Fui concebida en un acto de incesto padre-hija. Mi madre, Becca, sufrió los abusos sexuales de su padre durante toda su infancia y tenía 15 años cuando yo nací.
Le propusieron el aborto y el médico que tenía que practicarlo la inquirió y le preguntó con sorna si había sido "una chica mala" a lo que ella respondió que no, pues no era consciente de lo que su padre había estado haciendo con ella. Este médico no consiguió sacar nada en claro por lo que poco pudo hacer para librarla de los abusos sexuales.
Tampoco los Servicios de Protección infantil fueron más eficientes y, aunque se personaron en el colegio a requerimiento de las autoridades y mi madre les relató qué estaba sucediendo, la enviaron a casa con su progenitor como si nada ocurriera y siguió abusando de ella unos años más.
A pesar de la presión que mi madre tuvo para abortarme, se resistió. Sabía que si estaba embarazada llevaba dentro de ella una nueva vida que crecía y se desarrollaba y por nada del mundo se desharía de ella.
Cuando nací mi madre no sabía cómo cuidar de mí pues era tan jovencita que me veía como a una muñeca, así que sus padres, Rubén y Rosa, me criaron como si fuese su hija. A los cuatro años mi madre me explicó que ella era, realmente, mi madre y, como no me lo creí, se lo pregunté a Rubén y Rosa que me lo confirmaron. Me quedé muy confundida y, para aclararme a mí misma, decidimos que llamase a Rosa, "mamá" o "mami" y a Becca, "Becky" o madre. Estaba confundida porque todo el mundo pensaba que Becca era mi hermana y mi amiga y, aunque sabía que era mi madre, no conseguía verla como tal.
La primera vez que Rubén abusó de mí yo era un bebé de un año y este comportamiento se prolongó en el tiempo hasta que cumplí los 10 años.
En una ocasión mi abuela Rosa lo pilló in fraganti y le amenazó con el divorcio si volvía a hacerlo nuevamente. Yo estaba lo suficientemente asustada como para no reclamar su ayuda. Era consciente de que lo que estaba haciendo no era correcto pero no sabía el nombre. Él me molestaba y yo lo detestaba pero era un hombre muy violento y enorme (unas 350 libras), así que me tenía aterrorizada. Me sentía culpable y sucia. Tengo muchos recuerdos horribles de los abusos sexuales y me es muy doloroso relatarlos...
Mi madre, Becca, era muy joven e intentó todo para protegerme de mi agresor. Recuerdo a los 8 ó 9 años que no había hecho bien una tarea y mi padre estaba muy enfadado. Becca me sugirió que me escondiera debajo del fregadero hasta que se tranquilizara y el temporal hubiese pasado. Lo hice, aun sabiendo qué ocurriría.Él golpeó a Becca en lugar de a mí y yo pude presenciarlo a través de un agujero apostado en mi escondite.
Becca me preguntaba, a veces, si él me estaba molestando. Finalmente, el 16 de noviembre de 1988 me recogió en la escuela y, con la ayuda de nuestra hermana Rachel, nos fugamos lejos a casa de unos amigos de la familia que vivían en Plainview, Texas. No volví a ver a mi padre y a mi abuela hasta siete años después.
A los dos meses de la fuga, mi madre me confesó que su padre había abusado sexualmente de ella y que yo era fruto de esa relación incestuosa. No me exclamé porque tuve la sensación de haber estado haciendo las mismas cosas que ella pero sí que estaba confundida y me sentía avergonzada y sucia, con la autoestima por los suelos y me planteaba una y otra vez cómo mi madre podía amar a alguien como yo.
Plainview tenía que ser un nuevo comienzo para mí pero allí empezó, otra vez, la vorágine de abusos. Mi madre conoció en la iglesia a un señor que parecía encantador y llegó a ser mi padrastro. Yo, me resigné, y dejé que mi madre fuera feliz con él aunque notaba que me estaba distanciando de ella. Yo acababa de cumplir 11 años cuando convenció a mi madre para que me dejara pasar la noche con él y sus niñas y se llevara al niño más pequeño. Ella accedió y esa misma noche él abusó sexualmente de mí. Se lo conté a mi madre pero en la iglesia no le aconsejaron bien y consideraba que yo era la culpable así que tuve que soportar los abusos durante los 5 siguientes años.
A los 13 años me quedé embarazada de mi padrastro. No sabía que estaba embarazada y me preguntaba que estaba sucediendo con mi cuerpo. Hoy, que he sufrido cuatro abortos espontáneos, sé que estaba embarazada de él y que terminó en aborto. Él siempre me amenazaba y me decía que si engendraba un hijo me obligaría a abortar.
Hasta que cumplí 16 años estuve atrapada en una relación totalmente viciada con él. Me hacía promesas extrañas, como que se casaría conmigo y que viviría con mis hermanas menores y su hermano pequeño. Yo rezaba e intentaba no ahogarme en mi propia agonía. En aquel momento, no sabía que el final de mi pesadilla estaba tan cerca.
Mi familia empezó a frecuentar otra iglesia y este fue el camino del que Dios se valió para liberarme de mi tortura. En junio de 1994 mi madre sorprendió a mi padrastro violándome. Pensé que mi madre me echaría de casa y el mundo se me vino encima pero lejos de hacerlo, habló con el pastor de la nueva iglesia que, esta vez, le pidió que lo denunciara, llamó a la policía y, finalmente, ¡me vi liberada!
Mi madre y mi padrastro se divorciaron, él fue acusado y condenado por el gran jurado a ir a la cárcel pero pactaron con el fiscal y redujeron la pena a sólo 10 años de prisión. Algunos llamarán a esto justicia pero a mí no me lo parece. Yo era la víctima y quería dar mi testimonio en la Corte, sin embargo no me dejaron, yo no tenía ni voz ni voto allí. Por eso, ahora que puedo ser escuchada, no me callaré y seguiré dando mi testimonio.
He superado abusos desde que era un bebé, la violación de mi padre, padrastro, tío, medio hermano y otros hombres. Mi proceso de sanación empezó cuando pedí ayuda y asesoramiento.
Rowena y su marido Casey, dos luchadores por la vida
A la edad de 19 años conocí a quien sería mi marido. Él ha sido el único hombre que me ha tratado con respeto y dignidad. Salinos durante dos años y nos casamos en octubre de 1999 y él ha sido mi gran apoyo.
Una noche en que mi marido estaba ausente en un curso de formación para la Marina de los Estados Unidos un desconocido entró en mi domicilio, me encontró durmiendo y me violó. Tenía 22 años. Hice todo lo recomendado en estos casos.
Fui al hospital, allí se presentó la denuncia a la policía, me suministraron el llamado "kit de violación" y me ofrecieron la píldora del día después. Yo no la acepté porque era consciente de sus riesgos. [Uno de sus efectos es anti-implantatorio, es decir, abortivo; nota de ReL]. Mi marido regresó a las 48 horas y, por razones obvias, nos cambiamos de domicilio. El agresor nunca fue encontrado.
Al mes aproximadamente me hice una prueba de embarazo y dio positiva. Me sentí pérdida y sola. Mi marido estaba otra vez de vuelta a sus entrenamientos en la Marina. Fui a una clínica de embarazos pero no me encontré con una clínica provida en la que iban a ayudarme sino con una que ofrecía abortos "amigables". En ésta me exhortaron a que me hiciera un aborto ¡ya! porque el hijo que esperaba había sido concebido en una violación.
Yo estaba horrorizada y aterrada. Les dije que no pensaba abortar y me marché.
Llamé a mi marido y se lo conté y le pregunté si se quedaría para criar al bebe conmigo. Tenía pánico a que se enfadase y me abandonara pero mi marido me dijo que, al igual que yo era una bendición también ese hijo lo era y que estaría encantado de subirlo como si fuese su propio hijo. En ese momento, me sentí feliz y segura aunque no me sentía digna de ese amor incondicional.
Pero Dios tenía otros planes para nosotros y, al siguiente mes, empecé a sangrar. Aún no sé si la prueba de embarazo no fue certera o si tuve un aborto espontáneo. El caso es que el niño no nació y yo me sentí triste por la pérdida de esa nueva vida.
He tenido cuatro abortos espontáneos. Los médicos dicen que la peculiaridad en mis progenitores hace que tenga una composición genética que me predispone a tener abortos. Con muchas dificultades hemos conseguido tener dos hijos que están sanos. Mi proceso de asunción de mi pasado y mis circunstancias ha sido duro pero pienso que ha merecido la pena.
¡Dios ha sido bueno conmigo! Me reconcilié con mi padre biológico antes de su muerte y lo perdoné. También me he acercado a mi madre para reconstruir nuestra relación rota y edificar de nuevo. Yo soy cristiana y creo en Jesucristo.
Por fin he conseguido dar un sentido a la manera en que fui concebida y me he encontrado a mí misma en mi identificación como Hija de Dios que quiso que empezara así.
Ahora soy oradora provida y doy mi testimonio en iglesias, grupos de jóvenes universitarios y en los medios de comunicación. También he declarado en la Legislatura estatal [en Nuevo México, nota de ReL].
Deseo que mi testimonio transmita que la vida es un don maravilloso y que también lo es en las personas que han sido concebidas en un acto de violación o por incesto. Asumo mi vida como un don maravilloso y deseo que cualquier niño por nacer en cualquier circunstancia pueda disfrutarla. Quiero luchar para que se proteja a los niños tanto del aborto como del abuso sexual.
Pronto cumpliré 16 años de matrimonio con mi marido Casey. Tenemos dos hijos estupendos, un niño y una niña. Quiero ser abogada constitucional y así poder luchar por los derechos de los no nacidos incluidos los que han sido concebidos en una violación o por incesto.
Estamos potenciando un grupo de apoyo a través de un correo electrónico de Yahoo al que pueden escribir todas las personas que han sido concebidas en una violación o incesto, las madres violadas o mujeres que esperen un hijo fruto de estas circunstancias. Sé que Dios me pide que a través del testimonio de mi vida que ayude a estas personas con circunstancias similares a las mías para que ellas también puedan superar.
(Rowena tiene un blog llamado Treasure of Life: no exceptions in fighting for Life - Tesoro de vida, sin excepciones en la lucha por la vida)