Un hombre queda citado con su esposa en un restaurante. Durante la espera, recuerda en rápidos trazos como el afecto que les unió ha ido desvaneciéndose por la rutina.
Esa monotonía, contra la que no quiso luchar, era la causa de que ahora se encontrara allí, dispuesto a decirle a su mujer que había dejado de quererla: que otra mujer le estaba esperando.
Pero su esposa, que aparece con un simbólico abrigo rojo (leit motiv de todo el filme), llega con el rostro compungido y rompe en sollozos, porque tiene una enfermedad terminal y le quedan semanas de vida.
Es entonces, verdaderamente, cuando empieza el relato. Una historia que nos habla de volver a amar cuando el amor parece perdido (O, mejor, cuando los sentimientos se han esfumado). Nos habla de “revalorar” al amado (volverlo a descubrir, y a amar) cuando sabemos que habremos de perderlo.
Éste es el pasaje más importante: “Dispensó entonces a su mujer todas las atenciones que ella le había reclamado: colgar los cuadros que esperaban por toda la casa, ir de rebajas con ella pese a detestar las compras… Y, todo, incluso las cosas más insignificantes, tenían otro sabor desde que sabía que era la última vez que podía hacerlas por ella”.
Entonces la narración alcanza su sentido más profundo: “De tanto comportarse como un enamorado, volvió a enamorarse...”.