Jil King y Carla Stream eran dos chicas muy jóvenes que compartían piso y su primera experiencia de vivir fuera de la casa de sus padres. Pero Carla quedó embarazada, y con grandes dudas y acompañada por Jil finalmente abortó. Sus vidas se rompieron, se acabaron distanciando y veinte años después se reencontraron. Ambas habían sufrido enormemente por culpa de aquel bebé al que no se le permitió nacer, pero por caminos distintos habían logrado curar aquel trauma y se habían convertido en activistas provida. Y juntas cuentan ahora su historia.
La historia se remonta a hace 30 años, y Jil todavía recuerda cuando su compañera de piso la llamó al baño y le dijo: “Estoy embarazada”. King cuenta que era su primera experiencia fuera de casa, pero estaba convencida de que podría cuidar de su amiga en ese tiempo. Se había criado en un hogar cristiano practicante, pero ni el embarazo inesperado de su amiga ni su futuro aborto fueron temas que ella discutiera o se planteara.
Simplemente, al asimilar la noticia las dos intentaron buscar una solución y ayuda. Abrieron la guía telefónica y no se les olvidará nunca que los apartados en los que aparecía “embarazo” estaban llenos de servicios y centros de aborto.
Carla Stream pudo sanar sus heridas interiores, está casada y es madre de cuatro hijos
Y así fue como estas dos jóvenes de 20 años decidieron que la mejor opción para Carla sería que abortara y King se ofreció a llevarla al centro abortista en Minneapolis. En la recepción, la joven acompañante recuerda “ver a una adolescente visiblemente embarazada que no paraba de llorar junto a su madre y pensar yo: ‘Nosotras somos las listas, estamos aquí antes de que el niño aparezca y sea peor'".
King fue llevada junto a la temblorosa Stream a una habitación donde vieron un video que mostraba una figura caricaturesca de un grupo de lo que parecían uvas rojas. “Este es su bebé”, dijeron las personas de la clínica de abortos a los reunidos. “Te los muestran para demostrar que lo que hacen está bien porque todavía no es humano”, dijo King. Otra mentira más.
Por su parte, Stream, de 55 años, recordó sentirse sola, desesperada y temerosa. Ella no había crecido en un hogar donde fuera querida y cuidada. Siendo ya joven llenó ese vacío con fiestas y chicos. Su madre ya pagó en una ocasión un aborto a su hermana y además tenía amigas en la universidad que habían también abortado. Además, el padre del bebé estaba fuera de escena y era un simple conocido de otra ciudad.
Finalmente Carla Stream abortó. La amistad entre ambas compañeras se rompió, pues este suceso afectó gravemente a las dos e incluso a relaciones futuras que las dos tuvieron con otros chicos.
"La experiencia más horrible de mi vida"
De este modo, reconocen que el aborto inició en cada una un camino de dolor que solo a través de la gracia y el perdón de Dios las llevaría a matrimonios fuertes con niños que conocen sus historias y a ser activistas provida, algo que ninguna de los dos hubiera imaginado.
King es ahora directora ejecutiva de Lakes Life Care Center, un centro de ayuda a mujeres embarazadas en Forest Lake, Minnesota. Stream es maestra de niños de secundaria con discapacidades de aprendizaje, ofrece charlas para contar su historia y ayuda también en centros de embarazadas cerca de su casa en Hudson, Wisconsin. Además, organiza un grupo de voluntarios que una vez al mes reza frente a Planned Parenthood.
“El aborto fue la experiencia más horrible de mi vida”, cuenta Stream a The Catholic Spirit. “Y sentí un gran dolor, he tenido cuatro hijos sin anestesia, y nunca había sentido algo así”, añade.
“Me llevaron a la sala de recuperación, me dieron una manta y tostadas de mantequilla con mermelada. Sentí alivio, pero solo porque estaba hecho. Miré al resto de chicas, todas llorando. Una sostenía su abdomen meciéndose hacia adelante y hacia atrás, diciendo: 'Mi bebé, mi bebé' ”.
Carla Stream, frente a un centro abortista donde hace rescates, con una pancarta que dice: "Me arrepiento de mi aborto"
Las dos compañeras separaron sus caminos pero en 2010 se volvieron a encontrar. King y Stream creen que la gracia de Dios los llevó al mismo lugar de curación y al sentir que debían ayudar a otros.
El retiro católico que curó sus heridas
“Tuve la oportunidad de pedirle perdón por lo que había hecho. Ella es rescatadora, una guerrera de oración”, afirma King, que cree que Stream “no me odia, pero podría hacerlo”. Ahora, las dos mujeres a veces cuentan sus historias juntas y King asegura que no entendió el significado completo del aborto de su amiga hasta que ella misma quedó embarazada.
Por su parte, Stream señala que lo más importante para ella en la curación del síndrome postaborto fueron los fines de semana de Rachel's Vineyard (Viña de Raquel), retiros católicos para hombres y mujeres que buscan recuperarse del trauma del aborto.
Comenzó a asistir en 2009. “Nunca me había sentido en un lugar más seguro para compartirlo. Te sientas con la gente y su dolor, tristeza y pena, y trabajas a través de las Escrituras y aplicas la palabra de Dios a lo que has pasado".
Las experiencias de Stream se han incluido en informes legales y testimonios de amigos de la corte para los esfuerzos legislativos pro-vida en todo el país. “Es el abuso de derechos humanos número uno en términos de números”, dijo Stream sobre el aborto: “Tenemos miles de bebés hechos a imagen de Dios que no están aquí”.
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