Director general del grupo L’Équipe, François es también el padre de Sophie, fallecida accidentalmente a los 21 años cuando iba a la JMJ de Río de Janeiro hace un año. Nos relata su testimonio de fe:
»Hay tres cosas que no han cambiado en mi vida en treinta años: ¡tomarme un café por la mañana, leer l´Équipe y ser creyente! Siempre he tenido fe y hasta 2013 mi vida se desarrollaba de manera positiva, entusiasmante. El 17 de julio de 2013 nuestra hija Sophie, de 21 años, falleció en un accidente en Guyana, cuando estaba de viaje hacia la Jornada Mundial de la Juventud de Rio de Janeiro (Brasil). Sophie era la mayor de nuestros cuatro hijos: una bonita hermandad muy unida. Con Beatriz, mi esposa, y los niños teníamos una vida familiar feliz.
»`No busquemos una explicación donde no la hay. Es un accidente. No es el curso normal de la vida que una joven de 21 años muera así´. Estas palabras tan justas pronunciadas por el sacerdote que celebró las exequias de Sophie nos consolaron mucho, como también a todas las personas, a todos los jóvenes reunidos allí ese día.
»Cuando Sophie murió experimentamos que la Iglesia es una gran familia. Debido a que sucedió en el contexto de la JMJ, este hecho tuvo una resonancia especial. Un gran impulso de oración y de solicitud se desplegó, mucho más amplio que nuestro círculo habitual. Este impulso tuvo incluso una dimensión planetaria cuando el Papa Francisco abrió la JMJ en la playa de Copacabana pidiendo a los jóvenes un momento de silencio para rezar por Sophie y su familia.
»Y la cadena de solidaridad que nació entonces aún no se ha interrumpido. Todavía hoy vivimos nuestro dolor y nuestra fe rodeados de personas. La Iglesia está a nuestro lado, con todos sus componentes: autoridades eclesiales como cardenales u obispos hasta personas anónimas nos expresan sus apoyo, cada uno a su manera. Se ha creado un blog que recoge los testimonios.
»Sophie tenía una naturaleza espontánea y hablaba de su fe con mucha sencillez, sin proselitismo. En la Escuela Politécnica femenina donde estudiaba desde hacía cuatro años, había descubierto un mundo muy distinto al que ella no estaba acostumbrada, formado por ateos, personas indiferentes o miembros de otras religiones. Un poco pérdida al inicio, tomó su decisión; atraía a las amistades buscando siempre en el otro lo que es hermoso, lo positivo. No hacia grandes discursos, sino que testimoniaba su fe viviéndola, viviendo la presencia de Cristo en su vida. Esto se veía, por ejemplo, en la atención tan especial que prestaba a los niños más pequeños. Una joven ha contado que a raíz de una reunión preparatoria para la JMJ, a la que había ido contra su voluntad pues sufría de depresión, ella se sentía muy incómoda. Estaba a punto de irse cuando Sophie se le acercó, le dirigió la palabra y se ocupó de ella. Dejó de sentirse incómoda.
»Como ella, otros jóvenes nos dicen que han sido marcados por su fe y muchos, en estos últimos meses, han sido dirigidos, o vueltos a dirigir, hacia el buen camino. Tras la muerte de Sophie, hemos atravesado por momentos de rebeldía, de dolor vinculado a la ausencia, pero también hemos tenido otros momentos fuertes cuando hemos recibido apoyo o testimonios.
»Sin la esperanza en la vida eterna, no sé cómo lo hubiera soportado. Sé que el dolor no desaparecerá nunca, pero permaneciendo a la escucha llegamos a percibir signos tangibles de la intercesión de Sophie en nuestra vida. En determinados momentos, muy valiosos, sentimos su presencia directa o indirectamente, a través de ciertas circunstancias. Estoy seguro, por ejemplo, que ella es un apoyo cercano y constante para sus hermanos y su hermana, que es ella la que les está ayudando a superar su dolor. El valor que ellos demuestran después de su partida es el signo más fuerte».
http://sophiemoriniere.wordpress.com/
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)