En su interior, un tipo muy particular de exposición, con el título: “Opciones parentales para hombres gays europeos”.
¿De qué se trata? Para decirlo con las palabras de los inventores de este evento, la organización "sin ánimo de lucro" Men Having Babies (Hombres que tienen hijos), es «el congreso más grande en el corazón de Europa dedicado a los hombres gays que quieren tener hijos».
En pocas palabras, una gran feria donde se venden «niños maravillosos, perfectos» a través de úteros de alquiler, con listas de precios para (casi) todos los bolsillos.
Las invitadas eran solo parejas gays, pero una mujer belga, Stephanie Raeymaekers, consiguió colarse y salió «asqueada».
Stephanie Raeymaekers es la fundadora de Donorkinderen, "Hijos de Donantes" y denuncia el daño de esta práctica -la producción y entrega de bebés -en las familias: "no hay un derecho a tener un hijo, lo que de verdad ha de existir es el derecho de los niños a tener padres y conocer su origen"
Para la fundadora de la asociación “Donorkinderen” (Hijos de Donantes, www.donorkinderen.com) «ha sido una experiencia que me ha conmocionado, porque esta gente viene a enseñarte cómo crea a los niños y te dice que todo es normal. Es una locura».
La crítica de Stephanie no está dictada por su pertenencia religiosa, ni por un retraso cultural y ni siquiera por una toma de posición ideológica. Stephanie habla de «locura» sólo a la luz de su experiencia, porque esta locura es su vida.
Al aceptar narrar su historia a Tempi.it, Stephanie utiliza estas palabras para describirse a sí misma: «Soy un producto comprado en el supermercado al que le han quitado la etiqueta».
Efectivamente, esta mujer, concebida en probeta mediante fecundación heteróloga, nació hace 36 años con la ayuda de un donante de esperma anónimo.
Hoy Stephanie vive buscando constantemente a su padre biológico, que según la ley belga no puede conocer, y no sabe a cuantos hermanos y hermanas.
Con su asociación ya ha encontrado a 400 personas concebidas en probeta y junto a ellas lucha para cambiar esas «leyes injustas que no consideran los derechos de los niños, sino que ven a los niños como un derecho».
-Soy una de las primeras personas concebidas con el esperma de un donador cogido en un banco de semen, hablamos de los años setenta. Mis padres querían tener hijos pero mi padre era estéril. Un médico les aconsejó la fecundación heteróloga, por lo que mi madre tomó hormonas para estimular la ovulación y los tres óvulos que resultaron del tratamiento fueron fecundados in vitro con el esperma de un donante anónimo. En 1979 nacieron trillizos: mi hermana, mi hermano y yo.
-Cuanto tenía 25 años, porque el médico les había aconsejado a mis padres no decirnos nada. Esta es una maldición, pero no hay que ser ingenuos. Funciona así. Los médicos les dicen a los padre que no hagan más complicada una situación ya compleja.
-Del peor modo posible. Un amigo de mi hermano lo supo, se lo dijo a su novia, que se lo dijo a mi hermano, que me lo dijo a mí. Lo supe cenando, el día de nuestro 25 cumpleaños. No fue el modo mejor de recibir esta noticia, pero estoy contenta de haberlo sabido.
-Porque entendí muchas cosas. Me expliqué finalmente esa impresión constante de no tener nada que ver con mi padre.
-Al principio me enfadé muchísimo, porque mis padres me habían mentido durante 25 años sobre información fundamental para mí, sobre quién me había realmente hecho. Con el tiempo la rabia disminuyó y aparecieron muchas preguntas: ¿quién es de verdad mi padre? ¿Está vivo? ¿Está muerto? ¿Cuántos hermanos y hermanas tengo verdaderamente? ¿Ha dado su esperma a otros? ¿Me parezco a él? ¿Piensa en mí? Sé que no sabe nada de mí, per tal vez piensa en los hijos que han sido concebidos con su esperma. ¿Lo ha hecho por dinero? ¿Para ayudar a los otros? Antes mi vida era simple, ahora es mucho más complicada.
-Quiero a mis padres y quiero a mi padre, que seguirá siendo tal, aunque no me haya concebido biológicamente. Pero la relación ha sufrido, es normal. Cuando lo supe, mi padre me dijo: «El hecho de que tú no seas mía biológicamente interfiere en la relación que tengo contigo. De hecho, me recuerdas constantemente que soy estéril».
-Me siento como si faltara una pieza del puzzle. Es frustrante porque quiero saber de dónde vengo, pero por ley no puedo. A los 25 años tuve una crisis de identidad, porque siempre me he concebido como hija biológica de una persona que en la realidad no era mi padre. Ha sido muy extraño: todo cambia, aunque permanece igual.
-Soy consciente de que en alguna parte hay una persona que a lo mejor se parece a mí y a la que estoy unida, que tal vez se comporta como yo, tienes mis mismas características, pero que no conozco. Cuando voy en el autobús o en bici, siempre pienso: tal vez ese es mi padre, ese otro es mi hermano. Es una pregunta constante, sé que este ser humano existe pero no sé quién es. Necesito responder a esta pregunta para definirme a mí misma, pero no puedo.
-Hoy tengo una familia y cuando me quedé embarazada, por primera vez me vi reflejada por completo en otro ser humano. Entonces empecé a entender cuánto echaba de menos este aspecto, cuánto me había faltado en mi vida, ha sido un punto de no retorno. Y empecé a luchar.
-Mi madre se sentía culpable, entonces no se daba cuenta de que yo habría tenido estos problemas. Un día me dijo: «Si lo hubiera sabido, no lo habría hecho. Hoy no lo haría». Ella está orgullosa de mí y me apoya.
-Me siento como un producto del supermercado al que le han quitado la etiqueta. Sé que he sido comprada. Si un político escribe una ley que permite concebir un hijo con el material genético de una tercera persona, debe tomarse sus responsabilidades e incluir el fundamental derecho del niño concebido de conocer sus verdaderos orígenes, porque aquí hay una paradoja.
-El concebido es la persona más importante, y sin embargo es el único que no tiene elección: los padres pueden elegir, el donante puede elegir, el concebido no. Y él es el que es literalmente "hecho" con el material genético de otro. No se pueden condenar así a las personas, haciendo ver que algunas informaciones no son importantes. Y no es porque lo digo yo.
-Se ve en los niños adoptados, en los que han nacido de otras relaciones. Para definirse es importante saber de dónde se viene. No solo. Cada vez que voy al médico, me preguntan la historia médica de mi familia. Y cada vez respondo: «Conozco sólo la mitad de ella». Es increíble que este problema haya sido creado por la ley.
El rico cantante y activista gay Ricky Martin
ostenta sus 2 bebés "adquiridos" - no se sabe si
podrá o querrá explicarles su origen, quiénes
son sus verdaderos padres, abuelos,
linaje o historial médico
-Algunos no quieren conocer a su padre biológico, pero todos necesitan hablar del tema. El drama es que no todos pueden, porque tal vez el hermano aún no lo sabe o no lo sabe el abuelo o no se quiere estigmatizar a los padres. Conozco a muchos que van al psicólogo, con muchos problemas porque no pueden conocer su origen. Otros tienen muchas preguntas pero los padres no quieren hablar de ello.
-Porque muchos padres están asustados por las preguntas, las ven como un rechazo de su amor y dicen a los hijos: no quiero hablar de ello, tu deberías ser feliz, tienes todo lo que necesitas, no hay motivo para crearse problemas... Son muchos los que, cuando se encuentran conmigo, me dicen: gracias, ahora sé que es normal plantearse todas estas preguntas, que están incluidas en el paquete.
-No es así, porque este método de concepción crea heridas que no cicatrizan y que llevan a los hijos a alejarse de los padres. Hay historias que rompen el corazón. Una niña, hija de una mujer soltera, con nueve años le dijo a su madre que de mayor quería estudiar Derecho para cambiar la legislación de Bélgica.
»He conocido a una joven de 24 años, nacida con una gran mancha en la cara. Sus padres se separaron al poco de haber nacido ella y su padre le dijo: «No podía tener hijos y he pagado mucho dinero para tenerte. Y ni siquiera he tenido un hijo perfecto, sino uno deformado». Cuando oí esta historia me puse a llorar. Esta herida es más grande que cualquier mancha en el rostro.
-Deseo siempre que un padre ame a su hijo sin condiciones. Pero cuando se empiezan a hacer contratos y hay intercambio de dinero, cuando se aprueban leyes que establecen estas cosas, por fuerza el amor no siempre es incondicional. Los niños se convierten en objetos. He comprado un coche, pero ya no lo quiero; he comprado un niño, pero ya no lo quiero. Es como el eslogan del congreso de Bruselas: volví a casa muy triste, conmocionada.
-Te daban una lista de precios y te ofrecían todo lo que podrías necesitar: desde el abogado, pasando por el óvulo hasta la madre de alquiler. Por cinco mil euros te permitían incluso elegir el sexo del bebé, niño o niña. Crean seis embriones y después eligen el mejor. ¿Y dónde acaban los otros embriones?
Para mí, que ya me siento un producto, esto es una locura aún mayor. Antes o después se podrán comprar los niños por internet. Pero ya era una locura en los años setenta. Nunca se debería haber permitido que nadie hiciera hijos con el material genético de otro. Ha sido un error. Este modo de concebir es equivocado.
-No lo sé, pero pienso que es difícil detener este proceso. Pero mientras tanto yo lucho para garantizar los derechos de los niños que han nacido como yo, esto seguramente es posible. Porque ahora se crea una mentira. El derecho del hijo no existe y no ha existido nunca.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, a partir del original italiano en Tempi.it)
Más argumentos de Stephanie Raeymaekers contra el negocio de la producción y compra-venta de bebés en este artículo