“Isabella sabe que tiene un padre por ahí, pero que Dios es su padre, y que es el mejor que jamás podría tener. Ella incluso me recuerda eso. Me dice que soy la mejor mamá y Jesús el mejor papá. Yo no estaba segura de cómo sería ser una madre soltera, pero Isabella tiene la mejor actitud en todo y siempre está ahí para animarme. El Señor es fiel. Esta es la bendición más difícil que he tenido que pasar, pero no la cambiaría por nada"
Lauran Chenaye enfrentaría los prejuicios culturales en su escuela secundaria y también la presión en el hogar. Habiendo sido criada cristiana, su moral se sustentaba en la verdad. Al momento de graduarse estaba embarazada de nueve meses. Pero su historia no es lo que uno podría imaginar…
En su último año, Lauran se enamoró de un chico dulce y que le mostraba mucho respeto. Al menos eso creía ella. Ella le explicó a su nuevo novio que prefería esperar en su vida para iniciar a tener relaciones sexuales. Él le dijo, recuerda Lauran, que le parecía bien y que comprendía su posición. A sus padres no les gustaba el chico pero ella insistía de todos modos en verlo.
"Una semana después estábamos pasando el rato", explica Lauran. "Jugábamos al baloncesto. Fuimos en el garaje para tomar un refresco y entonces el decidió que ya no le importaba. Quería tener sexo y yo le rogaba y le suplicaba, pero él me empujó hacia un armario y me forzó a tener relaciones sexuales con él".
Devastada, Lauran se fue a casa de inmediato y, asustada, no le dijo a nadie acerca de lo que había sucedido. Su familia tenía experiencias con hombres que habían sido físicamente abusivos y esa historia estaba en el fondo de su mente; además de que sus padres le habían dicho que no saliera con el chico. Así que mantuvo la violación en secreto.
Pasó un mes. Lauran continuó viendo a su novio y soportando el abuso. Ella estaba angustiada y confusa… pensaba en lo que la gente podría decir si rompía con el chico de quien decía era un encanto, aquél por quien había desafiado a sus padres. Por esos días Lauran comenzó a sentirse anímicamente agotada y con náuseas permanentes. Se tomó la prueba de embarazo sólo para corroborar lo que temía, estaba esperando un bebé.
Le contó a sus hermanas sobre el embarazo y luego un día, esperó a que sus padres regresaran a casa y antes de que se sentaran les contó, primero a su madre y luego al padre. Pero guardó silencio respecto a que había sido violada.
"Mi papá me dijo: «Si realmente estás embarazada, te harás un aborto». Entonces me derrumbé. Lloré de una forma intensa, como nunca antes en mi vida".
Pero Lauran se negó al aborto. “Esa no era para mí una solución”, señala. Continuó además guardando el secreto de la violación padecida. Apenas si hablaba con su padre. Viéndola firme en su decisión por la vida, cuando fue a su primera ecografía de las doce semanas le propusieron dar al bebé en adopción. Pero justo cuando salía del lugar, un voluntario pro vida que se encontraba con su grupo por allí le regaló a Lauran un clavel y el texto de Jeremías 29,11: "Porque yo sé los planes que tengo para ustedes –oráculo de Yahveh- planes de bienestar y no de calamidad, de darles un porvenir de esperanza".
La joven madre interpretó aquello como una señal de Dios y decidió en ese instante que se quedaría con su bebé. No sabía cómo iba a hacerlo, pero estaba decidida, porque sabía que este era el plan de Dios para ella. Luego tuvo la fuerza para confesar a sus padres la verdad del cómo se había gestado su futura hija y ellos comenzaron a darle mayor apoyo.
"Fue en ese momento que mi fe se hizo fuerte, cuando le entregué mi vida al Señor" dice Lauran. "Hasta ese momento yo no estaba viviendo para el Señor y no iba a conseguir nada sin Él a mi lado. Rompí todo vínculo con el chico que me abusó y continué con la escuela porque sabía que debía terminarla”.
A pesar de los conflictos, Lauran perseveró, se graduó de la secundaria y dio a luz a su hija Isabella aproximadamente 10 días después. Hoy, la pequeña tiene 5 años, es la alegría de sus abuelos y de su madre, que trabaja como niñera y educa escolarmente a su hija en casa. Isabella es adorada por sus abuelos. "Papá e Isabella son los mejores amigos. Dios cambió el corazón de mi padre", comenta Lauran.
“Isabella sabe que tiene un padre por ahí–agrega esta joven madre-, pero que Dios es su padre, y que es el mejor que jamás podría tener. Ella incluso me recuerda eso. Me dice que soy la mejor mamá y Jesús el mejor papá. Yo no estaba segura de cómo sería ser una madre soltera, pero Isabella tiene la mejor actitud en todo y siempre está ahí para animarme”.
Lauran e Isabella han sido capaces de compartir su historia en el escenario político. Con su testimonio buscan ayudar a salvar las vidas de los niños no nacidos y dar esperanza a las víctimas de violación. Ella quiere que sepan que si se pone al Señor en primer lugar, antes de cualquier otra cosa, y se confía en él, recibirán todo lo necesario.
“El Señor es fiel. Esta es la bendición más difícil que he tenido que pasar, pero no la cambiaría por nada",finaliza Lauran.