A día de hoy, Andrea tiene una vida que podría definirse de idílica: vive en una finca campestre junto a su marido y sus tres hijos, que juegan felices cada día rodeados de caballos, vacas y gallinas. Pero no siempre fue así.
Andrea tenía 14 años cuando quedó embarazada; el padre del bebé, 17. La Comunidad de Madrid y la propia familia de Andrea coaccionaron a la muchacha y la presionaron pidiéndole abortar. Ha explicado este jueves en EWTN que su historia tiene final feliz… pero que podría haber sido trágica si no hubiera luchado por la vida de su hija contra las coacciones.
Embarazada adolescente de familia desestructurada
La infancia de Andrea no fue fácil. Abandonada por su madre desde pequeña y con su padre en la cárcel, recuerda que las heridas surgidas de una familia desestructurada las ha tenido "desde siempre".
Con 14 años su vida dio un giro total cuando supo que estaba embarazada.
"Mi familia no lo llevó bien. A mi padre se le metió en la cabeza que tenía que abortar, pero no se ofrecía a ayudar porque entraba y salía de la cárcel", recuerda.
Sus abuelos, con quienes vivía, también la recomendaron el aborto.
Una tercera vía de presión a causa de la tutela llegó a través de la Comunidad de Madrid.
"Lo primero que hizo fue hacerme una carta para que fuese a la Dator, pero nunca me preguntó cómo me sentía, si quería abortar o que pensaba. Solo que por la edad y por lo que decía mi familia, tenía que abortar", explica.
Nunca olvidará la lúgubre sensación que tuvo al entrar a la "clínica":"Era frío. No hay humanidad. Todo el mundo sabe a lo que se va ahí, el dinero que se mueve, era como cuando entras al banco, haces un ingreso y sales. La ente entraba, se hacía un aborto, salía…".
No abortó frente a la verdadera coacción
Cuando le dieron la ecografía supo que estaba de nueve semanas de gestación. En esta etapa, el bebé ya tiene todas las estructuras, orejas, nariz, hasta los párpados, que van a estar fusionados durante semanas. Los labios están formados y empieza a abrir la boca y ya han aparecido pies y manos, con todos los dedos.
"Yo no quería abortar, tenía mucho mal cuerpo y me sentía fatal, no quería hacerlo", recuerda. Su padre y la trabajadora social de la Comunidad de Madrid y la Comisión de Tutela la coaccionaban para abortar.
Pero Andrea tenía un apoyo, José Carlos, su pareja, el padre del niño. Él la puso en contacto con Jesús Poveda, médico y veterano activista provida.
"Tenía segurísimo que la niña iba a venir. Mi problema no era si se iba a hacer o no, sino cómo. Cómo convencer a cierta persona, cómo conseguir el dinero necesario… Cuando Andrea vio la ecografía fue un punto a mi favor. Yo fui a hablar con Jesús, él habló con los padres de mi mujer, fue llevando toda la situación. Las aguas se calmaron y fuimos haciendo planes de futuro", explicó José Carlos al contar su historia (puedes leerla aquí).
José Carlos y Andrea, con Jesús Poveda, que salvó a él de ser abortado y a ella de abortar.
Comida, trabajo, guardería…: la larga lista de cómo no se ayuda
Gracias a la ayuda de este doctor, la administración desistió de que Andrea abortase.
Pasados los años, la joven madre considera que traer una vida en lugar de abortarla es, o debería ser, mucho más sencillo.
¿Qué necesitan las madres embarazadas en situación de dificultad? "Apoyo psicológico, apoyo moral, ayuda, que la gente la vea como una persona a la que se puede tender la mano, no llevarlas por un camino que a lo mejor ellas no quieren, del que están en contra y que les va a pesar toda la vida y a martirizarlas psicológicamente. Lo que hay que hacer es ayudar y no ir a lo fácil para sacar dinero [como hace el lobby abortista]", enumera.
Para Andrea, la lista de todo lo que se podría hacer en lugar de abortar es larga. "Dar ayudas para maternidad, para niños, para los colegios y comida; si no tienen apoyo familiar, dar apoyo para guardería, terapias de grupo, gente a su alrededor que la abrace y que le diga que vale mucho o ayudarla con estudios o con trabajo", prosigue.
La historia de Andrea, contada por su marido, José Carlos Martínez.
El castigo por no abortar
Provida la ayudó, pero la administración, en vez de ayudar a la embarazada, la castigó.
El primer castigo, según lo sintió, fue sacarla de casa de sus abuelos y llevarla a una residencia para madres.
"Como vivía en casa de mis abuelos [en un barrio de Madrid] y tenían más de 70 años, me dijeron que no podía tener un bebé con ellos. Me quitaron de la poca familia que tenía y me metieron en un centro sin pensar como estaría psicológica o moralmente", recuerda.
Lejos de ayudarla, para ella fue un calvario. Cuenta que no le daban toallitas ni pañales, que muchos días no tenía comida, no le ayudaron a pagar los 300 euros que costaba el carrito y recibió incluso amenazas.
"Como tienes al niño, te encerramos": es la conclusión a la que llegó la muchacha.
Según su experiencia, Andrea no duda en afirmar que parece que la administración "estructura mejor que una mujer pueda abortar que las instituciones para que estas niñas estén bien en las residencias y no sea un castigo". Al final, dice, no pocas mujeres podrían pensar que son peores esas condiciones que el hecho de abortar a su hijo.
¿Coaccionadas? "Yo sí que fui coaccionada"
Los abortistas suelen decir que los provida que ofrecen ayuda a embarazadas ante abortorios están "coaccionando" a las mujeres. Pero Andrea rechaza la acusación,
"¿Coaccionada por qué? Si lo único que hacen es dar información. Nunca me he sentido coaccionada por ellos. Me coaccionó mi padre, mi familia o la trabajadora social", sentencia.
Después de verse beneficiada por esa ayuda, Andrea ha tratado de devolverlo contando su historia o ayudando a una amiga que iba a abortar cuando le pidió ayuda. También ella es feliz hoy junto a su hijo.
Para Andrea la vida no ha sido fácil, pero no se arrepiente de nada. De hecho, afirma que sus hijas son todo "y lo único" que tiene y que "por mucho dinero que tuviese, sin ellas no tendría nada. No me arrepiento de nada".
Si es necesario, "imponer lo que haga falta"
¿Es posible enfrentar a la gran industria y negocio del aborto? Tras su experiencia, Andrea no muestra dudas: "Hay que usar la inteligencia y por qué no, jugar como juegan ellos, imponer lo que haga falta y que la sociedad apoye. Si las instituciones no dan apoyo a cosas lógicas, la sociedad tiene que intentar implantar otros pensamientos y otra educación".
La joven y valiente madre de tres hijos dirigió un consejo y palabras de ánimo a otras chicas que puedan estar viviendo su misma situación.
"Que no tengan miedo. No tienen que tomar esa decisión, siempre hay opciones para todo y por mucho que te intenten apretar siempre puedes coger fuerzas y tener la valentía de pedir ayuda. Simplemente hay que pedir ayuda. Si no fuese por el apoyo de Jesús Poveda, yo no estaría en la finca con mis hijas, los caballos y gallinas. Están encantadas… y asalvajadas", concluye entre risas.
Una de las hijas del matrimonio, con su madre: la familia numerosa vive en una finca campestre de Madrid, rodeadas de naturaleza y animales y en un hogar acogedor y de felicidad. De no ser por la acción provida frente a las clínicas, esta imagen no existiría.