Monseñor Thomas J. Olmsted es el obispo de la Diócesis de Phoenix, en Arizona. Ante todo es un hombre realista que ha decidido afrontar los problemas desde la raíz. Y uno de los más graves es la desaparición del hombre en el seno de la familia, bien porque los hijos nacen fuera del matrimonio, o bien porque ha abandonado sus responsabilidades como esposo y padre. Para el obispo de Arizona, nunca antes se ha visto una crisis como la actual a la hora de vivir el hombre su masculinidad, es decir su compromiso matrimonial y su paternidad, su liderazgo en la familia, su obligación de escuchar el corazón de su mujer y de sus hijos, así como su capacidad de sacrificio personal para sacar adelante su familia.
Esta situación es la que ha motivado a escribir una exhortación pastoral titulada “En la brecha” (Into The Breach) a través de la cual analiza la crisis de masculinidad que existe hoy en la sociedad, y señala una serie de criterios que ayuden a todos, pero principalmente a los hombres, a descubrir de nuevo su identidad como varones.
Olmsted comienza su escrito pidiendo a los hombres católicos que “no duden al entrar en la batalla que se pelea alrededor de ustedes, la batalla que está hiriendo a nuestros niños y familias, la batalla que está distorsionando la dignidad tanto de hombres como mujeres. Esta batalla habitualmente está oculta, pero es muy real. Esta batalla es primordialmente espiritual y está matando progresivamente lo que queda del carácter cristiano de nuestra sociedad y cultura, e incluso en nuestros propios hogares”.
Se trata de una batalla que ha provocado que desde 2000, 14 millones de católicos dejen la Iglesia, hayan caído un 41% los matrimonios sacramentales o un 28% el bautismo de niños, por señalar algunos de los datos que ofrece el obispo. Ahora bien, ¿en dónde está la raíz del problema?
Olmsted responde que “una de las razones claves por las que la Iglesia está vacilando bajo los ataques de Satanás es que muchos hombres católicos no han estado dispuestos a “mantenerse firmes sobre la brecha” –dejando ese espacio abierto y vulnerable al ataque. Un tercio ha dejado la fe y muchos de los que todavía son ‘católicos’ practican la fe con timidez y con un compromiso mínimo de transmitirles la fe a sus hijos”.
El problema no es sólo para ahora, a juicio del prelado “las crecientes pérdidas de hombres católicos jóvenes tendrán un impacto devastador en la Iglesia en EE.UU. en las siguientes décadas, a medida que los hombres ancianos mueran y los hombres jóvenes no permanezcan ni se casen en la Iglesia, acelerando así las pérdidas que ya han ocurrido”.
Con este panorama el obispo de Phoenix ha escrito esta exhortación para animar a “sacerdotes y diáconos, padres e hijos, abuelos y viudos, hombres jóvenes” para que comprendan y asuman su vocación de hombres. Y para ello articula su escrito en tres provocadoras preguntas: “¿Qué significa ser un hombre católico?” “¿Cómo ama un hombre católico?” Y “¿por qué la paternidad, adecuadamente entendida, es tan crucial para cada hombre?”
La ideología de género está creando mucha confusión en las personas. Todos deberíamos entender lo que significa ser hombre: “Esto pareciera obvio, pero en nuestro mundo hay muchas imágenes distorsionadas y evidencia de confusión sobre lo que es la masculinidad verdadera –explica el prelado-. Podemos decir con certeza que por primera vez en la historia, la gente está tan confundida o es tan arrogante que ahora intenta determinar su propia masculinidad o feminidad”.
Olmsted pone como modelo para los hombres al propio Jesucristo, el Hijo que vino al mundo enviado por el Padre para dar la vida por los hombres: “Aquí está la masculinidad en su totalidad; cada hombre católico debe estar preparado para mantenerse firme sobre la brecha, entrar en combate espiritual, defender a la mujer, a los niños y demás contra la adversidad y asechanzas del demonio”.
Sin embargo el riesgo que corre el hombre es el de buscar otros objetivos por los que dar la vida: “Las opiniones de los demás, nuestras carreras, posesiones, juguetes, deportes, aficiones, ropa, tatuajes, casas y carros son caminos con los que somos tentados a identificarnos. Pero aunque algunas de éstas son parte de la vida, no constituyen el centro de nuestro ser”.
La realidad de la vida se impone ante las estas tentaciones, por eso Olmsted, citando al Beato Pier Giorgio Frassati, afirma: “Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin una lucha estable por la verdad, eso no es vivir, es existir”. Y al Papa Emérito Benedicto XVI: “No habéis sido creados para la comodidad sino para la grandeza”.
Si un hombre quiere perseverar en esta lucha por su masculinidad debe vivir los siguientes pasos:
- Orar todos los días. “¡Sin oración, un hombre es como un soldado sin comida, agua, o munición!”.
- Examinar su conciencia antes de ir a dormir, y hacer el acto de contrición.
- Ir a Misa.
- Leer la Biblia.
- Santificar las fiestas.
- Confesarse.
- Construir fraternidad con otros hombres católicos.
Si es fundamental entender lo que es un hombre católico y cuál es su modelo, igual de importante es saber cómo debe ser el amor masculino. Una aclaración previa señala el obispo de Phoenix: “Cristo dejó claro que en el centro de su misión está el amor. ‘Ámense los unos a los otros, como yo los he amado’ (Juan 15:12). Cristo amó con pasión pero sin la más mínima señal de sentimentalismo: “Todas las enseñanzas de nuestro Señor se reducen a este mandamiento. El amor, no es un asunto adicional, es la misión”.
Olmsted señala tres ámbitos en los que el hombre debe amar: como amigo, como esposo y como padre.
El amor a los amigos es fundamental: “¿Cómo son sus amigos? ¿Tienen amigos con quienes comparten la misión de santidad?” “Una renovada masculinidad no será posible sin que los hombres primero se unan como hermanos y verdaderos amigos”.
El amor conyugal es un amor que reclama a cada hombre un compromiso y una entrega por completo. Sin embargo “en nuestros días, ese compromiso es habitualmente visto como la elección de algo convencional incluso aburrido; algo que limita la libertad o amenaza el amor. ¡Nada podría estar más lejos de la verdad!”, exclama monseñor. “La juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo”, señala citando a Paul Claudel, por lo que anima a los jóvenes a prepararse para el matrimonio incluso desde antes de conocer a quien será su novia, de forma que algún día puedan decirle: “Antes de conocerte, ya te era fiel”.
Y es que el matrimonio es una llamada a la dignidad y belleza de la unión que simboliza el amor de Cristo como esposo por la Iglesia, tal y como explica san Pablo en las instrucciones que da a los esposos (Efesios 5:25-32). Es más, “en el sacramento del matrimonio el amor humano es atrapado en el amor infinito y eterno de Dios. Hombres, ¡esa es la gloria! Llamados al matrimonio, ustedes son llamados a ser Cristo para su esposa. Debido a que este amor los une sacramentalmente al amor infinito que Cristo tiene por cada uno, su matrimonio sacramental se sobrepone a los límites del matrimonio natural y alcanza el infinito y eterno carácter al que todo amor aspira”.
Ahora bien, también pone en guardia contra todo aquello que lo ataca: “La discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura… ensimismamiento, egoísmo, la búsqueda del placer propio”, señala citando al Catecismo de la Iglesia Católica, a lo que también añade la pornografía y otras desviaciones.
En conclusión, con un amor con estos principios “ustedes, hombres, no sólo verán a Dios en las mujeres de su vida sino también en ustedes mismos ¡la imagen de Dios!”.
A la tercera y última pregunta, Olmsted explica que “convertirse en papá y mamá significa realizarse plenamente, porque es llegar a ser semejantes a Dios. Esto no se dice en los periódicos, no aparece, pero es la verdad del amor. Convertirse en papá y mamá nos hace mucho más semejantes a Dios”.
Y hoy hay un ataque a la paternidad y a la maternidad. El obispo aporta datos: el 41% de los niños nacen fuera del matrimonio, un aumento del 700% desde 1950, cuando el índice de nacimientos fuera del matrimonio era de solo 6%. No son niños huérfanos por una guerra: “Se trata de ausencia voluntaria del propio padre a una escala masiva. El niño debe preguntar: ‘¿Dónde está mi papá?’ ¿Cuál es el impacto en el corazón de un niño, en su entendimiento del mundo, el amor, y del Padre Celestial, cuando la respuesta a esa pregunta es: ‘Nos dejó’, o ‘No lo sé’, o ‘Fue el donante en un banco de esperma, y así es como tu vida empezó, y pues, no dejó ninguna dirección’?”
Por eso, Olmsted clama: “Hombres, su presencia y misión en la familia es irremplazable; despierten y con amor retomen su lugar, dado por Dios, como protectores, proveedores, y líderes espirituales de su hogar”.
A continuación puede ver una entrevista en español a Monseñor Thomas J. Olmsted explicando algunos aspectos de su exhortación.