María Lacalle es profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid) y Directora del Centro de Estudios de la Familia de esta universidad. Además, fue auditora en el pasado Sínodo de la Familia, por lo que vivió sobre el terreno en el Vaticano esos días de debate en el seno de la Iglesia sobre la institución familiar, rodeada de obispos, cardenales y expertos. Responde a las preguntas de ReL.
- Sencillamente, porque la gente no se casa. El índice de nupcialidad no para de bajar en el mundo occidental. Este es, a mi juicio, el problema principal: se ha dejado de creer en el amor verdadero y cada vez más gente opta por relaciones concebidas desde el principio bajo la óptica de la provisionalidad, asumiendo que se romperán en cuanto algo falle. Tienes razón al decir que aprender a amar es una asignatura pendiente, pero esto no se aprende en el colegio, sino en la propia familia. Con lo cual estamos ante un círculo vicioso: muchos no saben amar, ni creen que sea posible el amor para siempre porque no lo han visto a su alrededor, con lo cual replican en su vida lo que han vivido desde pequeños, y a su vez transmiten ese pesimismo a sus propios hijos.
»No siempre ocurre así, evidentemente, pero sí es cierto que a amar se aprende, de manera primordial, en la familia, y que las rupturas familiares pueden provocar falta de confianza en el amor y muchas heridas afectivas que dan lugar a personalidades frágiles, con dificultades para asumir un compromiso de amor verdadero.
-Creo que la Iglesia está empezando a manejar los datos que aporta la sociología. Es importante que tanto la jerarquía como todas las personas implicadas de una u otra manera en la pastoral familiar sean conscientes de que las familias católicas están sometidas a las mismas dificultades que los no católicos en su vida familiar: falta de comunicación, horarios laborales anti-familiares, fragilidad del amor, etc. Sólo conociendo la realidad podremos prevenir los obstáculos y acompañar a las familias que atraviesan momentos difíciles.
-Los medios de comunicación estaban muy focalizados sobre la cuestión de los divorciados y vueltos a casar, hasta el punto de que parecía que era lo único que les importaba. En mi opinión, reflejaron una parte pero no todo lo que se vivió dentro. Por otra parte, también creo que desde la Secretaría del Sínodo se hizo una gestión de la comunicación poco afortunada que provocó falsas expectativas y algunos equívocos.
-Es cierto que la propuesta para que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar ocupó mucho espacio en el Sínodo, pero eso no quiere decir que los Padres Sinodales estuvieran de acuerdo. La propuesta se tomó en consideración, se reflexionó sobre ella, y no fue aceptada por la mayoría de los padres sinodales. Lo que sí se puso de manifiesto es que hay que acompañar a las personas que están en esta situación poniendo todos los medios para que puedan vivir su fe en la Iglesia, porque también ellos, como todos los bautizados, están llamados a la santidad. Sin embargo, como ya he señalado antes, algunos medios de comunicación parecían no tener interés en hablar de una pastoral renovada o de una misericordia verdadera, sino únicamente de una supuesta ruptura con el Evangelio de la familia.
-La verdad es que no tengo una estadística de hasta qué punto se hace una buena pastoral para las familias en dificultades, pero sí puedo decir que durante los quince días que he estado en el Sínodo he tenido ocasión de hablar con muchos obispos y laicos realmente implicados en el acompañamiento a matrimonios y familias. Creo que seguramente se hace más de lo que parece, aunque no cabe duda de que hay que hacer todavía más, hay que multiplicar los esfuerzos para ayudar a tantas personas que sufren por circunstancias familiares de todo tipo.
»Hay familias que no pueden atender a los abuelos ancianos, o a hijos enfermos o discapacitados, hay familias que han entrado en una espiral de incomunicación o de distanciamiento de la que no saben salir, que han perdido a un ser querido y no son capaces de asimilar el dolor, hay familias con todos los miembros en paro, con problemas de drogadicción o alcoholismo... Y en esta ayuda a las familias debemos implicarnos todos. No podemos pensar que esto es cosa de los curas y de los obispos únicamente, sino que las propias familias se deben implicar en acompañar a las que están en dificultades.
-Los círculos menores tuvieron una influencia decisiva. Para comprobarlo no hay más que comparar la relatio post disceptationem (la que se publicó tras la primera semana) con el documento final. Entre uno y otro documento está el trabajo de los círculos menores, que fue intenso y profundo.
Fotografía de muchos de los auditores y expertos en el Sínodo
-Están las pausas para el café, los desayunos, comidas y cenas durante dos semanas (yo estuve viviendo junto con cerca de veinte obispos de distintos lugares del mundo y quince laicos, y fue una experiencia sumamente enriquecedora), y también nuestras propias intervenciones.
»Algunos auditores fueron dando su testimonio durante los primeros días, y el resto tuvimos ocasión de intervenir el viernes de la primera semana. Creo que durante esa sesión la sala del Sínodo se llenó de esperanza y de alegría, de una alegría que brotaba de la experiencia viva de la grandeza del amor humano. Después, durante el café de ese día, muchos obispos y cardenales se acercaban para darnos las gracias.
- 7 o 10 minutos dan para mucho si ha habido una buena preparación previa. Precisamente este fue uno de los temas que abordé en mi intervención en el Sínodo. Y, por cierto, aproveché para señalar que, aunque la homilía no es la Misa, cuando no se predica bien hay gente que deja de ir a Misa, y el Papa se rió. Sin duda es un tema que a él le preocupa y al que ha dedicado varias páginas en la Evangelii Gaudium.
»Es importantísimo que se predique sobre el amor conyugal y familiar, y que se predique bien, de una manera persuasiva, con argumentos, con buenos ejemplos. Para lograrlo los sacerdotes deben tener una buena formación no sólo teológica sino también antropológica y en habilidades de comunicación, deben conocer las principales dificultades que afectan a las familias de sus feligreses, deben ser capaces de conectar el evangelio con su vida diaria. Los sacerdotes deben ser conscientes de lo importante que es la homilía dominical para sus fieles, y dedicarle todo el tiempo que se merece.
-Se puso mucho énfasis en los grupos de acompañamiento y se propuso la comunión espiritual como un medio para vivir, desde el amor y la fe, el deseo de recibir al Señor. El dolor que sienten muchos divorciados y vueltos a casar por su situación irregular ante la Alianza de Cristo puede convertirse, con la ayuda adecuada, en un dolor regenerador y purificador, en una fuente de vida interior intensa y de acercamiento al propio Cristo. Lo importante es ofrecer la misericordia del Buen Pastor, que se compadece del dolor y le da un sentido, y lo hace fecundo, que sana a la persona y da vida.
-El Papa ha asistido a todas las sesiones plenarias. No se ha perdido un minuto, salvo el miércoles por la mañana que tuvo que ausentarse para participar en la audiencia de los miércoles. Ha escuchado a todos, y todos han hablado con libertad como él mismo pidió en la apertura del Sínodo. Creo que se ha llevado una radiografía muy completa de las posiciones de cada uno dentro de la Iglesia, lo cual es muy bueno, sin duda. Y en su discurso final recordó que él es el garante de la fe y que el Evangelio está por encima de él.
-En esta primera parte participaron, además de algunos padres sinodales designados directamente por el Papa, los presidentes de las distintas conferencias episcopales, mientras que en la segunda parte irán los obispos elegidos por cada Conferencia a tal fin. De manera que, previsiblemente, los que asistan serán aquellos más implicados de una u otra manera con la familia. El punto de partida será el documento final de esta primera parte junto con las conclusiones del nuevo cuestionario que se ha enviado a las diócesis. Es de esperar que no se vuelva a comenzar la discusión desde el principio, sino que se continúe, por así decirlo, donde se ha dejado.
-Me parece que está mejor elaborado que el cuestionario de la primera fase que resultaba un tanto caótico y que mezclaba preguntas muy diferentes y de distinto nivel (antropológico, teológico, jurídico, etc.). Este segundo cuestionario es eminentemente pastoral y está más centrado y mejor escrito, a mi juicio.
-Creo que sí. Tiene todo el sentido. Yo animaría a todos los que se sientan interpelados a contestar y aportar su visión de las cosas.