Cuando llegó el momento de graduarse, estaba embarazada de nueve meses. Pero su historia no es la que muchos esperarían...
Estando en último año, Lauran se enamoró de un chico que mostró hacia ella un gran respeto. Ella le explicó a su nuevo novio que quería esperar para tener relaciones sexuales y él le dijo que le parecía muy bien. Pareció comprender perfectamente sus deseos. Los padres de Lauran no querían que saliese con él, pero ella siguió haciéndolo de todos modos.
"Una semana después habíamos quedado", cuenta Lauran, "y estábamos jugando al baloncesto. Fuimos al garaje para beber un poco y fue entonces cuando él decidió que todo le daba igual. Quería tener sexo, y aunque yo le rogué y supliqué, me metió en un cuarto y me obligó a tener sexo con él".
Destrozada, Lauran se fue a casa inmediatamente, pero no dijo nada a nadie por miedo. En su familia había experiencia de hombres maltratadores y esa historia estaba grabada en su mente. Además sus padres le habían dicho que no saliese con el chico. Así que guardó la violación en secreto.
Pasó un mes. Lauran siguió viendo a su novio y se aguantó aquel abuso. Le preocupaba lo que la gente podía pensar o decir si rompía con el chico a quien había dicho que amaba, y tanto que había desafiado a sus padres para estar con él. Pero entonces Lauran empezó a sentirse mal y un poco mareada. Se hizo la prueba de embarazo y los resultados fueron los que temía. Estaba embarazada.
Le dijo a sus hermanas lo del embarazo, y un día volvió a casa con ellas para sentarse y decírselo a sus padres, primero a su madre y luego a su padre. Pero Lauran aún ocultó el hecho de que había sido violada.
"Mi padre dijo: ´Si realmente estás embarazada, abortarás´", dice Lauran: "No recuerdo haber llorado tanto en mi vida".
Lauran se negó a abortar a su hijo. No creía que abortar estuviese bien y sabía que no era la respuesta a sus problemas. Guardó el secreto de haber sido violada y su padre y ella apenas hablaban. Sus padres decidieron que Lauran daría al niño en adopción, y tal era el plan cuando ella fue a hacerse la primera ecografía, a las 12 semanas. Incluso ya tenían una pareja que esperaba al niño para adoptarlo.
Pero cuando salía del hospital con la ecografía, unos voluntarios le dieron un clavel junto con un versículo de Jeremías: "Pues sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza" (Jer 29, 11).
Lauran supo que esto era una señal de Dios: Él le estaba hablando. En aquel lugar y momento se hizo a la idea de que conservaría a su hijo. No sabía cómo lo haría, pero estaba decidida y supo que ése era el plan de Dios para ella.
Finalmente Lauran le dijo a sus padres lo que le había pasado y que las relaciones que había mantenido no habían sido consentidas. Fueron entonces más comprensivos y su padre empezó a apoyarla más, pero aún le costaba aceptar la situación.
"Fue en esa época cuando me convertí y le entregué mi vida al Señor", dice Lauran: "No estaba viviendo para Dios tanto como yo creía. Ya no iba a hacer nada sin tener a Dios a mi lado. Rompí con aquel chico y seguí en el instituto porque sabía que tenía que terminar.
Entonces las cosas empezaron a irme mal en el colegio. Él me golpeó con una puerta. Me tiraba comida. Me lanzó una pelota. Casi me expulsaron del centro porque cada dos días estábamos en el despacho del director, o en la enfermería o en el despacho de la orientadora".
A pesar de esos conflictos, Lauran perseveró, se graduó y dio a luz a su hija Isabella semana y media después.
Isabella tiene hoy 5 años y Lauran trabaja como niñera y está educando en casa a su hija, a quien sus abuelos adoran.
"Papá e Isabella son los mejores amigos", dice Lauran: "Él hace todo lo que sea por satisfacerla. Dios cambió su corazón".
Lauran ha dicho adiós al pasado, se apartó de quienes rumoreaban y sigue centrada en al plan de Dios para Isabella y para ella.
Su violador no intenta contactar con ella: "Isabella sabe que tiene un padre ahí fuera, pero que Dios es su padre y Él será el mejor padre que podría nunca tener. Incluso ella me lo recuerda, me dice que yo soy la mejor mamá y Él el mejor papá. Yo no estaba segura de lo que sería ser madre soltera, pero Isabella tiene una actitud inmejorable en todas las cosas y siempre está ahí para animarme".
Lauran e Isabella han aportado su caso a una campaña provida local y también favoreciendo una ley en Ohio para que el aborto sea prohibido tan pronto como pueda detectarse el latido del corazón.
Su testimonio ayuda a salvar vidas de los niños no nacidos y da esperanza a las víctimas de violación. Lauran quiere que sepan que si pones a Dios por delante, antes que cualquier otra cosa, y confías en Él y sabes que hay esperanza, podrán superar su situación. Habrá días realmente dolorosos, dice, pero Dios es fiel.
"Ésta es la más dura bendición que jamás he experimentado", confiesa, "pero no la cambiaría por nada del mundo".
Publicado en Live Action News.