El P. Francesco di Felice, un sacerdote italiano que trabajó en la Secretaría de Estado del Vaticano durante el pontificado del Papa Pablo VI, relató la increíble historia detrás de la Humanae Vitae, la encíclica que en 1968 se convertiría en la más contestada de la historia de la Iglesia.
Para escribir la carta encíclica Humanae Vitae sobre la regulación de la natalidad, el Papa Pablo VI recogió el trabajo iniciado por San Juan XXIII quien creó la “Comisión para el estudio de problemas de población, familia y natalidad” para tener una mejor comprensión de la acción de los anticonceptivos, algo que en la época no era muy conocido.
La Comisión escribió un informe para el Papa Pablo VI –que se filtró a los medios– y que aumentó la presión sobre él. En esencia el informe se dividía en dos partes: la opinión de la mayoría que apoyaba la anticoncepción y su respuesta a la minoría; y la opinión de la minoría que sostenía que los anticonceptivos debían rechazarse de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia.
En declaraciones a ACI Prensa, el Padre Di Felice explicó que “Pablo VI tomó estos dos documentos, el de la mayoría y el de la minoría, los llevó a su capilla privada y pasó toda la noche en oración, preguntándose ¿qué debo elegir para el bien de las almas?”
“Entonces, a la luz del alba, a las primeras luces, le vino como una iluminación, una decisión firme, como si le reconfortara el Espíritu Santo, y dijo. ‘¡Esto es lo que debo elegir!’. Y fue una gran elección, porque si nosotros admitíamos el uso de las píldoras que altera el misterio de la vida, el curso natural se alteraría y habría sido un desastre”.
De hecho, como consecuencia de la reacción contestaría que recibió el documento a nivel mundial, incluso de importantes teólogos, el Santo Padre no volvería a escribir una encíclica en los 10 años restantes de su pontificado que concluyó en 1978. En los cinco años anteriores había escrito 7 encíclicas.
Por todo esto, el entonces Secretario de Estado, el Cardenal Agostino Casaroli, diría luego, que “la mañana del 25 de julio de 1968 Pablo VI celebró la Misa del Espíritu Santo, pidió luz de lo Alto y firmó: firmó su firma más difícil, una de sus firmas más gloriosas. Firmó su propia pasión”.
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