En 1988, una campaña de sensibilización sobre el abandono de perros domésticos consiguió situar su lema como uno de los de mayor identificación pública en la historia reciente de la publicidad, pasando incluso al habla popular: Él nunca lo haría.
Treinta años después, esa situación de desapego, insensibilidad y egoísmo que tan bien transmitía el anuncio televisivo la están viviendo no animales, sino personas: en particular, según denuncia la Fundación Madrina, jóvenes madres sin recursos con niños muy pequeños, que son abandonadas por quienes las acogen, y con mayor intensidad en Navidad o en verano, cuando son consideradas, ellas o sus hijos, un estorbo para las vacaciones.
El resultado no supone solamente vivir en la calle: también la intervención de los servicios sociales para hacerse con la tutela del menor, o, si se trata de madres gestantes, que consideren la hipótesis de abortar que nunca se habían planteado.
La presión de las administraciones... y de las familias
"No tenemos recursos suficientes", lamenta Conrado Giménez-Agrela, presidente de la Fundacion Madrina, entidad que no da abasto para ofrecer acogida a todas las madres que acuden a su sede o que le remiten las administraciones. Lamenta que desde las entidades públicas les comuniquen cada semana decenas de casos, en algunos casos de resolución inmediata, pero no les faciliten un solo euro de subvención. "Nos llaman, nos avisan y nos dicen: si no acoges a la chica, iniciamos un procedimiento de protección del menor y nos llevamos al bebé", denuncia.
Aún más sangrante es que ese ultimátum llegue de quienes tienen una responsabilidad personal directa sobre la joven: los padres de la chica, abuelos en ocasiones de criaturas de pocos días de las que se desentienden. "Recuerdo el caso de un matrimonio, ambos profesionales cualificados. Exigieron que acogiésemos a su hija y a su nieto recién nacido so pena de dejarlos en la calle. Estábamos hasta arriba, hicimos lo imposible para encontrarle un lugar, y les pedimos un breve plazo. ¡Nos llamaban todos los días para echarnos en cara el esfuerzo que estaban haciendo teniendo en casa a su hija!", explica Giménez-Agrela.
Evoca también el caso de una joven de 18 años con un bebé de 7 días. Llamaron a la Fundación Madrina desde el hospital donde habían atendido el parto, porque se veía abocada a vivir en la calle en cuanto les diesen el alta. Los padres de la chica estaban divorciados y cada uno había rehecho su vida con otra pareja, y nadie quería hacerse cargo. Se iban de vacaciones, y estaban dispuestas a ello aunque su hija se convirtiese en una sin techo.
Las pertenencias en un cochecito
Buena parte de las madres que acuden a la Fundación Madrina han vivido esa experiencia: "Les ves en los ojos que no han dormido. Vienen tras haber pasado la noche en un parque con el bebé en el cochecito. Solo tienen las cosas que les quepan en él".
La casuística que relata Conrado es inmensa. Una pandillera que ha buscado en las bandas la acogida familiar que no tiene en casa y tras dar a luz acude a ellos con su novio porque éste tampoco tiene dónde darle cobijo. Un alto diplomático africano que repudia a su hija porque ha quedado embarazada: aparca su coche oficial en la puerta de la fundación, la baja del vehículo y se va. La muchacha con un recién nacido que dormía en el sofá de una buhardilla que le prestaba su amiga hasta que su amiga tiene otros intereses y la echa. Una niña de 16 años, embarazada, cuya madre la vendió para que la prostituyeran entre los 8 y los 14 años ("y su mayor dolor no es lo que ha vivido: su mayor dolor es que su madre no la quiera"). O la que estaba en un hostal de donde fue expulsada porque el llanto del bebé era molesto para los clientes.
En la imagen, Conrado Giménez-Agrela junto a varias mujeres y niños ayudados por la Fundación Madrina.
Y aunque la mayor parte son mujeres solas de las que se han desentendido su pareja o sus padres -o todos a la vez-, también acogen alguna que otra familia: "Hace poco recogimos a una que llevaban dos o tres días durmiendo en una iglesia. La madre y los pequeños están con nosotros, el padre se ha buscado otro lugar".
Aman a sus hijos
Giménez-Agrela explica que la mayor parte son madres "en situación de calle", de orígenes muy diversos, desde marginales a universitarias, numerosas inmigrantes pero también españolas, y muchas de ellas con unas características personales que hacen difícil la convivencia.
Parte de la labor de los voluntarios de la Fundación Madrina es contribuir a la formación de las madres para que puedan conseguir un trabajo.
Pero, por encima de todo, aman a sus hijos -hayan nacido o estén por nacer-, y el drama al que se enfrentan es que les quiten la tutela, que luego es muy difícil recuperar: "En vez de ayudar a la madre para que mantenga a su hijo, los servicios sociales solo se interesan por los hijos. Cuando el Samur, o la Policía, o quien sea detecta el problema y les llama, ellos intervienen, y si las madres no tienen recursos, se llevan a sus hijos. Pero antes nos llaman a nosotros: 'Si no acoges a la madre, nos llevamos al hijo' Y no nos llegan nuestros recursos".
Por eso la Fundación Madrina, fiel a su misión de que ninguna madre pierda así a su hijo, lanza una llamada urgente en petición de ayuda económica o, quien lo prefiera, de comida. En las últimas semanas numerosos amigos de la fundación han paliado la carencia llevando a sus almacenes productos de alimentación, cada uno lo que ha podido, pero la oleada de abandonos de este verano no se detiene. Y en muchos casos vienen acompañados de abusos y malos tratos.
El objetivo es, en el corto plazo, ofrecer una alternativa a la calle para mantener unidos a madre e hijo. Y luego, ayudar a que la madre pueda mantenerse por sí misma.
Para quien conozca casos en los que pueda ser necesaria su intervención, la Fundación Madrina ofrece una línea de atención: 914 490 690.
Y quien quiera colaborar en sacar adelante a estas jóvenes y darle una oportunidad a sus hijos, puede hacerlo pinchando aquí para acceder a su portal y llevar alimentos o hacer un donativo.
Pincha aquí para visitar el perfil de Facebook de la Fundación Madrina.