Los Briggs estaban en proceso de adopción de dos bebés de Ghana. Jabin Kofi y John David tienen tres meses y fueron abandonados en el monte y les faltaban varias extremidades. Finalmente uno de los pequeños murió antes de que pudiera ser dado en adopción y sólo uno ha llegado con los Briggs, el número 30.
Tal y como podemos leer en la web adoption.com la aventura de los Briggs comenzó en 1985, cuando, Jeane intentó formar parte de un programa de acogida de menores, tras sufrir un aborto natural. La pretensión de la pareja chocó con la burocracia estadounidense, por lo que la ilusión del matrimonio por aumentar su familia parecía abocada a no ser satisfecha.
Sin embargo, por esa época, según narra BBC Mundo, en el mismo año 1985 Jeane Briggs estaba en la iglesia cuando le mostraron la fotografía de un niño de dos años. Había sido tomada en un orfanato de México. El menor estaba ciego, y lo habían golpeado tanto que tenía todo el cuerpo enyesado. Como consecuencia de la paliza, además de tener las piernas rotas, había sufrido daño cerebral. A vista de esto, los Briggs no tardaron en presentarse en el hospicio mexicano para conocer al niño maltratado. "Cuando lo vi sentí que podía ser nuestro hijo", recuerda la mujer. "Supe de inmediato que debíamos adoptarlo". Pocos meses después, lo hicieron.
De esta forma, Abraham, que hoy tiene 31 años, se convirtió en el primero de los 30 niños adoptados por este peculiar matrimonio y vive en la casa que la familia posee en Virginia Oeste. Tiene novia y, a pesar de las lesiones sufridas en su infancia, es un talentoso músico que toca el piano, la guitarra y compone su propia música.
Tras él, a la familia se unieron 29 menores más procedentes de países como Rusia, Ucrania, Bulgaria o Ghana. La mayor parte de ellos sufría algún tipo de problema de salud que dificultaban su adopción. Labio leporino, escoliosis, problemas renales, cáncer, poliomielitis o afecciones cardiacas eran algunos de ellos.
Joseph Briggs, originario del Ucrania del este, tiene 24 años, y cuenta cómo fue abandonado en un hospital nada más nacer. Y cómo fueron sus primeros años en un orfanato. "Tenía labio leporino y el paladar hendido, por lo que me trataban de manera diferente. Todos se reían de mí", cuenta. "Cada año los niños y empleados del hospicio solían ir de vacaciones al Mar Negro y a mí me mandaban al hospital".
Y la de Andrew es una historia similar. Es ciego y sufrió daño cerebral en Bulgaria, de donde lo adoptaron. Cuando los Briggs lo vieron por primera vez en un hospicio, Andrew tenía cinco años y pesaba 7,5 kilos.
Por suerte, Paul Briggs posee un puesto de trabajo bien remunerado que le permite costear los enormes gastos que genera una familia tan extensa —más de 42.000 euros al año solo en comida—. Además, su empresa contribuye con una ayuda de 10.000 dólares —unos 8.100 euros— por cada adopción, cantidad que la pareja emplea en sufragar los numerosos gastos que acarrea este tipo de operaciones.
Con una descendencia tan numerosa, los Briggs se han visto obligados a reformar su vivienda en varias ocasiones. En la actualidad, posee nueve dormitorios y cuenta con una superficie de más de 5.000 metros cuadrados, el doble que el edificio original.
Pero la casa no es sólo un hogar, es también el lugar en el que los niños estudian. Jeane Briggs ha escolarizado a los menores en casa durante casi tres décadas. Cada mañana entre semana los niños se levantan entre las 7:00 y las 7:30, desayunan y se preparan para las lecciones, que empiezan a las 9:00. Parece que el sistema funciona bien, ya que son varios los graduados universitarios entre los Briggs.
Más complicada suele ser la hora de la comida. Jeane Briggs la describe como "una locura". Lo más complicado es dar de comer a más de 30 bocas. Para ello, la familia usa con frecuencia platos y vasos de papel, ya que su sencillo lavavajillas no da abasto, aunque se llene tres veces.
Pero todo esfuerzo merece la pena, dicen. La recompensa es cambiar la vida de niños como Tia, de 18 años, que fue adoptada junto a sus dos hermanas de Ucrania del Este después de que su madre muriera de tuberculosis y su padre fuera asesinado."Cuando llegué a la casa vi a toneladas de gente corriendo hacia mí para abrazarme", dice Tiarecordando su llegada al hogar de los Briggs. "Estoy tan contenta de estar aquí. No sé qué estaría haciendo si no estuviera aquí, ni siquiera sé si estaría viva". Sin duda todo un ejemplo matrimonial y familiar de amor incondicional.