Durante las pasadas III Jornades Transmet!, celebradas por la diócesis de Tarrasa bajo el lema Transmisión de la Fe para la Nueva Evangelización, tuvimos ocasión de conversar en Sant Cugat del Vallés con el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio Barrio, y con el prelado anfitrión, Josep Àngel Saiz Meneses, sobre los temas abordados por el reciente sínodo, y en particular sobre el papel evangelizador de la familia.
-Monseñor Barrio: Efectivamente, y yo suelo decir que a la familia nunca le agradeceremos suficientemente lo que hace y lo que seguirá haciendo por cada uno de nosotros y nunca debemos dejar de acompañar a las familias en la medida en que podamos. Yo creo que no debemos descuidar el sentir la necesidad que tenemos de estar junto a ellas. La familia hoy, en las diversas circunstancias de la vida, tiene en nuestra sociedad muchas connotaciones diferentes. Las familias están trabajando, yo suelo decir, del amanecer hasta el atardecer, sacando adelante a los hijos, y hay que agradecerles esa dedicación. Pero ahí también tiene que hacerse presente la Administración con esa ayuda que debe de prestar a las familias. Porque lo que sí es cierto es que no solo de pan vive el hombre. Muchas familias han llegado a este deterioro que tenemos que lamentar porque quizás se han visto presionadas por una situación social que no las ha reconocido tal como debieran haberlo hecho.
En primer lugar, pastoralmente lo que nos toca a nosotros es estar muy cerca de ellas, acompañarlas con ese acompañamiento preocupado: y ello para evitarles en aquello que podamos el sufrimiento inútil; porque si realmente perdemos la referencia familiar podemos decir que estamos perdiendo una de las bases fundamentales en la nueva evangelización.
¿Que podemos hacer más? Yo creo que siempre se puede hacer más. Y volviendo al capítulo de las ayudas quiero hacer una llamada a nuestras Administraciones políticas a que efectivamente comparezcan, acompañen y ayuden a las familias en un ámbito distinto al que en la Iglesia tenemos que hacer; pero hay un aspecto que es el económico, que son las ayudas, con las cuales hoy la familia se siente muy desprotegida.
¿Que hay conexión entre el deterioro de la familia y esa carencia de ayudas? Yo creo que en buena parte sí. Y por eso desde la Iglesia, desde nuestra actividad pastoral, tendremos también que estar siempre muy cerca, salir al encuentro de ellas, de sus necesidades reales, de las situaciones concretas, para que desde la comprensión nosotros podamos también llegar a ayudarles a lograr su propio cometido.
-Monseñor Barrio: Pienso que habría que recordar aquello de San Agustín: In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas, es decir, en lo necesario unidad, en lo opinable libertad, y en todo caridad. Tengo la impresión de que el Papa Francisco un poco quiere interpretar la realidad concreta que nosotros estamos viviendo. Yo suelo decir “que nadie se quede sin preguntar”, sin hacer la pregunta que realmente entienda que debe hacer. Después la respuesta, a lo peor, no es aquella que uno esperaba; pero en todo caso siempre tenemos que actuar y afrontar la realidad concreta que hoy estamos viviendo con unidad eclesial: lo tenemos que hacer con una gran esperanza, con una gran confianza en el Señor y sabiendo que la referencia que nosotros hemos de tener es esta esperanza y es esta confianza; son estas virtudes la clave con la que tenemos que interpretar la sinfonía de la realidad concreta que nos toca vivir.
-Monseñor Saiz Meneses: A mí, hay un frase del evangelio que siempre me ha calado muy hondo, en el discurso de despedida de Jesús: “Padre, que todos sean uno como Tú y Yo somos uno, y el mundo crea”. En esa expresión Jesús pone la unidad como condición para ser creíbles. Muy serio y muy profundo. Es condición sine qua non para el trabajo pastoral en nuestra labor evangelizadora, y por lo tanto un elemento esencial en nuestra comunión eclesial.
Ahora bien, unidad no significa uniformidad. Puede haber una diversidad complementaria y una unidad llena de diversidad de carismas, como los dones del Espíritu Santo: enriquecimiento y complementariedad. En la Iglesia hay dos principios que son fundamentales a lo largo de la historia. Uno es el principio de la fidelidad al Evangelio; y también es natural que los obispos se reúnan y dialoguen en el sínodo y se expresen libremente y resuelvan las diferencias como hacían los apóstoles en la primera comunidad cristiana, con diálogo y con oración, invocando al Espíritu Santo para que les dé luz y les muestre el camino y luego la decisión para seguir adelante. Aunque no se pueden cambiar las cosas que son fundamentales en nuestra fe.
-Monseñor Saiz Meneses: Hay como un trípode, que era el clásico en la Acción Católica y de cualquier realidad de Iglesia y que es de sentido común: la oración y los sacramentos; la formación y la acción; y el compromiso para cambiar el mundo y conformarlo a la voluntad de Dios. La formación es muy importante; muy importante. Y es muy importante porque nos ayuda a dar razón de nuestra fe y esperanza; razón y Fe no son incompatibles, son complementarias, decía San Juan Pablo II en Fides et Ratio; son como las dos alas del conocimiento que nos ayudan a acercarnos a la verdad y a Dios. Por eso no somos fundamentalistas que tienen mucha fe pero rechazan la razón, rechazan el estudio. Y hoy hay muchas lagunas en la formación, sobre todo yo diría en eclesiología, la realidad de la Iglesia.
-Monseñor Saiz Meneses: Eso es para mí una de las mayores preocupaciones e inquietudes, y en el plan pastoral de la diócesis lo hemos establecido como objetivo: la creación de un movimiento diocesano de niños, es decir que en todos los niños y niñas que llegan a la comunión hay que cuidar especialmente la continuidad. En las parroquias donde hay catequesis de poscomunión o movimientos infantiles de iglesia pueden estos medios tradicionales muy bien ser el modo de implementar un movimiento diocesano de niños con el que podamos ofrecer a las familias un instrumento de formación.
Y es que esto lo experimenté personalmente con los padres cuando estaba en parroquias: de hecho allí creamos un esplai cristiano que cumple ahora veinte años justamente. Y es muy sencillo el tema, y ello es que a los padres les interesa: los niños tienen 8 o 9 años, y hacen la primera comunión; son preciosos, son obedientes, son dóciles, lo explican todo a los padres; no hay ningún problema con ellos. Pero en tres o cuatro años, cuando lleguen a la preadolescencia, los niños se distancian de los padres, necesitan la realidad del grupo de amigos y en el grupo el líder es el que marca la tendencia; y si el líder es deportista o es discotequero o fuma porros o es estudioso, o es cristiano, marca mucho la diferencia.
Yo les decía a los padres: rogad a Dios que dentro de cuatro años vuestros hijos estén en un ambiente cristiano, en un ambiente sano. La parroquia les ofrece un ambiente sano y cristiano, que les enseña a ser buenos hijos, buenos ciudadanos y buenos cristianos también. Yo creo que a los padres, aunque fuera por egoísmo, les interesa, porque luego llega ya un momento en que se les escapa y es un sufrimiento para un padre y una madre de un joven cuando no sabe en qué compañías está, en qué ambiente.
Por lo tanto en ese sentido estamos trabajando mucho, y estamos haciendo encuentros con la Catequesis de Primera Comunión para lograr que luego continúen, y personalmente en todas las parroquias por donde paso hablo con los catequistas y con los párrocos y les digo que hay que empezar; por donde sea: aunque continúe solamente un grupo, porque una vez comenzado eso es fácil, y yo no pierdo la esperanza.
-Monseñor Barrio: Creo que el Papa lo que está tratando de hacer es tender puentes de forma que podamos tener esa comunicación, ese diálogo con personas que viven al margen de los valores de la Iglesia, o con personas en las que la vivencia de esos valores ha venido a menos, como se suele decir.
Lo que no es de recibo a mi modo de ver es que se esté tratando de bombardear los pilares de esos puentes que quiere tender el Papa para que efectivamente pueda haber esa comunicación. Muy al contrario, es en ese diálogo fluido en el cual se pondrá de relieve la permanencia de unos valores que debemos seguir manteniendo a la hora de fortalecer lo que es la condición de la persona humana, y en este caso de la familia; creo que tenemos que hacer todo lo que sea posible y esté en nuestras manos por conducir la realidad de la familia de forma que esa realidad responda al plan y a la visión de Dios.
Pienso que en esto todo esfuerzo será poco y que será siempre necesaria toda colaboración para recuperar los valores que nunca debió perder la familia. Hoy más que nunca necesitamos una familia con esos valores y que realmente sea un signo claro de lo que es una antropología del hombre y la misión que el Señor ha encomendado a la familia.
-Monseñor Saiz Meneses: Personalmente creo que todo se reduce a pocas cosas: a los sacramentos y a vivir unas serie de virtudes. En muchos casos la vida cristiana es heroica: requiere heroísmo vivir en la sociedad de hoy los valores del Evangelio. Hace sesenta años tal vez la sociedad acompañaba con una serie de valores que tenía asumidos.
Hay que fijarse mucho en el punto de partida. La vida cristiana, y esto hace ya muchos años que lo leí en un libro de Romano Guardini, La esencia del Cristianismo, que luego he visto reflejado en el Papa Benedicto XVI; la vida cristiana, decía, comienza si nosotros conocemos la doctrina, conocemos los mandamientos, y no los percibimos como unos condicionantes externos a mi libertad que me impiden ser feliz, que me impiden gozar de la vida, que me impiden desarrollarme; la vida cristiana arranca de un encuentro con Cristo, que cambia la vida, que cambia el corazón, que todo lo hace nuevo. El dinamismo de esa vida nueva lleva a vivir un camino. Los mandamientos no son una carga pesada que limita la libertad, al contrario, lo que hacen es facilitar el camino para evitarme caer en precipicios o perderme.
Una persona que tiene esa experiencia de vida nueva en Cristo que le ha renovado, que le ha convertido, que le ha cambiado, agradece los mandamientos, porque le facilitan esa vida nueva: para no ser desgraciado, para no perderse, para no despeñarse. Ahora bien, si la persona no tiene esa experiencia de encuentro con Cristo, la moral será una carga pesada.
Una persona joven o adulta, que nos toca vivir contra corriente, avanzar por la vida, pensando una cosa, que en nuestra vida cristiana estamos llamados a la santidad, que somos pecadores llamados a la santidad, debe rechazar el buenismo de decir “somos buenas personas, vamos haciendo”; no: somos pecadores pero estamos llamados a la santidad, con la gracia de Dios y por la gracia de Dios. Entonces a una persona, con sus únicas fuerzas, le es imposible esa tarea: la fuerza la recibe y se nutre con la eucaristía sobre todo, y la gracia para ir superando las dificultades. Sin la eucaristía, sin la confesión, sin la gracia de Dios y la oración, es imposible vivir en cristiano o vivir la experiencia de la comunidad cristiana; y no en solitario, sino en familia, en iglesia. No solo estamos llamados a resistir como podamos, sino a la santidad.
-Monseñor Barrio: Estos aspectos se tratarán con profundidad en el sínodo ordinario del año próximo. Entre otras cosas porque los obispos se han dado cuenta de que si la familia tiene que recuperar ese esplendor que nunca debió perder, se deben contextualizar las dificultades que afrontan las familias y ver cómo realmente se puede hacer una llamada a la sociedad: para que sean nuestras administraciones políticas las que pongan los medios eficaces para que las familias no se vean en la necesidad de ocuparse todo el tiempo por la economía. Sabiendo que hay otras áreas e intereses en las que la familia debe ocuparse y que debe mantener.
-Monseñor Barrio: Es un momento en el que es necesario hacer un discernimiento claro sobre cuáles son los valores que favorecen la dignidad humana. A veces hay que ir contracorriente, pero es necesario hacerlo en pro de esa dignidad del persona humana y en pro de esa preocupación constante que lógicamente la Iglesia debe tener: favoreciendo lo que es lo propio y esencial de esa dignidad.
En todo caso entiendo que determinados posicionamientos no pueden aceptarse como cristianos que somos, y debemos tratar de evaluarlos y recordar que la Iglesia no la hemos inventado nosotros, la ha fundado Cristo y lógicamente Él lo que nos pide es revitalizar la Iglesia en el momento en que nos toca vivir. Y desde esa preocupación y desde esa inquietud ir dando respuesta a toda esta problemática que estamos teniendo que siempre tiene que ser vista desde una perspectiva moral. En esa clave nosotros tenemos que ir abriendo camino en nuestro quehacer pastoral como cristianos comprometidos con unos valores que son los valores de la Iglesia y que nosotros tenemos que tratar de llevar adelante.
-Monseñor Saiz Meneses: La Iglesia tiene que comunicar mejor, sí aunque yo personalmente en este momento, y quizás sea utópico, digo que hay que mirar lo que la Iglesia puede hacer por nosotros pero también lo que nosotros podemos hacer para revitalizar la Iglesia y que siga respondiendo a la misión que el Señor le ha encomendado.