"Todos los lunes acompaño a fisioterapia a mi hijo de 14 años, discapacitado a consecuencia de un gravísimo traumatismo craneal. Al escuchar en la radio sobre Vincent Lambert, me dice: «Si matan a uno, es que tienen intención de matar a otros». Escalofriante".
Es el tuit que escribió este lunes a primera hora Laurence Trochu, de 45 años, ex portavoz de François Fillon, consejera municipal y departamental con Los Republicanos y presidenta de Sens Commun [Sentido Común], plataforma conservadora para reorganizar e impulsar la derecha francesa.
El médico responsable de Vincent Lambert, el doctor Vincent Sánchez, acababa de notificar por e-mail, fríamente, a Pierre y Vivianne Lambert que su hijo había comenzado a ser privado de alimentación y bebida, recibiendo sedación para evitarle sufrimientos. Le esperaba una agonía de días. Los padres de Vincent se habían despedido de él la tarde anterior, grabando unas imágenes sobrecogedoras en las que Vivianne le pide: "¡No llores! Mamá está contigo".
Horas después, y contra todo pronóstico, los manifestantes que a lo largo de todo el día habían intentado infructuosamente lograr una intervención salvadora de Emmanuel Macron estallaban de alegría al conocerse que el tribunal de apelación de París ordenaba aplicar las medidas cautelares (básicamente: no matarle) solicitadas al Estado francés por el Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ante el cual había presentado recurso el abogado Jean Paillot. Fue él mismo quien anunció la "gran victoria" jurídica obtenida:
Pero ¿qué hay además de esta victoria jurídica, que hunde sus raíces en el convenio con Naciones Unidas firmado en 2010 por Francia obligándose a convertir en derecho propio este tipo de disposiciones? La clave la da ese niño de 14 años, con una discapacidad originada, como la de Vincent, por un traumatismo craneal, tal vez asustado viéndose en su piel: la convicción de que "si matan a uno es que tienen intención de matar a otros". En Francia hay 1500 personas en una situación similar a la de Lambert, y las asociaciones que trabajan en su cuidado han expresado su inquietud ante la resolución de un caso que puede sentar un precedente con ellos.
Esto es, el debate de la eutanasia, que es la perspectiva que sus defensores intentaban evitar a toda costa en el "caso Lambert". Pues, como explicó reiteradamente, entre otros, el neurólogo Xavier Ducrocq, que examinó a Vincent como perito de sus padres, Vicent "no está en modo alguno en estado terminal", su situación es "totalmente distinta al coma o a la muerte cerebral". Ni siquiera es, en sentido estricto, un enfermo, sino una persona tetrapléjica a consecuencia de un accidente de tráfico, en estado de mínima conciencia, que simplemente necesita alimentación e hidratación. Y no hay ensañamiento terapéutico porque, sencillamente, no hay terapia: salvo los cuidados de mantenimiento, Lambert no está recibiendo tratamiento alguno para sus lesiones, que son irreversibles.
Se trata, por tanto, de matar a un hombre vivo, una decisión médica amparada en la división de la familia, origen del conflicto legal: mientras su esposa Rachel y parte de sus familiares son partidarios de dejarlo morir, alegando que él (enfermero psiquiátrico) habría manifestado antes del accidente ese deseo en caso de verse en su situación actual, la voluntad sus padres y otros familiares es que viva. Pero la tutora de Vincent es Rachel, de ahí que el problema legal no es procesal, sino de fondo: no se trata de saber quién debe tomar la decisión en nombre de Vincent (desde 2016 está claro que es su esposa), sino de saber cuál es esa decisión.
La intervención de monseñor Aupetit
El arzobispo de París, Michel Aupetit, lo vio claramente este lunes al exponer su posición al respecto, coincidente con la expresada por otros obispos franceses (seis de ellos y dos sacerdotes o incluso por purpurados de gran peso como el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino.
En Twitter, el cardenal Sarah recordó a propósito de Vincent Lambert las palabras de Jesucristo: "Entonces dirá a los situados a su izquierda: 'Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber" (Mt 25, 41-42).
"Si hoy me permito tomar la palabra ante lo que está pasando con Vincent Lambert", dijo monseñor Aupetit, "es porque su caso, tan particular, es emblemático de la sociedad en la que queremos vivir".
Monseñor Aupetit, quien además es médico, recuerda que el caso de Lambert es similar al del heptacampeón mundial de Fórmula 1 Michael Schumacher, quien en 2013 se golpeó la cabeza mientras esquiaba. Y recuerda también que en el caso de Vincent no se dan los supuestos de sufrimiento insoportable que la ley francesa contempla como justificativa de la sedación profunda que se le administró a Lambert para evitarle los sufrimientos causados, estos sí, por la suspensión de la hidratación. Lo que está aquí en juego, sostiene el prelado francés, es eutanasia pura y dura, que allí donde está legalizada, como Bélgica u Holanda, ha producido "una anestesia total de la conciencia": "Se escucha a niños hablar de forma natural de la eutanasia de sus padres como si se tratase de un hecho normal", lamenta.
"Estamos hoy", concluye Aupetit, "ante una elección de civilización muy clara: o consideramos a los seres humanos como robots funcionales que pueden eliminarse o tirarse a la basura cuando ya no sirven para nada, o consideramos que lo específico de la humanidad se fundamenta, no sobre la utilidad de una vida, sino sobre la calidad de las relaciones entre las personas que demuestran amor... Una vez más, nos enfrentamos a una elección decisiva: la civilización del descarte o la civilización del amor".
Solo se ha ganado una batalla, no la guerra
De hecho, la batalla por la vida de Vincent continúa. Se ha ganado tiempo hasta la resolución del recurso ante el citado comité de las Naciones Unidas, pero si éste falla en contra, apenas quedará margen de maniobra. Por ello los mensajes se lanzan ahora a la opinión pública y al ámbito político para que el rechazo social a matar a los más débiles se traduzca en leyes protectoras del derecho a la vida.
El sábado, seis obispos y dos sacerdotes especialistas firmaban el informe del grupo de bioética de la conferencia episcopal francesa, que se preguntaba "por qué Vincent "no ha sido trasladado a una unidad de cuidados especializados y adaptados a su estado", y si acaso "no tiene derecho a ser alimentado e hidratado por vía enteral, unos cuidados básicos a los que todo ser humano tiene derecho". Ese mismo día, L’Osservatore Romano publicó un artículo de Roberto Colombo, profesor de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sacro Cuore, donde afirmaba que lo que se pretendía hacer con Lambert era "inaceptable e indigno de una sociedad fundada en el respeto y la acogida de la vida de todos".
Al mismo tiempo, mientras Emmanuel Macron no quiso inmiscuirse en el asunto alegando que no era decisión suya, su gran rival para las inminentes elecciones europeas, Marine Le Pen, se posicionó a favor de mantener la nutrición de Lambert.
Lambert, de 42 años, lleva estabilizado en esta situación desde poco después del 29 de septiembre de 2008, fecha de su accidente de moto, y ha sufrido ya cuatro intentos de acabar con su vida, sobre todo uno, el primero, en abril de 2013, que duró un mes. Lambert no murió porque no se le llegó a suprimir totalmente la hidratación. Los padres tuvieron que poner una denuncia por intento de homicidio para que se detuviese el proceso.
Desde entonces, diversos especialistas han examinado a Vincent, con opiniones tan contradictorias profesionalmente como lo han sido en el ámbito familiar y judicial, pero sin poder alterar la realidad: Lambert respira autónomamente, todo su organismo funciona de forma normal, encadena momentos de sueño y de vigilia y existen dudas razonables sobre el grado de conciencia del que disfruta.