La fraternidad Esposos para Siempre se reúne en Foligno, Italia, del 9 al 13 de agosto. Se trata del segundo encuentro nacional que reúne a personas que, aun estando en la condición de separados, deciden permanecer fieles a su promesa matrimonial. Participan el obispo de Foligno, Mons. Gualtiero Sigismondi, y el obispo de Asís, Mons. Domenico Sorrentino. Entre los relatores están Mons. Renzo Bonetti y Mons. Carlo Rocchetta, comprometidos desde años con estos temas, pero también muchos laicos, algunos de los cuales han elegido ser “esposos para siempre”. Gente que de manera consciente vive la fidelidad en la separación y que osa incluso hablar del camino de santidad que puede surgir del drama de la separación.
En su momento contamos la historia de Stefania Tanganelli y su opinión sobre la comunión a los divorciados que luego contraen matrimonio civil, pero ahora le hemos planteado alguna pregunta más en vista del encuentro de Foligno.
-La experiencia de la separación es más dolorosa de lo que se puede uno imaginar; es algo que se debe vivir para sentir cuánto dolor, cuánta desesperación hay detrás de una familia destrozada, rota, que parece que nunca hubiera existido. En mi corazón yo sabía que tenía una verdadera vocación al matrimonio y a la familia, éste era el modo cómo había elegido servir al Señor pero, ¿ahora qué? En resumen, elegí permanecer fiel a mi esposo, elegí a Jesús en mi vida, pero tenía que dar un significado a estas palabras porque no bastaban por sí solas para dar un significado a mi elección. Tenía delante de mí toda la vida y mi esposo ya no estaba, pero quería a Jesús conmigo, quería vivir en la verdad del Evangelio, éstas eran mis únicas certezas.
-Hablamos mucho de Jesús, pero raramente le hacemos partícipe de nuestra vida diaria; a menudo le decimos “hágase Tu voluntad”, pero antes le dices lo que quieres, tenemos miedo a darle un “sí” en blanco, un "sí" sin condiciones. Pues bien, en un determinado momento yo balbucí este "sí" a Jesús sin condiciones. Por esto, del drama de la separación puede nacer un camino a la santidad. La santidad es la vocación de cada cristiano, es algo que tal vez olvidamos demasiado a menudo. Y la santidad, es decir, la plenitud de la vida cristiana, no consiste en llevar a cabo empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir Sus misterios, en hacer nuestros Sus actitudes, Sus pensamientos, Sus comportamientos. La medida de la santidad es dada por la relevancia que Cristo alcanza en nosotros desde el momento en que, con la ayuda y la fuerza del Espíritu Santo, modelamos nuestra vida según la de Jesús.
-Yo no podría vivir sin la Eucaristía, sin el encuentro diario con el Señor: es una prioridad en mi vida, es el momento más hermoso de mi jornada. En un cierto sentido la Eucaristía diaria transforma nuestro ADN, porque el Cuerpo de Cristo se une a nuestro cuerpo y nosotros somos menos nosotros mismos y más Cristo. Cambia nuestro cuerpo y cambia nuestra vida, cambia el modo de ver el mundo, como en un gráfico: si proyectas la vida en la eternidad todo adquiere otro valor. Así se puede pasar del drama de la separación a un camino de santidad que nos llama a ser siempre fieles a nuestro promesa matrimonial.
La Iglesia ha sido conmigo una madre amorosa y una compañera de camino; en mi vida he conocido a sacerdotes y pastores que siempre me han acogido y amado, que me han guiado en mi fatigoso y difícil camino hacia el Señor y la plenitud de mi vida, como ángeles que han sido enviados para traerme una hogaza de pan y una jarra de agua que me permitiera retomar el camino hacia el encuentro, nuevo cada vez, con el Señor. Tengo que admitir que tengo la gran suerte de vivir en una parroquia franciscana de frailes menores polacos donde se respira con gran intensidad el mensaje de San Juan Pablo II. Y también de haber tenido como maestra en la oración a la Madre Angela, priora carmelita, y de haber conocido a don Renzo Bonetti y haber empezado con él esta bellísima aventura que es la fraternidad “Esposos para siempre”.
-Este es el segundo encuentro nacional y tal como experimentamos el año pasado en Perugia, estos momentos son fundamentales para el crecimiento de la fraternidad, crecimiento en el sentido de hermanos y en el sentido de profundización espiritual de nuestro camino. El encuentro nos permite dar a conocer a la fraternidad a un número cada vez mayor de separados, de sacerdotes y de responsables de pastoral familiar. La fraternidad Esposos para Siempre quiere ponerse al servicio de la Iglesia con la esperanza de ser luz para quienes eligen conscientemente la fidelidad en la separación. Vivir como esposos para siempre testimoniando con la propia vida que la fidelidad al sacramento del matrimonio es posible, también cuando el amor humano ya no es correspondido.
-Pues… si pienso en mi vida no puedo no pensar en ella como una hermosa y maravillosa historia de amor. Me gusta ser una persona que intenta vivir el “para siempre”, me gusta pensar que existe un amor que no muere sino que al contrario, alimentado por la gracia, se transforma en algo grande que sigue dando alegría. Con mi vida he intentado enseñarle a mi hijo que no necesariamente todo tiene una fecha de caducidad, que el “que dura mientras dura” no tiene sentido si se quiere construir una vida y una felicidad verdaderas; quiero enseñarle que se puede luchar por lo que se cree y se puede seguir creyendo en ello también si hay una derrota, porque en la vida no sólo hay victorias, sino que son más bien los momentos duros los que le dan más valor. Quiero enseñarle a no tener miedo de amar.
Artículo publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano.