre la sexualidad de Juan Pablo II (Llamadas “Teología del Cuerpo”) ¡Fantástico! Pero si no podemos, al menos leer lo que dice el Catecismo de la Iglesia al respecto. El don de la castidad no es una prohibición de la sexualidad, sino un modo de orientarla y dirigirla para que ayude en la santificación de los cónyuges. ¡No sólo es importantes saber esperar al matrimonio, sino cómo y para qué!
La castidad conyugal la tenemos que descubrir y cultivar antes del matrimonio. Y hablar de estos temas nos va a ayudar a prevenir y hasta a “blindar” a nuestro futuro matrimonio de estas verdaderas maldiciones modernas, tan frecuentes. Hay que saber que vivimos en una época hipersexualizada, que banaliza al matrimonio y lo ataca con una catarata de pornografía que es prácticamente imposible esquivar. La frecuencia en los Sacramentos y la conversación abierta y confiada en la pareja nos van a ayudar a sortear estos peligros con menos riesgos.
La frase que se repite en la Biblia al menos tres veces (en el Génesis, luego la dice Cristo y la repite Pablo en Efesios) es: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre”. La debida distancia, con el debido respeto de la familia política es la que va a ayudar a cimentar la paz conyugal. Tampoco quiere decir abandonar a los padres. “Ni tan calvo que se le vea el seso ni con tres pelucas”. En el medio está la virtud. Pero antes de casarnos tenemos que tener en claro que la familia política termina tendiendo a ser más política que familia, y si se meten en la intimidad de la pareja, ¡Es para desastre!
Este tema también es importante hablarlo antes. Se acabaron los fondos “míos” o “tuyos” Ahora sólo existen los “nuestros”. ¡Hay que llegar a un acuerdo antes de que se generen los conflictos! Y ese antes es incluso antes de casarnos. Si estamos por encarar un proyecto en común y en lugar de ahorrar para comprar una casa, o para alquilar aunque sea para una habitación yo me gasto el dinero en salir de juerga con mis amigos, lo más probable es que después de casado ese comportamiento continúe. Los fondos de la familia son de la familia, no de cada uno de los cónyuges. Especialmente en el caso de que sea uno sólo de los cónyuges el que trabaje.
¡Es importante discutir antes de casarnos! No estoy diciendo que haya que “buscar pelea” para ver cómo reacciona el otro. Pero es importante haber tenido al menos una “buena bronca” antes de casarnos. Si nos casamos sin haber discutido, al menos una vez, no vamos a saber si la otra persona es rencorosa, si sabe perdonar, si es violento, etc. Es importante saber que en el matrimonio los desacuerdos van a surgir casi indefectiblemente, y que para poder llegar a un acuerdo vamos a tener que saber ceder en nuestras posiciones y fundamentalmente escuchar y comprender al otro y su circunstancia.
Último, pero ¡Lo más importante!: “Familia que reza unida permanece unida”. El diálogo que establecemos con Dios tiene que ser central en nuestro noviazgo. Y tenemos que acostumbrarnos desde temprano a hacerlo juntos. ¡Toda la fuerza de nuestra unión provendrá de la oración cotidiana compartida! Cuanto más cerca estemos de Dios, más cerca estaremos el uno del otro. Y en la medida que conservemos la oración, la asistencia juntos a Misa, la participación plena en la vida de la Iglesia, nuestra casa se convertirá en esa “Iglesia Doméstica” donde nuestros hijos podrán desarrollar una fe fuerte y segura. ¡Y también nuestra relación crecerá fuerte y segura!